Sala 2- Tema 3 - Elementos de la materialidad de los libros antiguos

La tipografía

La tipografía es tanto el arte de componer, seleccionar tipos y diseñar letras, así como el procedimiento de impresión. Los tipos móviles son los caracteres, las letras o signos que se utilizan para formar un texto en cualquier idioma. En las imprentas esas piezas de metal se ordenaban en cajas de madera con compartimentos para los signos, espacios y números; la distribución era alfabética y, por frecuencia de uso, se separaban las mayúsculas de las minúsculas, las que estaban acentuadas o las que tenían algún rasgo.

Tipo móvil de metal y caja tipográfica, Willi Heidelbach, 28 de septiembre de 2004.

Tipografía en lenguas indígenas

Para imprimir textos en lenguas indígenas se hicieron adaptaciones tipográficas, pues no se contaba con todos los tipos y clases de letras y signos ortográficos necesarios para representar de manera escrita los sonidos de las lenguas que se hablaban en el Nuevo Mundo. La imagen que presentamos es la portada del primer vocabulario del mixteco, una lengua hablada en el actual estado de Oaxaca.

Vocabvlario en Lengva Misteca, Francisco de Alvarado Balli, 1593, Imprenta de Pedro Balli, Biblioteca Palafoxiana.

Diseño de la hoja

Para imprimir una obra primero se decidía su formato; los más habituales fueron el folio — es decir, el derivado de un solo doblez del pliego—, el cuarto —resultante de dos dobleces— y el octavo —que surgía de doblar tres veces el pliego. Posteriormente, se diseñaba la página: para ello se hacía la selección de tipografía (góticas, redondas, cursivas en distintos tamaños, según fuera el caso), y se determinaba cuántas palabras y espacios cabían en cada renglón. Algunas obras contaban con imágenes y ornamentos, que por lo regular se acomodaban al mismo tiempo que las líneas de escritura. Las dos páginas que se muestran corresponden a una doctrina en lengua mixteca en la que se aprecian diferentes elementos del impreso: un grabado xilográfico de gran formato y otro pequeño, las dos columnas de texto, y las guardas de los ornamentos tipográficos.

Para imprimir una obra primero se decidía su formato; los más habituales fueron el folio — es decir, el derivado de un solo doblez del pliego—, el cuarto —resultante de dos dobleces— y el octavo —que surgía de doblar tres veces el pliego. Posteriormente, se diseñaba la página: para ello se hacía la selección de tipografía (góticas, redondas, cursivas en distintos tamaños, según fuera el caso), y se determinaba cuántas palabras y espacios cabían en cada renglón. Algunas obras contaban con imágenes y ornamentos, que por lo regular se acomodaban al mismo tiempo que las líneas de escritura. Las dos páginas que se muestran corresponden a una doctrina en lengua mixteca en la que se aprecian diferentes elementos del impreso: un grabado xilográfico de gran formato y otro pequeño, las dos columnas de texto, y las guardas de los ornamentos tipográficos.

Doctrina Christiana En Lengva Mixteca, Pedro de Gante, 1567, Imprenta de Pedro Ocharte, Biblioteca Francisco de Burgoa.

El papel y la tinta

El papel y la tinta

Si bien los indígenas habían elaborado papel con tecnología propia no fue popular su uso en la edición novohispana. El papel utilizado para publicar libros antiguos se hacía de trapos de algodón y fibras vegetales, en fábricas europeas y luego era enviado a los virreinatos. Su escasez fue constante durante el periodo virreinal, lo que generaba una oscilación en los precios de éstos. Las dos principales zonas proveedoras de papel para México fueron los reinos de España (Barcelona, Aragón y Valencia) que fabricaban papel más económico y no de muy buena calidad, que fue utilizado para obras de carácter popular. Además de ese papel había otro conocido como de Génova o de corazón (por la imagen de su filigrana o marca de agua) que era de calidad superior, más blanco, homogéneo, que se usaba en ediciones cortas o encargos especiales.

Además del papel, otro insumo importante de la impresión era la tinta; su naturaleza era mineral, vegetal y animal. Al principio tenía una base acuosa y se usaban carbón y otros minerales, pero la de las imprentas fue de base oleosa, y tenía un colorante, usualmente el negro, y un elemento aglutinante. En algunas ediciones se empleó el rojo (cinabrio) para marcar el contraste en algunos textos, títulos y ornamentación.

Las filigranas

El papel que se usaba en los impresos coloniales se elaboraba a mano colando las fibras vegetales, que eran diluidas en unas grandes tinas de agua a través de un marco de madera que tenía una malla muy fina de hilos de metal en forma horizontal y vertical denominados corondeles y puntizones. Para identificar la procedencia de los molinos papeleros, era usual que se realizaran signos o símbolos hechos con filamentos de metal sobre esa malla. Al colarse las fibras esos signos dejaban una sutil huella visible a contraluz conocida como filigrana. La que aquí se presenta tiene una corona, una flor de lis, y las iniciales “GB” y “MF”, señales de que ese papel proviene de una fábrica italiana, seguramente genovesa.

El papel que se usaba en los impresos coloniales se elaboraba a mano colando las fibras vegetales, que eran diluidas en unas grandes tinas de agua a través de un marco de madera que tenía una malla muy fina de hilos de metal en forma horizontal y vertical denominados corondeles y puntizones. Para identificar la procedencia de los molinos papeleros, era usual que se realizaran signos o símbolos hechos con filamentos de metal sobre esa malla. Al colarse las fibras esos signos dejaban una sutil huella visible a contraluz conocida como filigrana. La que aquí se presenta tiene una corona, una flor de lis, y las iniciales “GB” y “MF”, señales de que ese papel proviene de una fábrica italiana, seguramente genovesa.

Bibliotheca mexicana, Juan José de Eguiara y Eguren, 1755, Biblioteca Nacional de México.

Las encuadernaciones

La encuadernación brinda al libro estabilidad y protege a las hojas, y las costuras sujetan los cuadernillos. En la época virreinal hubo varios estilos de encuadernación. Algunos estudios clásicos señalan que prevaleció el tipo alemán, que usaba la badana, un tipo de tela, y el pergamino sobre planchas de madera o cartón, con tapas duras o flexibles. También hubo estilos italianos y franceses, generando una verdadera urdimbre de modalidades que se fundieron con materiales y prácticas locales. A finales del siglo xvii se incorporaron materiales de lujo, como el terciopelo, el tisú, el brocado y el damasco. Algunos libros se adornaban con cantoneras o esquineras y florones de bronce calado y cincelado. El libro manuscrito que aquí vemos tiene las tapas brocadas y los cantos entintados con rojo. Estos ejemplares tenían un costo más elevado y podían ser utilizados como objetos de lujo y ornamento que engalanaban los espacios de lectura de la sociedad virreinal. Lo anterior nos permite comprender que la valoración de un libro se da tanto por ser un objeto de conocimiento como un objeto de cultura y arte.

La encuadernación brinda al libro estabilidad y protege a las hojas, y las costuras sujetan los cuadernillos. En la época virreinal hubo varios estilos de encuadernación. Algunos estudios clásicos señalan que prevaleció el tipo alemán, que usaba la badana, un tipo de tela, y el pergamino sobre planchas de madera o cartón, con tapas duras o flexibles. También hubo estilos italianos y franceses, generando una verdadera urdimbre de modalidades que se fundieron con materiales y prácticas locales. A finales del siglo xvii se incorporaron materiales de lujo, como el terciopelo, el tisú, el brocado y el damasco. Algunos libros se adornaban con cantoneras o esquineras y florones de bronce calado y cincelado. El libro manuscrito que aquí vemos tiene las tapas brocadas y los cantos entintados con rojo. Estos ejemplares tenían un costo más elevado y podían ser utilizados como objetos de lujo y ornamento que engalanaban los espacios de lectura de la sociedad virreinal. Lo anterior nos permite comprender que la valoración de un libro se da tanto por ser un objeto de conocimiento como un objeto de cultura y arte.

Sermones, Diego Cayetano Álvarez de la Vega, 1760-1765, Biblioteca Nacional de México.

Durante el periodo novohispano se usó de forma mayoritaria la encuadernación en pergamino flojo; las correas se empleaban para cerrar el libro y se solía aplicar el título o autor de la obra en el lomo con tinta o escrito en un tejuelo de papel. Este ejemplo es una encuadernación de tipo cartera, con los nervios o costuras expuestos.

Libro de cuentas particulares, Juan José de Villavicencio, siglo xviii, Biblioteca Nacional de México.

Marcas de procedencia y propiedad

Los libros que forman un acervo bibliográfico privado o institucional contienen huellas de lectura de sus propietarios y poseedores. Esos testimonios son tanto visuales como textuales y dan indicio de la historia de ciertas prácticas de posesión, organización y lectura ejercidas por los dueños. Las más habituales en los libros mexicanos fueron las marcas de fuego, los ex libris, sellos secos y marginalia que describimos a continuación.

Marca de fuego

La señal carbonizada que se genera con un instrumento metálico candente en alguno de los cantos de un libro se le conoce como marca de fuego. Si bien existen ejemplos aislados en España e Italia, estas marcas son una característica de los acervos novohispanos. En esta imagen se aprecia la marca de fuego del Convento Grande de San Francisco de la ciudad de México, y se distingue por la abreviatura: “FRAN.o dE MEX.” Sobre ella hay otra marca que refiere a otro propietario de ese mismo libro, tal vez un particular que adquirió el ejemplar posteriormente.

La señal carbonizada que se genera con un instrumento metálico candente en alguno de los cantos de un libro se le conoce como marca de fuego. Si bien existen ejemplos aislados en España e Italia, estas marcas son una característica de los acervos novohispanos. En esta imagen se aprecia la marca de fuego del Convento Grande de San Francisco de la ciudad de México, y se distingue por la abreviatura: “FRAN.o dE MEX.” Sobre ella hay otra marca que refiere a otro propietario de ese mismo libro, tal vez un particular que adquirió el ejemplar posteriormente.

De sensibus et clavibus Sacræ Scripturæ, Isidro Alfonso Castaneira, 1707, Typis Georgih Plachi, Biblioteca José María Lafragua.

Marca de fuego religiosa

La marca de fuego fue una práctica común en las bibliotecas conventuales; su uso es latente desde la segunda mitad del siglo xvi hasta las primeras décadas del xix. Cada comunidad religiosa tenía su propio sello, que dependía de la congregación a la que pertenecía y la ciudad donde estaba asentada. En esta imagen vemos la marca que pertenecía al Convento de Santo Domingo en la ciudad de Puebla, la cual está formada por una cruz flordelisada.

Libri sex ecclesiasticæ Rhetoricæ, Luis de Granada, 1751, Regni Navarrae Typographum, Biblioteca José María Lafragua.

Ex libris

Ex libris es un vocablo latino que en español quiere decir: “de entre los libros”, y se refiere a los textos o imágenes que se colocan en la tapa de los libros con el nombre del propietario del ejemplar y algún elemento gráfico relacionado con el poseedor. Los ex libris pueden ser impresos o manuscritos. En este ejemplo vemos dos ex libris impresos, uno de Joseph Castillo y Piña y otro de la Biblioteca Turriana, donada a la Catedral de la ciudad de México por los canónigos Cayetano Antonio y Luis Antonio Torres Quiñón.

En algunos libros se encuentran ex libris manuscritos con el nombre del propietario, que puede ser un particular o una institución. Suelen estar acompañados de la frase “soy del uso de…”, “pertenezco a…”, “de la librería…” En éste se lee la pertenencia a don Juan de Verazategui.

De sensibus et clavibus Sacræ Scripturæ, Isidro Alfonso Castaneira, 1707, Typis Georgih Plachi, Biblioteca José María Lafragua.

Sello

Aunque no fue de uso regular, algunos propietarios optaron por el sello en tinta en varios colores, sello seco o gofrado para marcar sus libros.

Versión parafraseada de las lamentaciones de Jeremías, Francisco Gregorio de Salas, 1782, Imprenta de Felipe de Zúñiga y Ontiveros, Biblioteca Nacional de México.