Sala 2- Tema 2 - El libro y la imprenta en el contexto virreinal a

La llegada de la imprenta al virreinato de la Nueva España

Fue el obispo fray Juan de Zumárraga el encargado de hacer las gestiones iniciales para establecer la primera imprenta en la Nueva España, debido a la demanda de libros y la conveniencia de realizarlos en territorio novohispano. A instancias del virrey Antonio de Mendoza, el alemán Juan Cromberger, asentado en Sevilla, envió a su emisario Juan Pablos, originario de Lombardía, Italia, junto con todo lo necesario para instalar una casa de imprenta en la ciudad de México. Juan Pablos arribó en 1539 y estableció su taller tipográfico, el primero en los virreinatos hispánicos, cerca del Palacio de Gobierno (en la esquina de las actuales calles de Moneda y Primo de Verdad). El primer impreso conocido de América es el Manual de Adultos, del que se conservan cuatro páginas en la Biblioteca Nacional de España.

Las primeras imprentas que se establecieron en la Nueva España durante el siglo xvi fueron la de Juan Pablos, que pasaría luego a su yerno, Pedro Ocharte, y sería heredada a su viuda María de Sansoric, segunda mujer de ese impresor, y a sus hijos Luis y Melchor; la de Antonio de Espinosa; la de Pedro Balli, la de Antonio Ricardo, y la de Enrico Martínez. Durante el primer siglo de imprenta americana se considera que fueron publicados poco más de 200 títulos, de varios géneros editoriales. Luego de México fue Puebla de los Ángeles la segunda ciudad en tener una imprenta, establecida ahí por Juan Blanco de Alcázar hacia 1639; el primer libro impreso conocido estuvo a cargo de Pedro de Quiñones y se publicó en 1640.

La llegada de la imprenta al virreinato de la Nueva España

Fue el obispo fray Juan de Zumárraga el encargado de hacer las gestiones iniciales para establecer la primera imprenta en la Nueva España, debido a la demanda de libros y la conveniencia de realizarlos en territorio novohispano. A instancias del virrey Antonio de Mendoza, el alemán Juan Cromberger, asentado en Sevilla, envió a su emisario Juan Pablos, originario de Lombardía, Italia, junto con todo lo necesario para instalar una casa de imprenta en la ciudad de México. Juan Pablos arribó en 1539 y estableció su taller tipográfico, el primero en los virreinatos hispánicos, cerca del Palacio de Gobierno (en la esquina de las actuales calles de Moneda y Primo de Verdad). El primer impreso conocido de América es el Manual de Adultos, del que se conservan cuatro páginas en la Biblioteca Nacional de España.

Las primeras imprentas que se establecieron en la Nueva España durante el siglo xvi fueron la de Juan Pablos, que pasaría luego a su yerno, Pedro Ocharte, y sería heredada a su viuda María de Sansoric, segunda mujer de ese impresor, y a sus hijos Luis y Melchor; la de Antonio de Espinosa; la de Pedro Balli, la de Antonio Ricardo, y la de Enrico Martínez. Durante el primer siglo de imprenta americana se considera que fueron publicados poco más de 200 títulos, de varios géneros editoriales. Luego de México fue Puebla de los Ángeles la segunda ciudad en tener una imprenta, establecida ahí por Juan Blanco de Alcázar hacia 1639; el primer libro impreso conocido estuvo a cargo de Pedro de Quiñones y se publicó en 1640.

IMPRENTA

El libro es un reflejo de la sociedad que lo produce y consume; es el testimonio material de una época, de la manera en la que conservan su memoria, el medio por el cual transmiten ideas, pensamientos, conocimientos, políticas, religiones, artes, novedades e información. Su presencia es constante en la cotidianidad de las esferas novohispanas. La alacena que aquí vemos, pintada por Antonio Pérez de Aguilar, representa diversos enseres que podía poseer un pintor. La repisa inferior contiene objetos vinculados con la tradición china, indígena y española, y relacionados con la bebida. En la central se observan alimentos comunes, como el pan, la miel, confituras y salmueras y, en la superior, hay objetos cercanos al ámbito intelectual y el de las artes, como libros, instrumentos de cuerda, un godete, pinceles, una escultura y una sierra.

Alacena, Antonio Pérez de Aguilar, ca. 1769, Museo Nacional de Arte.

Durante el periodo novohispano, los talleres tipográficos fueron frecuentemente negocios familiares que se heredaban de padres a hijos, en los cuales tanto hombres como mujeres tenían una participación activa. Lo mismo ocurría con los talleres de grabado. El oficio requería de la colaboración de diversos profesionales, como lo eran el compositor o cajista, el tirador y batidor, el corrector, el cortador de tipos y los fundidores. La imagen que apreciamos presenta un entintador embarrando la forma tipográfica. Se aprecian además otros muebles de la imprenta, una caja con tipos móviles y una galera.

Arte de Ymprenta, Alexandro Valdes (traducción), 1819, Biblioteca Nacional de México.

De las informaciones para el estudio de la imprenta mexicana antigua, los datos sobre aspectos económicos de la impresión son los menos habituales o frecuentes. Esta hoja es excepcional porque menciona los costos de impresión de 300 ejemplares, en tamaño de octavo, incluyendo el precio de los pliegos y la encuadernación. Para la impresión de un libro debían pactarse previamente los materiales que se utilizarían y el coste; estos acuerdos comerciales eran realizados por el dueño de la imprenta.

El sacerdocio real de los christianos, caracterizado en el santisimo nombre de Jesus, Fidel del Castillo, Imprenta de Pedro de la Rosa, 1814, Biblioteca Nacional de México.

Existen pocas referencias visuales sobre la apariencia de los impresores novohispanos. Este retrato representa a Manuel Antonio Valdés Murguía y Saldaña, notable impresor del final del periodo virreinal. Nació el 17 de julio de 1742. En esta pintura lo vemos en sus dos facetas, como escritor de sonetos y como impresor, por el librero a sus espaldas. Fue autor de la Gazeta de México desde 1774 hasta 1807, y para mejorar su circulación y negocio formuló una serie de estrategias comerciales como la suscripción a la Gazeta, el aviso de ocasión y la inclusión de publicidad y anuncios de los libros salidos de su taller tipográfico. Se le concedió el título de Impresor Honorario de Cámara del Rey el 20 de junio de 1793.

Manuel Antonio Valdés Murguía y Saldaña, Ignacio Ayala, siglo XIX, óleo sobre tela, Museo Nacional del Virreinato.