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Sala 2 · Tema 2
Se le denomina incunable —que proviene de la palabra latina incunabula: “en la cuna”— a todo aquel libro que salió a la luz desde la invención de la imprenta a mediados del siglo xv y hasta 1500. A las publicaciones realizadas durante el siglo xvi en América se les denomina “primeros impresos americanos”.
En los talleres tipográficos no sólo se imprimían libros, sino toda clase de papeles necesarios en la vida cotidiana del virreinato como: cartillas, catecismos, sermonarios, invitaciones, obituarios, naipes, tesis y certámenes literarios.
En apenas ocho páginas la Gazeta de México daba cuenta de sucesos y noticias relevantes de todo virreinato novohispano. Es el primer periódico del Nuevo Mundo y circuló hasta 1810. Tuvo tres momentos de aparición: el primero cubrió seis meses de 1722 y fue dirigida por Juan Ignacio de Castorena y Ursúa. El segundo abarcó los años de 1728 a 1742, y estuvo encabezada por Juan Francisco Sahagún de Arévalo y Ladrón de Guevara, y en la tercera época fue dirigida y redactada por Manuel Antonio Valdés Murguía y Saldaña.
La imprenta tipográfica en el Nuevo Mundo
Tecnología tipográfica
La imprenta, cuya invención se atribuye al alemán Johannes Gutenberg en 1440, fue uno de los inventos que transformó la historia de la humanidad por el impacto que tuvo en la forma de almacenar y compartir el conocimiento.
La imprenta de tipos móviles
El proceso consistió en perfeccionar algunas técnicas, conocidas previamente, tanto de impresión como la de transferencia de texto e imágenes mediante unidades modulares: los tipos móviles. Los diversos signos de escritura se grababan en un punzón de acero, percutivo contra una placa de metal más blando para generar una matriz que luego era colocada en la base de un molde de madera para recibir el metal fundido que generaba un tipo móvil. Cada unidad o pieza de letra se podía usar en múltiples ocasiones. Las letras se imprimían en una hoja, y esto facilitaba hacer más copias de un texto en menor tiempo en comparación con las que se realizaban a mano por los monjes y copistas.
La técnica del metal
La tipografía está relacionada con el acuño de monedas y comparte aspectos con la orfebrería, ya que recurren a la técnica de la aleación y fundición de metales. Inicialmente, los signos de escritura se hacían de madera, pero fueron sustituidos por los metálicos, que resistían más el uso reiterado. Cada signo se graba por separado sobre un punzón en forma invertida a como se lee, es decir, en espejo. El sistema punzón-matriz-molde permitía la elaboración de tipos móviles; el proceso se realizaba tantas veces como piezas de metal se quisieran obtener. La aleación para fabricar letras era de plomo, estaño y antimonio.
La Biblia de 42 líneas
Los primeros intentos de libros impresos se remontan a mediados del siglo xv, pero el libro más conocido a nivel general fue una Biblia, denominada “de 42 líneas”, ya que cada página tiene ese número de renglones. Se realizó en dos tomos de más de 300 páginas cada uno, se imprimieron 180 ejemplares, 45 en pergamino y 135 en papel de algodón.
Estructura del libro antiguo
La expresión “libro antiguo” se usa para nombrar a los manuscritos e impresos que se produjeron entre el siglo xv e inicios del xix. En Occidente, incluidos los virreinatos americanos, el contenido, impresión y circulación de éstos fue regulado mediante una variedad de leyes. Los textos debían contar con una revisión a cargo de personas doctas antes de su publicación y, tras ser publicados, pasar la censura del Santo Oficio de la Inquisición. Estas regulaciones contribuyeron a que los libros publicados en el ámbito virreinal tengan una estructura más o menos similar: portada, páginas preliminares, cuerpo de texto, índice y colofón, y podía haber también una fe de erratas y tablas de contenido.
Portada
La información que habitualmente incluía la portada era el título de la obra, el autor o mecenas, y otras personas que tuvieron alguna injerencia en el libro, como traductores o comentaristas; también contaba con dedicatoria, lugar de impresión, taller tipográfico que lo hizo, año de publicación y, en ciertos casos, la mención de algún privilegio real. Los ornamentos, grabados y el uso de tintas podían variar de un género editorial a otro y de siglo en siglo.
Preliminares
Los preliminares, también conocidos como paratextos, son un conjunto de escritos con la información jurídica por la que había pasado la obra para su publicación: por ejemplo, las aprobaciones, tanto de los círculos religiosos como civiles, y los pareceres, que eran dictámenes del contenido de la misma. Los preliminares también podrían incluir dedicatorias y permisos, como el privilegio de impresión con el periodo de duración para ejercerlo. También es posible encontrar la tasa, que era el precio del impreso, y a veces las fes de erratas.
El colofón y el índice
El colofón era un párrafo que se colocaba al final del escrito donde se incluían los datos del impresor, a veces su marca o insignia o algún dato de su ubicación física. Aunque encontramos marcas del impresor en los siglos xvi y xvii, fue poco frecuente en los impresos novohispanos. Por su parte, los índices, que podían ubicarse entre los preliminares y el cuerpo del texto o al final de la obra, consisten en un sumario de contenido del texto, pueden estar organizados de forma alfabética o divididos en libros, capítulos y secciones, y su correlación con el folio en el que se encuentra el contenido preciso.
La expresión “libro antiguo” se usa para nombrar a los manuscritos e impresos que se produjeron entre el siglo xv e inicios del xiv. En Occidente, incluidos los virreinatos americanos, el contenido, impresión y circulación de éste fue regulado mediante una variedad de leyes. Los textos debían contar con una revisión a cargo de personas doctas antes de su publicación y, tras ser publicados, pasar la censura del Santo Oficio de la Inquisición. Estas regulaciones contribuyeron a que los libros publicados en el ámbito virreinal tengan una estructura más o menos similar: portada, páginas preliminares, cuerpo de texto, índice y colofón, y podía haber también una fe de erratas y tablas de contenido.
Los preliminares, también conocidos como paratextos, son un conjunto de escritos con la información jurídica por la que había pasado la obra para su publicación: por ejemplo, las aprobaciones, tanto de los círculos religiosos como civiles, y los pareceres, que eran dictámenes del contenido de la misma. Los preliminares también podrían incluir dedicatorias y permisos, como el privilegio de impresión con el periodo de duración para ejercerlo. También es posible encontrar la tasa, que era precio del impreso, y a veces las fes de erratas.
La llegada de la imprenta al virreinato de la Nueva España
Fue el obispo fray Juan de Zumárraga el encargado de hacer las gestiones iniciales para establecer la primera imprenta en la Nueva España, debido a la demanda de libros y la conveniencia de realizarlos en territorio novohispano. A instancias del virrey Antonio de Mendoza, el alemán Juan Cromberger, asentado en Sevilla, envió a su emisario Juan Pablos, originario de Lombardía, Italia, junto con todo lo necesario para instalar una casa de imprenta en la ciudad de México. Juan Pablos arribó en 1539 y estableció su taller tipográfico, el primero en los virreinatos hispánicos, cerca del Palacio de Gobierno (en la esquina de las actuales calles de Moneda y Primo de Verdad). El primer impreso conocido de América es el Manual de Adultos, del que se conservan cuatro páginas en la Biblioteca Nacional de España.
Las primeras imprentas que se establecieron en la Nueva España durante el siglo xvi fueron la de Juan Pablos, que pasaría luego a su yerno, Pedro Ocharte, y sería heredada a su viuda María de Sansoric, segunda mujer de ese impresor, y a sus hijos Luis y Melchor; la de Antonio de Espinosa; la de Pedro Balli, la de Antonio Ricardo, y la de Enrico Martínez. Durante el primer siglo de imprenta americana se considera que fueron publicados poco más de 200 títulos, de varios géneros editoriales. Luego de México fue Puebla de los Ángeles la segunda ciudad en tener una imprenta, establecida ahí por Juan Blanco de Alcázar hacia 1639; el primer libro impreso conocido estuvo a cargo de Pedro de Quiñones y se publicó en 1640.
IMPRENTA
El libro es un reflejo de la sociedad que lo produce y consume; es el testimonio material de una época, de la manera en la que conservan su memoria, el medio por el cual transmiten ideas, pensamientos, conocimientos, políticas, religiones, artes, novedades e información. Su presencia es constante en la cotidianidad de las esferas novohispanas. La alacena que aquí vemos, pintada por Antonio Pérez de Aguilar, representa diversos enseres que podía poseer un pintor. La repisa inferior contiene objetos vinculados con la tradición china, indígena y española, y relacionados con la bebida. En la central se observan alimentos comunes, como el pan, la miel, confituras y salmueras y, en la superior, hay objetos cercanos al ámbito intelectual y el de las artes, como libros, instrumentos de cuerda, un godete, pinceles, una escultura y una sierra.
Alacena, Antonio Pérez de Aguilar, ca. 1769, Museo Nacional de Arte.
Durante el periodo novohispano, los talleres tipográficos fueron frecuentemente negocios familiares que se heredaban de padres a hijos, en los cuales tanto hombres como mujeres tenían una participación activa. Lo mismo ocurría con los talleres de grabado. El oficio requería de la colaboración de diversos profesionales, como lo eran el compositor o cajista, el tirador y batidor, el corrector, el cortador de tipos y los fundidores. La imagen que apreciamos presenta un entintador embarrando la forma tipográfica. Se aprecian además otros muebles de la imprenta, una caja con tipos móviles y una galera.
Arte de Ymprenta, Alexandro Valdes (traducción), 1819, Biblioteca Nacional de México.
De las informaciones para el estudio de la imprenta mexicana antigua, los datos sobre aspectos económicos de la impresión son los menos habituales o frecuentes. Esta hoja es excepcional porque menciona los costos de impresión de 300 ejemplares, en tamaño de octavo, incluyendo el precio de los pliegos y la encuadernación. Para la impresión de un libro debían pactarse previamente los materiales que se utilizarían y el coste; estos acuerdos comerciales eran realizados por el dueño de la imprenta.
El sacerdocio real de los christianos, caracterizado en el santisimo nombre de Jesus, Fidel del Castillo, Imprenta de Pedro de la Rosa, 1814, Biblioteca Nacional de México.
Existen pocas referencias visuales sobre la apariencia de los impresores novohispanos. Este retrato representa a Manuel Antonio Valdés Murguía y Saldaña, notable impresor del final del periodo virreinal. Nació el 17 de julio de 1742. En esta pintura lo vemos en sus dos facetas, como escritor de sonetos y como impresor, por el librero a sus espaldas. Fue autor de la Gazeta de México desde 1774 hasta 1807, y para mejorar su circulación y negocio formuló una serie de estrategias comerciales como la suscripción a la Gazeta, el aviso de ocasión y la inclusión de publicidad y anuncios de los libros salidos de su taller tipográfico. Se le concedió el título de Impresor Honorario de Cámara del Rey el 20 de junio de 1793.
Manuel Antonio Valdés Murguía y Saldaña, Ignacio Ayala, siglo XIX, óleo sobre tela, Museo Nacional del Virreinato.