Sala 2 · Tema 4
Los Lagarto fueron una importante familia de iluminadores de libros en Nueva España. Luis, el patriarca de este linaje, originario de Sevilla, España, ilustró los textos de coro de la Catedral de México y tuvo varios hijos que continuaron con su labor; de sus trabajos se conservan espléndidos ejemplos tanto en la ciudad de México como en Puebla.
El Escudo de armas de México, escrito por Cayetano Cabrera y Quintero, da testimonio de la difícil situación que vivieron los habitantes de la ciudad de México tras la epidemia de matlazáhuatl que azotó a la capital entre 1736 y 1739. Además de describir los síntomas de la enfermedad y las recomendaciones para evitar su contagio y propagación, el libro relata la entronización de la Virgen de Guadalupe como “escudo” simbólico contra la enfermedad.
El grabado xilográfico y calcográfico
El grabado
La técnica de imprimir está ligada a la invención del papel en China, y se remonta al año 105 de nuestra era. El sistema básico de grabado en relieve consiste en retirar ciertas zonas de una superficie para dejar espacios huecos y otros que sobresalen. La superficie resultante se impregna con tinta con la ayuda de un rodillo y sobre esa placa entintada se coloca una hoja de papel absorbente y así se logra la impresión.
La técnica de las xilografías
El grabado en madera o xilografía es una técnica de impresión que emplea ese material como matriz, la cual se incide con un instrumento cortante como gubia o buril. Tradicionalmente se usan maderas frutales por su suavidad, como el cerezo o el peral, ya que las de arce o roble son demasiado duras. Las incisiones se realizan de dos formas: a fibra o a hilo y a contrafibra o testa. En el primer caso se talla con gubia en sentido vertical, es decir, el mismo que el tronco del árbol. En el segundo, la madera ha sido cortada de forma transversal al tronco del árbol y se talla con buril.
Testimonios de impresos xilográficos
El libro xilográfico más antiguo conocido es el Sutra del Diamante; fue impreso en China en 868, está compuesto por siete hojas y tiene forma de rollo. En Europa los registros más temprano de grabadores datan del siglo xiii; los artesanos eran en su mayoría orfebres o dibujantes que sabían trabajar la madera. Esa labor no era considerada como un arte sino como un medio útil que liberaba de trabajo a calígrafos y dibujantes, y que garantizaba más copias y más económicas para el mercado. En esta técnica se imprimían escritos, imágenes para libros, calendarios y naipes.
El grabado calcográfico
El grabado en cobre o calcografía es un método de impresión que usa una plancha de metal como matriz. La dureza del metal permite hacer trazos más limpios que en la xilografía y hace más perdurable la plancha. El grabado puede ser por incisión directa con herramientas afiladas o buril —conocido como “talla dulce”—, para hacer surcos de diversas profundidades que permitirán alojar más o menos tinta. Otro método de grabado es usando un ácido corrosivo sobre la plancha, que se denomina “agua fuerte”. Los surcos de esos grabados permiten hacer planos, volúmenes y claroscuros. Para imprimir calcografías no se utiliza la prensa tipográfica sino un tórculo porque ejerce una presión constante sobre el papel.
Texto e imagen en los libros
Se tienen registros del uso de la técnica de grabado en metal hacia 1420 y 1430 en Alemania, y era usada para imprimir naipes, mapas e imágenes devotas. Su desarrollo es independiente a la impresión del libro, pero, poco a poco, se fueron explorando las técnicas que permitieran la impresión simultánea de textos e imágenes. Tras la invención de la imprenta tipográfica se experimentó el uso de grabados en metal, pero ello implicó que la estampación se realizara en dos pasos: uno, imprimir las letras y otro, para hacer lo propio con el grabado. Aunque en Nueva España fueron más frecuentemente usados los grabados en madera que en metal, encontramos grabados calcográficos librarios de inigualable hermosura y calidad.
La imagen fue sumamente importante para la enseñanza, el aprendizaje, la comunicación de saberes y la difusión de devociones, por eso muchos libros, manuscritos o impresos, contenían ilustraciones que reforzaban el contenido de los textos o los embellecían. El uso de las imágenes fue especialmente relevante en sociedades con alto índice de analfabetismo, por ello los recursos visuales fueron una herramienta fundamental para la divulgación de diversas ideas y contenidos. Los grabados fueron muy usados con fines de evangelización de los pueblos originarios, sin embargo, con el correr del tiempo, su uso se diversificó y aplicó a diversos géneros de obras y en varias secciones del libro, como las portadas, los interiores, las letras capitulares, escudos y ornamentos tipográficos, los colofones y los ex libris. En este apartado veremos los usos del grabado en madera y metal y su relación con los libros.
En muchos manuscritos novohispanos es común encontrar imágenes impresas pegadas en las páginas que fueron recortadas de otras obras; algunas traen anotaciones, como la que aquí presentamos. Para algunos ejemplares manuscritos los autores mandaron hacer una portada a un taller tipográfico con la que encuadernaron varios opúsculos; ése fue el caso del jesuita Juan José Villar, de quien se conservan por lo menos cuatro escritos con una portada con el grabado de la Virgen de Guadalupe.
Disputationes in octo Physicorum, Juan José Villar Villa Amill, 1748, Biblioteca Nacional de México.
Así como la invención de la imprenta no remplazó totalmente la elaboración del libro manuscrito, tampoco el inicio del uso del grabado en metal en México suplantó el uso del grabado en madera. Los manuscritos novohispanos continuaron con la tradición heredada de los escribas de conventos medievales de ilustrar sus páginas, y tanto grabadores como pintores participaron en esas tareas. En la portada de esta obra de fray Andrés de San Miguel, el título está dentro en un marco con roleos coronado por el escudo de la orden del Carmen, que ofrece los signos gráficos del escudo de esos religiosos: el monte, la cruz y las tres estrellas.
Buelos de la pluma en gloria de los santos, Andrés de San Miguel, 1694, Biblioteca Nacional de México.
Las imágenes en los libros son testimonio de procesos históricos y religiosos, de las adecuaciones o interpretaciones que se hicieron de los modelos importados de Europa. Como la imagen que presentamos, que es una de las primeras representaciones de la Virgen de Guadalupe en un impreso mexicano. El texto de este libro da por verdadero el origen milagroso de la imagen y anota las fechas de las apariciones guadalupanas. Este impreso tiene un grabado xilográfico en portada y además uno calcográfico a manera de frontispicio. Aquí apreciamos una iconografía guadalupana diferente a la tradicional, ya que se ve a la Virgen rodeada de “milagritos” y colocada sobre un altar con candelabros para su veneración.
Imagen de la Virgen María, madre de Dios de Gvadalupe, Miguel Sánchez, 1648, por la Viuda de Bernardo Calderón, Biblioteca Nacional de México.
El primer grabador en metal que estuvo asentado en Nueva España fue el flamenco Samuel Stradanus, quien llegó hacia 1603 con la flota del virrey Juan de Mendoza y Luna, de la Casa de los Mendoza, III marqués de Montesclaros, con el encargo de fundar una Casa de Moneda en la ciudad de México y en Zacatecas, y establecer y difundir la labor de grabado en metal. Su obra más conocida es un grabado de la Virgen de Guadalupe rodeada por sus ochos milagros, fechada entre 1613 y 1615. De manera excepcional, se conserva la lámina de cobre original, encontrada en Oaxaca en 1948 por H. H. Behrens.
La Virgen de Guadalupe, Samuel Stradanus, ca. 1631, grabado en metal, Secretaría de Cultura.
Vía Láctea, seu, José Ramírez, 1698, Ex officina Dominae Mariae de Benavides, Biblioteca Nacional de México.
De algunos libros impresos existen diversas ediciones, que pueden tener modificaciones o actualizaciones, además de variantes u omisiones, como en el caso de la Vía Láctea. La edición original de la autoría del padre José Ramírez fue hecha en Valencia en 1678. La versión mexicana es del felipense Juan de la Pedrosa, realizada en el taller de la impresora María Benavides en 1698. Este libro es la primera historia de vida del santo Felipe Neri editada en México. Si bien el contenido de la biografía es el mismo en ambas obras, en la versión novohispana se modificaron las páginas preliminares, y los grabados fueron realizados exclusivamente para el impreso mexicano por Antonio de Castro (quien trabajó entre 1695 y 1732). Las transformaciones de los grabados de la edición mexicana se relacionan con las dedicatorias y los diferentes mecenas del libro.
Borradores de Cabrera, Cayetano de Cabrera y Quintero, vol. 6, Biblioteca Nacional de México.
Escudo de armas de México, Cayetano de Cabrera y Quintero, 1746, Biblioteca Nacional de México.
Para la mayoría de los grabados, tanto los elaborados en metal como en madera, fue usual contar con un dibujo previo, especialmente en las composiciones complejas. Hacer este boceto era tarea del grabador, pero en algunos casos participaban diversos artífices. El dibujo que se presenta aquí fue el boceto realizado por el reconocido pintor José de Ibarra; el grabado lo realizó Balthasar Troncoso y el texto pertenece a Cayetano Cabrera y Quintero. La impresión estuvo a cargo del taller de Rosa Teresa Poveda, viuda de Joseph Bernardo de Hogal.
Ediciones científicas
En los libros científicos la imagen fue usada para ejemplificar o enfatizar algún concepto, invento o proceso. Estas ilustraciones y esquemas fueron un recurso habitual en disciplinas como la botánica, anatomía, medicina, astronomía, física, filosofía y alquimia, entre varias más. Este libro de Juan Benito Díaz de Gamarra estaba pensado para los estudiantes universitarios del curso de filosofía del Colegio de San Francisco de Sales. En una de las láminas se aprecia un personaje, que bien podría representar a un estudiante, vestido con una toga manipulando un instrumento, lo que refuerza el fin didáctico de la obra.
Elementa recentioris philosophiae, Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, 1774, Lic. D. Joseph A. Jauregui, Biblioteca Nacional de México.
La imagen como testimonio
En el año de 1790 se removió el empedrado de la Plaza Mayor de la ciudad de México y de sus calles adyacentes para solucionar los problemas de drenaje. Durante las excavaciones se hallaron dos esculturas de piedra: Coatlicue y Piedra del Sol. Ambas fueron expuestas, en la Universidad y la Plaza Mayor, respectivamente, y dieron pie a interpretaciones y estudios; el más renombrado fue el de Antonio León y Gama, quien trató de descifrar el significado pictográfico de las piedras y sus deidades. El libro que compendió este estudio, impreso en 1792, es considerado precursor de la arqueología moderna. La edición cuenta con tres láminas grabadas por Francisco Agüera en las que se aprecian las dos piezas prehispánicas mencionadas.
Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México, se hallaron en ella el año de 1790, Antonio de León y Gama, 1792, Imprenta de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, Biblioteca Nacional de México.