Sala 2- Tema 4 - La imagen en los libros

La imagen fue sumamente importante para la enseñanza, el aprendizaje, la comunicación de saberes y la difusión de devociones, por eso muchos libros, manuscritos o impresos, contenían ilustraciones que reforzaban el contenido de los textos o los embellecían. El uso de las imágenes fue especialmente relevante en sociedades con alto índice de analfabetismo, por ello los recursos visuales fueron una herramienta fundamental para la divulgación de diversas ideas y contenidos. Los grabados fueron muy usados con fines de evangelización de los pueblos originarios, sin embargo, con el correr del tiempo, su uso se diversificó y aplicó a diversos géneros de obras y en varias secciones del libro, como las portadas, los interiores, las letras capitulares, escudos y ornamentos tipográficos, los colofones y los ex libris. En este apartado veremos los usos del grabado en madera y metal y su relación con los libros.

La imagen fue sumamente importante para la enseñanza, el aprendizaje, la comunicación de saberes y la difusión de devociones, por eso muchos libros, manuscritos o impresos, contenían ilustraciones que reforzaban el contenido de los textos o los embellecían. El uso de las imágenes fue especialmente relevante en sociedades con alto índice de analfabetismo, por ello los recursos visuales fueron una herramienta fundamental para la divulgación de diversas ideas y contenidos. Los grabados fueron muy usados con fines de evangelización de los pueblos originarios, sin embargo, con el correr del tiempo, su uso se diversificó y aplicó a diversos géneros de obras y en varias secciones del libro, como las portadas, los interiores, las letras capitulares, escudos y ornamentos tipográficos, los colofones y los ex libris. En este apartado veremos los usos del grabado en madera y metal y su relación con los libros.

En muchos manuscritos novohispanos es común encontrar imágenes impresas pegadas en las páginas que fueron recortadas de otras obras; algunas traen anotaciones, como la que aquí presentamos. Para algunos ejemplares manuscritos los autores mandaron hacer una portada a un taller tipográfico con la que encuadernaron varios opúsculos; ése fue el caso del jesuita Juan José Villar, de quien se conservan por lo menos cuatro escritos con una portada con el grabado de la Virgen de Guadalupe.

Disputationes in octo Physicorum, Juan José Villar Villa Amill, 1748, Biblioteca Nacional de México.

Así como la invención de la imprenta no remplazó totalmente la elaboración del libro manuscrito, tampoco el inicio del uso del grabado en metal en México suplantó el uso del grabado en madera. Los manuscritos novohispanos continuaron con la tradición heredada de los escribas de conventos medievales de ilustrar sus páginas, y tanto grabadores como pintores participaron en esas tareas. En la portada de esta obra de fray Andrés de San Miguel, el título está dentro en un marco con roleos coronado por el escudo de la orden del Carmen, que ofrece los signos gráficos del escudo de esos religiosos: el monte, la cruz y las tres estrellas.

Buelos de la pluma en gloria de los santos, Andrés de San Miguel, 1694, Biblioteca Nacional de México.

Las imágenes en los libros son testimonio de procesos históricos y religiosos, de las adecuaciones o interpretaciones que se hicieron de los modelos importados de Europa. Como la imagen que presentamos, que es una de las primeras representaciones de la Virgen de Guadalupe en un impreso mexicano. El texto de este libro da por verdadero el origen milagroso de la imagen y anota las fechas de las apariciones guadalupanas. Este impreso tiene un grabado xilográfico en portada y además uno calcográfico a manera de frontispicio. Aquí apreciamos una iconografía guadalupana diferente a la tradicional, ya que se ve a la Virgen rodeada de “milagritos” y colocada sobre un altar con candelabros para su veneración.

Imagen de la Virgen María, madre de Dios de Gvadalupe, Miguel Sánchez, 1648, por la Viuda de Bernardo Calderón, Biblioteca Nacional de México.

El primer grabador en metal que estuvo asentado en Nueva España fue el flamenco Samuel Stradanus, quien llegó hacia 1603 con la flota del virrey Juan de Mendoza y Luna, de la Casa de los Mendoza, III marqués de Montesclaros, con el encargo de fundar una Casa de Moneda en la ciudad de México y en Zacatecas, y establecer y difundir la labor de grabado en metal. Su obra más conocida es un grabado de la Virgen de Guadalupe rodeada por sus ochos milagros, fechada entre 1613 y 1615. De manera excepcional, se conserva la lámina de cobre original, encontrada en Oaxaca en 1948 por H. H. Behrens.

La Virgen de Guadalupe, Samuel Stradanus, ca. 1631, grabado en metal, Secretaría de Cultura.

De algunos libros impresos existen diversas ediciones, que pueden tener modificaciones o actualizaciones, además de variantes u omisiones, como en el caso de la Vía Láctea. La edición original de la autoría del padre José Ramírez fue hecha en Valencia en 1678. La versión mexicana es del felipense Juan de la Pedrosa, realizada en el taller de la impresora María Benavides en 1698. Este libro es la primera historia de vida del santo Felipe Neri editada en México. Si bien el contenido de la biografía es el mismo en ambas obras, en la versión novohispana se modificaron las páginas preliminares, y los grabados fueron realizados exclusivamente para el impreso mexicano por Antonio de Castro (quien trabajó entre 1695 y 1732). Las transformaciones de los grabados de la edición mexicana se relacionan con las dedicatorias y los diferentes mecenas del libro.

Para la mayoría de los grabados, tanto los elaborados en metal como en madera, fue usual contar con un dibujo previo, especialmente en las composiciones complejas. Hacer este boceto era tarea del grabador, pero en algunos casos participaban diversos artífices. El dibujo que se presenta aquí fue el boceto realizado por el reconocido pintor José de Ibarra; el grabado lo realizó Balthasar Troncoso y el texto pertenece a Cayetano Cabrera y Quintero. La impresión estuvo a cargo del taller de Rosa Teresa Poveda, viuda de Joseph Bernardo de Hogal.

Ediciones científicas

En los libros científicos la imagen fue usada para ejemplificar o enfatizar algún concepto, invento o proceso. Estas ilustraciones y esquemas fueron un recurso habitual en disciplinas como la botánica, anatomía, medicina, astronomía, física, filosofía y alquimia, entre varias más. Este libro de Juan Benito Díaz de Gamarra estaba pensado para los estudiantes universitarios del curso de filosofía del Colegio de San Francisco de Sales. En una de las láminas se aprecia un personaje, que bien podría representar a un estudiante, vestido con una toga manipulando un instrumento, lo que refuerza el fin didáctico de la obra.

Elementa recentioris philosophiae, Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, 1774, Lic. D. Joseph A. Jauregui, Biblioteca Nacional de México.

La imagen como testimonio

En el año de 1790 se removió el empedrado de la Plaza Mayor de la ciudad de México y de sus calles adyacentes para solucionar los problemas de drenaje. Durante las excavaciones se hallaron dos esculturas de piedra: Coatlicue y Piedra del Sol. Ambas fueron expuestas, en la Universidad y la Plaza Mayor, respectivamente, y dieron pie a interpretaciones y estudios; el más renombrado fue el de Antonio León y Gama, quien trató de descifrar el significado pictográfico de las piedras y sus deidades. El libro que compendió este estudio, impreso en 1792, es considerado precursor de la arqueología moderna. La edición cuenta con tres láminas grabadas por Francisco Agüera en las que se aprecian las dos piezas prehispánicas mencionadas.

Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México, se hallaron en ella el año de 1790, Antonio de León y Gama, 1792, Imprenta de don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, Biblioteca Nacional de México.