Sala 2 · Tema 1
Aunque con el paso del tiempo el formato de códice dejó de utilizarse, en el siglo xviii algunos caciques y descendientes de gobernantes indígenas encargaron libros ilustrados que recordaban la manera de representación del México antiguo; este medio fue usado para legitimar su gobierno y su linaje.
Del papiro al libro impreso
Actualmente es difícil imaginar un mundo sin libros y más complicado saber la variedad de modalidades que tuvieron. Para llegar a la forma en la que hoy los conocemos, éstos atravesaron por diversos procesos tecnológicos a través del tiempo que favorecieron su producción impresa y el uso del papel actual. A continuación, exponemos los principales cambios que experimentaron los libros y los materiales con los que se hicieron.
Las antiguas tablillas de arcilla y el papiro
Se tienen registros de documentos del año 3000 a.C., procedentes de la antigua Mesopotamia (lo que en la actualidad son los países Irak y Siria), del empleo de tablillas de arcilla, cera, madera y otros materiales como soporte para la escritura. Esas tablillas fueron remplazadas luego por rollos de papiro —conocidos como volumina— por ser más ligeros y fáciles de transportar. El papiro fue el soporte de escritura más usado en Egipto, Grecia y Roma. Los rollos de papiro, que podrían llegar a medir hasta 40 metros de largo, se desenrollaban horizontalmente, el texto estaba dispuesto en columnas, y se escribía sólo por una cara.
El papiro y el pergamino
El uso de piel de animal como soporte de escritura fue una innovación respecto del papiro. A pesar de su coste mayor, tenía algunas ventajas como la resistencia y el uso de ambas caras; además, si se cometían errores el pergamino podía rasparse para hacer la corrección. Las hojas podían coserse y eso modificó la manera en la que se escribía y leía, ya que, en lugar de desenrollarse y enrollarse el papiro, los folios de pergamino cocidos por un costado eran más manejables. Esos atributos determinaron que el uso del pergamino fuera paulatinamente más común.
El codex
La popularización del pergamino se debe principalmente a los romanos, quienes prefirieron el uso de codex (corteza, tronco), que consistía en pequeños cuadernos con hojas protegidas con tapas de madera; eso dio pie a las transformaciones que condujeron paso a paso al libro como ahora lo conocemos. Además de las páginas y las tapas, los libros se embellecieron de múltiples formas: hacia el año 400 d.C. aparecen los primeros manuscritos iluminados, encuadernados y decorados con materiales preciosos. Además del pergamino, es importante mencionar que en el 105 d.C. se “inventó” el papel en China, haciendo de este material el más empleado dentro de la cultura oriental.
El libro
El libro, sea manuscrito o impreso, es un conjunto de cuadernillos de hojas cosidas que puede estar protegido por una encuadernación. En la Edad Media la producción de éstos se limitó casi exclusivamente a los monasterios. Los religiosos copiaban, traducían e iluminaban los textos para su difusión y conservación. Los espacios para la escritura, conocidos como scriptorium, estaban organizados por tareas: la preparación de los folios, el marcado de las líneas para escribir el texto, la realización de la copia del texto en sí y la elaboración de las ilustraciones, y todo se hacía a mano. En el libro impreso el proceso de producción es diferente porque incluye el empleo de instrumentos mecánicos para la transferencia de los textos al papel, sin embargo, la apariencia general externa de manuscritos e impresos es similar, ya que se trata de un conjunto de hojas escritas y encuadernadas.
El libro europeo en la Nueva España
El arribo de españoles al Nuevo Mundo implicó la llegada de objetos, técnicas y materiales desconocidos por los nativos de estas tierras; uno de ellos fue el libro en el formato y estructura a la usanza del Viejo Mundo. Si bien en el México antiguo ya existían diversas formas de cultura gráfica y escrituraria, los conquistadores y religiosos europeos desembarcaron con un sistema de escritura distinto que modificó el proceso de registro, comunicación y lectura de los indígenas. Fueron los evangelizadores los encargados de transmitir a los habitantes originarios el sistema alfabético que en muchas ocasiones se combinó con imágenes que remitían a la tradición pictográfica indígena.
Los libros manuscritos que se presentan en esta sección dan cuenta de ese uso mixto y compartido de los elementos visuales y textuales, algunos de los cuales fueron utilizados por los frailes para el aprendizaje de las lenguas nativas y la enseñanza del catolicismo. Otros de los libros que se muestran aquí narran los intentos por parte de los indígenas para comprobar la posesión de sus tierras y la nobleza de su linaje; y unos más presentan traducciones de textos clásicos latinos al náhuatl.
Cantares mexicanos
En este libro mexicano del siglo xvi se pueden apreciar tanto elementos indígenas como los de tradición europea: en el primer caso encontramos la escritura pictográfica y los textos en náhuatl y en el segundo, el uso del alfabeto latino y el papel de trapo como soporte, así como el formato de libro cosido. El contenido de estos cantares es diverso pues incluye 20 himnos sagrados y un calendario de festividades para los nahuas, además de la traducción a lengua mexicana de las fábulas de Esopo.
Cantares mexicanos, siglo xvi, Biblioteca Nacional de México.
Códice Techialoyan de Cuajimalpa
Si bien con el pasar de los años prevaleció el uso del cuadernillo de folios cosidos, continuó produciéndose el formato de códice que se desplegaba a manera de biombo. Los denominados códices Techialoyan son un conjunto de documentos realizados entre 1685 y 1703 por grupos de indígenas del centro de México, con los que pretendían demostrar al gobierno novohispano su pertenencia legítima de la tierra desde tiempos prehispánicos. Existen aproximadamente 50 ejemplares de códices tipo Techialoyan y están escritos en náhuatl y latín, sobre papel amate y tinta ferrográfica.
Códice Techialoyan de Cuajimalpa, siglo xviii, Archivo General de la Nación.
Diccionario en otomí
Durante el siglo xvi la labor de cristianizar a los indígenas recayó en las órdenes mendicantes —franciscanos, dominicos y agustinos—, quienes debieron aprender la lengua de los nativos para así lograr su conversión e introducirlos al régimen monárquico como súbditos del rey. Este manuscrito que se encuentra en la Biblioteca Nacional de México es un diccionario de términos ordenados alfabéticamente en español y su correspondencia en otomí. Al final contiene un listado de palabras relacionadas con los parentescos, como hermano, sobrino, tío. Su autor fue un religioso, quien lo hizo durante la evangelización; asimismo, sirvió de instrumento de consulta para los interesados en comunicarse en esa lengua.
Diccionario en otomí, 1640-1699, Biblioteca Nacional de México.
Códice Sierra-Texupan
Este libro de cuentas denominado Códice Sierra es un registro de los ingresos y egresos del pueblo de Santa Catalina Texupan, ubicado en la Mixteca Alta del estado de Oaxaca. En este manuscrito podemos encontrar la combinación de elementos indígenas y españoles, pictográficos y textuales que dan cuenta de la participación de indígenas que sabían náhuatl, mixteco y castellano.
Códice Sierra-Texupan, 1550-1564, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.