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El Museo Británico en Londres alberga nueve de las piezas hechas con turquesa de mayor refinamiento y calidad del arte mexica y mixteca de las que se tiene noticia en el mundo entero. Adquiridas durante el siglo xix, los primeros mosaicos turquesas que actualmente se resguardan en el Museo Británico fueron legados por Henry Christy (1860-65). Estos objetos de arte, elaborados con turquesa, lignito, pirita y concha, sintetizan el poderío y las redes de intercambio del imperio mexica. La mezcla de materiales exóticos estrictamente seleccionados muestra la riqueza y diversidad del México Antiguo. Así, la turquesa fue enviada como tributo a la capital mexica desde varias provincias del imperio, algunas de las cuales se ubicaban en los actuales estados de Veracruz, Guerrero y Oaxaca. La turquesa se enviaba en trozos crudos o como mosaicos cortados y pulidos que decoraban una variedad de objetos, como máscaras, escudos, bastones, discos, cuchillos y brazaletes. Por una lista de los tributos recibidos por el emperador Moctezuma II sabemos que, desde una provincia de Oaxaca, se enviaban 10 máscaras de mosaico de turquesas elaboradas por hábiles artesanos mixtecos cada año. En esta sala se pueden admirar cuatro piezas fundamentales e icónicas de la colección, cuya complejidad en la factura y alta estética dejan ver la grandeza del México Antiguo.
Lejos de ser una piedra pasiva e inerte, la turquesa estaba intensamente viva y simbolizaba las almas de los guerreros y el corazón azul feroz de la llama palpitante. Es por ello que surge en los cultos a las deidades asociadas a la guerra en Mesoamérica. Se cree que el cráneo representa al dios Tezcatlipoca, o “Espejo humeante”, una de las cuatro poderosas deidades creadoras que se encontraban entre los dioses más importantes del panteón mexica. Tezcatlipoca a menudo aparece con espejos de obsidiana en la cabeza y se ubica como un adversario de Quetzalcóatl. El nombre “Espejo humeante” deriva de la palabra náhuatl tezapoctli, que significa “humo brillante”, y las representaciones de Tezcatlipoca se caracterizan por rayas negras distintivas en la cara y un espejo humeante que, por lo general, se muestra en su tocado, en su sien o en lugar de un pie arrancado. Xiuhtecuhtli, el dios azteca del fuego, representado en forma de máscara, data del siglo final del imperio mexica, c. 1400-1521 d.C. Está hecha de cientos de pequeñas piezas de turquesa pegadas a una base de madera de cedro y estaba destinado a ser usado por un imitador de dios en ceremonias religiosas o por una efigie del dios. Muchas teorías sugieren el significado simbólico de las imágenes del pectoral en forma de serpiente bicéfala de la colección. Se ha propuesto que ésta era un símbolo de renacimiento debido a su capacidad para mudar su vieja piel y aparecer como una serpiente renacida. Puede haber sido una representación de la tierra y el inframundo con cada cabeza representando uno. El dios serpiente emplumado Quetzalcóatl, patrón de los sacerdotes y símbolo de la muerte y resurrección, era importante para las religiones del centro de México, por lo que se piensa que está asociada a esta deidad. Una de las piezas más enigmáticas de la colección es la máscara atribuida unas veces a Quetzalcóatl y otras a Tláloc, por sus grandes ojos que parecen portar anteojeras.
Mi experiencia como parte del grupo de la Misión Exterior para la conformación de la exposición “La Grandeza de México” en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México y paralelamente como directora del Instituto Cultural Mexicano en Viena y consejera de Asuntos Culturales en la Embajada de México en Austria y posteriormente como encargada de Asuntos de Cooperación Internacional en la Embajada de México en Reino Unido, fue increíblemente enriquecedora porque tuvo multiplicidad de vertientes. Gran Bretaña es un país que resguarda una enorme cantidad de piezas de la herencia cultural mexicana de valor incalculable. Entre ellas se encuentran códices como el Selden, Mendoza, Nuttall, Fejérváry-Mayer, Aubin, entre otros. Asimismo, cuenta con nueve de las piezas más importantes del trabajo en mosaico de turquesa mexica que existen y que era insoslayable mostrar en esta sala. La situación para los traslados temporales de este tipo de piezas no es muy diferente de la de los otros países, además de que Gran Bretaña en particular ha obtenido a lo largo de su historia muchísimos artefactos de una forma problemática, incluso más, se podría decir, que la de España, que fue adonde llegaron en primera instancia los “regalos” enviados por parte de Hernán Cortés a Carlos V. Lo curioso y lamentable de alguna manera, es que México no fue realmente de interés cultural para este país sino hasta el siglo xix. Los objetos que llegaron ahí lo hicieron casi de un modo casual, producto de compras de colecciones que peligraban tras las guerras napoleónicas y otros antecedentes. Si bien existen ya signos de una genuina preocupación por dar su verdadero valor a la herencia cultural de México, como lo demuestra el trabajo del relativamente reciente Centro Santo Domingo de Estudios Latinoamericanos del Museo Británico, sin duda queda un largo camino por recorrer. Lo importante es posicionar a México en el lugar que corresponde como país con una inmensa grandeza cultural y se tiene que seguir trabajando en visibilizar y hacer conciencia de los tesoros que hablan de nuestra identidad en otros territorios. Mónica Sigg Pallares
La parte posterior del pectoral de la serpiente bicéfala, aunque antiguamente era dorada, en la actualidad es plana y tan sólo las cabezas tienen decoraciones en ambos lados.
Los ojos de la máscara de Xiuhtecutli están hechos con nácar, mientras que los párpados originalmente estaban dorados con una lámina de oro fina como una oblea. Los siete dientes son de concha.
La base de la máscara de Tezcatlipoca es un cráneo humano. Está cortado en la parte posterior y forrado con piel de venado sobre la que se articula la mandíbula móvil.
Serpiente con dos cabezas
Máscara mosaico
Máscara que quizá representa a Tezcatlipoca