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Alemania resguarda en la Biblioteca Nacional de Sajonia, en Dresde, uno de los tres códices mayas de los que se tiene certeza sobre su autenticidad. La noticia de su traslado a Europa es incierta, pero se especula que fue uno de los tantos envíos que hizo Hernán Cortés a España en el siglo xvi. Este códice es el más completo y básicamente se trata de un documento pictográfico, cuyo contenido se refiere a temas adivinatorios enmarcados en una serie de rituales relativos a la astronomía, el calendario y la cosmovisión mayas.
Probablemente, uno de los aspectos más importantes y estudiados del códice es su contenido astronómico. La tabla de Venus, representada en las páginas 24 y 46, hasta la 50, es donde mediante figuras de dioses y guerreros, así como de colores simbólicos, se traza la ruta sinódica de este planeta, es decir, el tiempo necesario para que éste regrese a la misma posición respecto al Sol. La sofisticación intelectual y el avance de la cultura maya son representados en este documento, que a la fecha sigue siendo estudiado por especialistas de todo el mundo. La composición de la tabla de Venus refleja el interés maya en los cálculos de los múltiples ciclos astronómicos. Aparte de relacionar los cuatro subintervalos del periodo sinódico de Venus a la Luna, también rastrea el movimiento aparente del Sol. La longitud total de cada línea de los cinco periodos sinódicos de 584 días es igual a 2920 días, que es también el periodo de ocho años solares de 365 días. Esto proporciona una buena comprensión del significado de los glifos de las cuatro direcciones del universo maya, las cuales también están anotadas en la tabla. Los colores del códice juegan un papel simbólico importante porque marcan los inicios y finales de los ciclos calendáricos en intervalos que van del negro al rojo. Los especialistas han encontrado en el códice una relación con las culturas del centro de México, en especial en la tabla 49, en donde una deidad arroja lanzas a la manera de un dios de fuego mexica: el dios Xiuhtecuhtli. Gracias a la composición sintáctica del códice y a la lectura fonética que surge de esta sintaxis u orden de composición ha sido posible para los investigadores avanzar en el desciframiento jeroglífico de este importante documento.
Mi experiencia como parte del grupo de la Misión Exterior para la conformación de la exposición “La Grandeza de México” en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México y paralelamente como directora del Instituto Cultural Mexicano en Viena y consejera de Asuntos Culturales en la Embajada de México en Austria y, posteriormente, como encargada de Asuntos de Cooperación Internacional en la Embajada de México en Reino Unido, fue increíblemente enriquecedora porque tuvo multiplicidad de vertientes. En Alemania no tuve un cargo directo dentro de la Embajada de México, pero sí fui la responsable de la selección y el traslado temporal de las piezas para la exposición “La Grandeza de México”. Ésta fue una experiencia que me dejó grandes satisfacciones, sobre todo por el gran trabajo en equipo que establecí con los colegas de la Embajada de México en Alemania. De no ser por su cooperación y apoyo, las cosas se hubieran complicado muchísimo, puesto que todo este trabajo se hizo en tiempos de pandemia y con todas las dificultades logísticas que implicó la solicitud de las piezas y los traslados. Además de esto, se pudo establecer un Convenio de Cooperación con el Instituto Iberoamericano de la Fundación Cultural del Patrimonio Prusiano para el intercambio digital de objetos y archivos para el Repositorio Memórica de México. Para esta sala me pareció que por la inmensa cantidad de piezas que resguardan muchos museos de Alemania era preferible presentar un solo objeto icónico y perteneciente a otra de las grandes culturas que han formado y siguen vivas en nuestro país: el Códice Dresde de la cultura maya. Si un objeto puede ser embajador y representante de la Grandeza de México es justamente este documento pictográfico. Quise abordar algunos aspectos que evidencian la complejidad y sofisticación de la cosmovisión maya a través de un documento de fundamental importancia para la comprensión de nuestra cultura ancestral. Mónica Sigg Pallares
El códice fue escrito por seis escribas diferentes. Cada uno tenía su propio tema, estilo de escritura y glifos. Los colores básicos, hechos de tinturas vegetales, eran rojo, negro y azul maya.
La página 24 del códice es significativa por los rojos símbolos de tipo concha que representan la invención maya de gran significado: el concepto de cero.
El Códice Dresde contiene tablas astronómicas de una precisión extraordinaria. Es particularmente famoso por su serie lunar y los ciclos venusianos. La serie lunar tiene intervalos que se correlacionan con eclipses.
Códice Dresde