Impresionismo

Concluimos este recorrido con el impresionismo, paralelo cronológicamente al realismo. En 1874 tuvo lugar la exposición en la que se mostraron las primeras obras y significó un gran giro, sobre todo en Francia, pues cuestionó el quehacer del arte y sus formas académicas que en gran medida se generaba en el interior de los talleres. El impresionismo busca recrear los efectos de la luz en el exterior y reproducir paisajes en plein air (al aire libre); en este sentido, también cambió la labor cotidiana del artista, en específico en los tiempos de creación si consideramos que la luz del sol cambia durante el día, lo cual provoca una percepción alterada. Trabajaban bajo el entendido de que aquello que observamos no son objetos particulares uniformes en color, sino una mezcla de tonos combinados que cambian constantemente.

El concepto

El término empleado como estilo artístico se le atribuye al crítico francés Louis Leroy, quien lo utilizó, de manera despectiva, al observar una obra de Claude Monet, llamada Impresión del Sol naciente (1873), la cual atacó en la prensa junto con los demás pintores que participaron en el Salón de Artistas Independientes de París entre abril y mayo de 1874.

Características

Se buscó evocar los efectos de la luz y su impacto en los colores y sombras naturales. El trazo se realiza al momento y pierde la delicadeza de pintar con toda pausa como en los estilos anteriores, y las pinceladas devienen más gruesas y contrastadas, con más soltura, y por ello para los primeros espectadores parecían piezas de arte “inacabadas”. Lejos queda ya el empeño de la “correcta” representación de las perspectivas y de las composiciones perfectas. Los pigmentos solían utilizarse en estado puro y de ahí el colorido vivo y brillante de muchas de las obras.