Sala 3 - Tema 6 - Lecturas y lectores: de la educación al esparcimiento

No obstante que la mayor parte de la población mexicana que vivió en el siglo xix no sabía leer ni escribir, la influencia de las palabras e imágenes impresas suscitó controversia en las esferas del poder. Si bien las distintas administraciones gubernamentales se sucedieron con violencia unas a otras en la efervescencia política del momento, la mayoría de ellas favoreció políticas que impulsaron la lectura como una herramienta imprescindible en el proyecto regenerador de la sociedad, que buscaba apartarla de la idiosincrasia implantada durante la Colonia. Sin embargo, algunas estrategias igualmente estuvieron acompañadas por leyes y reglamentos que censuraban la opinión pública que se opusiera a ellas, por muy informada que estuviera. Con el paso del tiempo, los lectores fueron ganando cada vez más relevancia, pues mediante su decisión de compra, adquiriendo o rechazando las publicaciones, también podían provocar el éxito o el fracaso de las propuestas editoriales.

No obstante que la mayor parte de la población mexicana que vivió en el siglo xix no sabía leer ni escribir, la influencia de las palabras e imágenes impresas suscitó controversia en las esferas del poder. Si bien las distintas administraciones gubernamentales se sucedieron con violencia unas a otras en la efervescencia política del momento, la mayoría de ellas favoreció políticas que impulsaron la lectura como una herramienta imprescindible en el proyecto regenerador de la sociedad, que buscaba apartarla de la idiosincrasia implantada durante la Colonia. Sin embargo, algunas estrategias igualmente estuvieron acompañadas por leyes y reglamentos que censuraban la opinión pública que se opusiera a ellas, por muy informada que estuviera. Con el paso del tiempo, los lectores fueron ganando cada vez más relevancia, pues mediante su decisión de compra, adquiriendo o rechazando las publicaciones, también podían provocar el éxito o el fracaso de las propuestas editoriales.

Los impresos dramáticos

Los actores de las compañías teatrales itinerantes que escenificaron sus obras tanto en las plazas públicas de los pueblos como en los grandes teatros, no sólo llevaban consigo su calzado, maquillaje, espejos y utensilios de costura para arreglar los vestuarios, sino también los guiones impresos de las piezas dramáticas que habían representado. Los histriones solían repasarlos haciendo anotaciones a mano hasta lograr memorizar sus papeles y leyéndolos individualmente entre murmullos, como vemos en la imagen, o en voz alta durante los ensayos. Asimismo, a lo largo de la centuria se publicaron varios guiones famosos y se editaron revistas en las que se reseñaban y comentaban las obras nacionales y extranjeras que se ponían en escena.

Usos didácticos y escolares de la edición

A partir de 1860, los docentes mexicanos se dieron a la tarea de adaptar los libros de texto de enseñanza básica, importados de Francia e Inglaterra, a las circunstancias nacionales, mientras que las revistas especializadas escritas y dirigidas por ellos comenzaron a tomar relevancia. Su objetivo era sustituir la lectura de memorización de los sistemas pedagógicos anteriores por una lectura de comprensión que fortaleciera el desarrollo intelectual, físico y moral del niño.

Mujeres y lecturas: tras los rastros y las evidencias

En el siglo xix la lectura en voz alta o la memorización de textos religiosos y poesías fueron claves en el acercamiento de las mujeres a la lectura y la cultura impresa, aunque muchas de ellas no supieran escribir. Progresivamente, se pasó de ofrecer publicaciones enfocadas a los conocimientos útiles que reforzaban la vinculación impuesta entre las féminas y el ámbito privado del hogar y la familia, a crear revistas dirigidas y redactadas por ellas mismas. Los textos e imágenes que incluyeron propugnaban la incorporación de las mujeres a los espacios públicos, la política, el mercado laboral y la educación profesional, al tiempo que se afirmaba la igualdad intelectual entre hombres y mujeres.

En el siglo xix la lectura en voz alta o la memorización de textos religiosos y poesías fueron claves en el acercamiento de las mujeres a la lectura y la cultura impresa, aunque muchas de ellas no supieran escribir. Progresivamente, se pasó de ofrecer publicaciones enfocadas a los conocimientos útiles que reforzaban la vinculación impuesta entre las féminas y el ámbito privado del hogar y la familia, a crear revistas dirigidas y redactadas por ellas mismas. Los textos e imágenes que incluyeron propugnaban la incorporación de las mujeres a los espacios públicos, la política, el mercado laboral y la educación profesional, al tiempo que se afirmaba la igualdad intelectual entre hombres y mujeres.

La lectora. Pierre Ribera. Pastel sobre papel. Museo Nacional de San Carlos.

La lectura en los conventos femeninos

La lectura fue la herramienta principal de instrucción en los conventos. En ellos circularon varios tipos de textos manuscritos e impresos que se meditaban en la intimidad de las celdas, como las hagiografías y libros de coro, o se leían, escuchaban y memorizaban en los espacios compartidos, como los textos doctrinales y las reglas de comportamiento y constituciones de cada orden. En los refectorios, por ejemplo, comer y escuchar la lectura en voz alta que se hacía desde el púlpito promovió el aprendizaje, la reflexión y la creación de un sentido de pertenencia comunitario e individual, mediante los que se establecían referentes sobre los mundos natural y sagrado y las funciones y expectativas sociales de las religiosas como esposas de Cristo.

Refectorio de un convento de monjas. Anónimo. Ca. 1845. Óleo sobre tela. inah

La bibliología trata el estudio de los aspectos relacionados con el libro y, con ello, a las manifestaciones que se suscitan a través de su forma y contenido. Cada una de las perspectivas de abordaje comprende desde los aspectos materiales a los visuales, diseñísticos, físicos, químicos, tipográficos, procesales y de conservación; y en los de contenido se refiere a los lingüísticos, comunicativos, históricos y temporales. Lo anterior representa apenas una parte del universo investigativo, pues los estudios de caso, análisis de obras, reproducción, comparación y otros más son un conglomerado multidisciplinario. Debemos considerar que el término libro va más allá del codex empastado; que otros tipos de productos editoriales ―en sus formas físicas y digitales― también le competen; y que otras fuentes de investigación se encuentran en la producción actual, sea ésta editorial, literaria o artística.

En la medida en que la bibliología permite observar fases o etapas concretas en tiempo y espacio, nuestra reflexión considera que, al ser múltiples las formas de establecer categorías, no basta un solo ejemplo para representar a un tipo de obra y, sin embargo, aunque ese caso nos puede hablar de características sobresaliente de un tipo de obra, esta aparente contradicción es natural pues la relación entre el objeto de estudio y su entorno es a la vez tácita y flexible.

Tal vez el terreno que merece atención para un estudio más abierto y conciso sobre la bibliología sea precisamente el enfoque multi e interdisciplinario, pues las brechas entre las áreas del conocimiento, válidas y nutritivas desde sus especialidades, no siempre valoran otras miradas y, con ello, cierran las posibilidades de interacción entre los aspectos históricos, tecnológicos, artísticos y otros más.

Hemos pretendido en esta exposición generar reflexiones sobre el amplio universo de la bibliología mexicana como una evidencia de las capacidades creativas del ser humano, mismas que le han llevado a transformar sus necesidades de comunicación y representación para responder a los desafíos históricos. Por ello, se han mostrado las diversas maneras en que los artefactos editoriales mexicanos del siglo xix fueron el fruto de la adaptación e innovación en las técnicas que les precedieron y las nuevas que se incorporaron en esa centuria, así como las imbricadas relaciones que establecieron diversos participantes —como impresores, ilustradores, redactores, distribuidores y lectores— en la cimentación y contribución en la transformación de la sociedad.

Para el caso de la bibliología en México, no basta con ensalzar el factor nacionalista, sino al igual que para cualquier zona geográfica, el humanista, es decir, el objeto de estudio como un emblema de lo que ha sido humanamente posible gracias al libro en todas sus latitudes. Lo nacional como lo universal y lo universal en lo nacional.

La bibliología trata el estudio de los aspectos relacionados con el libro y, con ello, a las manifestaciones que se suscitan a través de su forma y contenido. Cada una de las perspectivas de abordaje comprende desde los aspectos materiales a los visuales, diseñísticos, físicos, químicos, tipográficos, procesales y de conservación; y en los de contenido se refiere a los lingüísticos, comunicativos, históricos y temporales. Lo anterior representa apenas una parte del universo investigativo, pues los estudios de caso, análisis de obras, reproducción, comparación y otros más son un conglomerado multidisciplinario. Debemos considerar que el término libro va más allá del codex empastado; que otros tipos de productos editoriales ―en sus formas físicas y digitales― también le competen; y que otras fuentes de investigación se encuentran en la producción actual, sea ésta editorial, literaria o artística.

En la medida en que la bibliología permite observar fases o etapas concretas en tiempo y espacio, nuestra reflexión considera que, al ser múltiples las formas de establecer categorías, no basta un solo ejemplo para representar a un tipo de obra y, sin embargo, aunque ese caso nos puede hablar de características sobresaliente de un tipo de obra, esta aparente contradicción es natural pues la relación entre el objeto de estudio y su entorno es a la vez tácita y flexible.

Tal vez el terreno que merece atención para un estudio más abierto y conciso sobre la bibliología sea precisamente el enfoque multi e interdisciplinario, pues las brechas entre las áreas del conocimiento, válidas y nutritivas desde sus especialidades, no siempre valoran otras miradas y, con ello, cierran las posibilidades de interacción entre los aspectos históricos, tecnológicos, artísticos y otros más.

Hemos pretendido en esta exposición generar reflexiones sobre el amplio universo de la bibliología mexicana como una evidencia de las capacidades creativas del ser humano, mismas que le han llevado a transformar sus necesidades de comunicación y representación para responder a los desafíos históricos. Por ello, se han mostrado las diversas maneras en que los artefactos editoriales mexicanos del siglo xix fueron el fruto de la adaptación e innovación en las técnicas que les precedieron y las nuevas que se incorporaron en esa centuria, así como las imbricadas relaciones que establecieron diversos participantes —como impresores, ilustradores, redactores, distribuidores y lectores— en la cimentación y contribución en la transformación de la sociedad.

Para el caso de la bibliología en México, no basta con ensalzar el factor nacionalista, sino al igual que para cualquier zona geográfica, el humanista, es decir, el objeto de estudio como un emblema de lo que ha sido humanamente posible gracias al libro en todas sus latitudes. Lo nacional como lo universal y lo universal en lo nacional.