Desde la primera mitad del siglo xix, una vez consumada su Independencia, México adopta medidas legislativas, administrativas, diplomáticas y legales a fin de hacer frente al tráfico internacional de los bienes culturales protegidos conforme a su legislación nacional y de procurar la recuperación de los mismos cuando éstos han sido ubicados en el extranjero y existen indicios de que fueron sustraídos ilícitamente del país.
Como ejemplo de lo anterior, el 28 de octubre de 1835 la sre
emitió una circular por
medio de la cual, en virtud de la detección en Burdeos, Francia, de un cargamento de artefactos
arqueológicos sustraídos por el puerto de Veracruz, solicitó que las aduanas mexicanas tomaran
medidas a fin de que el Arancel para las Aduanas Marítimas y de Fronteras de la República
Mexicana —que, desde 1827, restringía la exportación de tales artefactos— fuese aplicado
puntualmente.
Arancel para las Aduanas Marítimas y de Fronteras de la República Mexicana, 26 de noviembre
1827 (disposición pertinente)
De la exportación
41. Se prohíbe bajo la pena de comiso la exportación de [...] monumentos y antigüedades
mexicanas [...].
La adopción de medidas eficaces para procurar la recuperación de bienes culturales protegidos
requiere una colaboración estrecha entre la sre y las dependencias y
entidades de la
Administración Pública Federal con atribuciones en materia de protección de patrimonio cultural.
Por lo que a esta secretaría concierne, entre sus competencias se encuentra la de coordinar la
actuación de México en el extranjero —principalmente, de la Fiscalía General de la República,
del inah, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y del
Archivo General de la
Nación— a efecto de potenciar y encauzar la política permanente tendente a lograr tal fin.
Particularmente, la sre ofrece los argumentos y elementos de prueba que
las dependencias y
entidades en cuestión aportan para sustentar y promover con rigor ante autoridades extranjeras
las peticiones de restitución de bienes culturales protegidos que México les presenta, a fin de
procurar que éstas prosperen y lograr así que bienes patrimoniales sustraídos ilícitamente del
territorio nacional sean repatriados.
Gracias a la documentación resguardada en archivos de México y de otros países o publicada sobre
los vestigios de la época prehispánica que fueron descubiertos en nuestro territorio por
viajeros, exploradores y arqueólogos extranjeros y mexicanos en los siglos anteriores, se han
podido restituir y repatriar objetos y monumentos que fueron expoliados de sus respectivos
yacimientos arqueológicos. Una vez que salieron ilegalmente de aquí, alimentaron el mercado
internacional de antigüedades que provee de ellas a los grandes coleccionistas particulares y en
décadas pasadas a muchos de los museos de otras naciones.
El 15 de abril de 2019, la Consultoría Jurídica de la sre en un acto
oficial hizo la
entrega-recepción al inah de un fragmento de la Estela 2 del sitio
arqueológico de La Mar,
ubicado en Chiapas, que fue sustraído hace décadas y devuelto desde los Estados Unidos a
territorio nacional. Una vez recibido, se llevó al Museo Nacional de Antropología para su
resguardo y hoy se exhibe en esta exposición sobre la Grandeza de México. Otros dos fragmentos
del mismo monumento se encuentran en el Museo de Palenque, también del
inah. Se sabe que el
fragmento recientemente ingresado, desde 1966 lo tuvo bajo su posesión un ciudadano
norteamericano radicado en Indiana que al enterarse que venía de un saqueo tomó la decisión de
devolverlo. Así, estableció comunicación con el Instituto para la Preservación del Arte de la
Universidad de Yale y en el año 2018, a través del Consulado Mexicano en Nueva York, se inició
su proceso de repatriación. Gracias a la expedición realizada en 1897 por Teobert Maler a varias
ruinas aledañas al río Usumacinta y sus afluentes, como el Cayo, Budsilhá, La Mar, El Chile,
Anite II y El Chicozapote, se disponen de descripciones, dibujos y fotografías de sus vestigios
arquitectónicos, escultóricos y registros epigráficos tallados sobre piedra que localizó en esos
asentamientos. Estos valiosos documentos hoy se encuentran dentro del acervo del Instituto
Ibero-Americano de Berlín, y fueron publicados en 1901 en su libro
Investigaciones en la porción
central del Valle del Usumatsintla (sic).
Una fotografía de la Estela 2 de La Mar (hoy fechada por los especialistas en el Clásico Tardío,
800-850 d.C.) tomada por dicho investigador, que se encuentra en ese archivo y dentro de esa
publicación, la presenta completa pero fragmentada en cinco grandes partes, siendo que la parte
devuelta corresponde a la sección superior izquierda del mismo monumento.
Su cara tallada aún completa registrada en la fotografía presenta cartuchos con jeroglíficos y
cinco personajes de alta jerarquía, todos con bellas vestimentas reales, ricos atavíos y
complejos tocados; tres se ubican en el área inferior de la estela y otros dos miran hacia
arriba. El de la izquierda, en posición de baile, es el que aparece en el fragmento repatriado.
De este último, se debe señalar que el grosor original de la piedra caliza sobre la que se talló
se adelgazó debido a que fue cortado para liberarlo de peso muerto y así sustraerlo más
fácilmente. Es importante señalar que arriba de los dos personajes hay más bajorrelieves —quizá
de otro par de individuos— que probablemente indiquen que la Estela 2 de La Mar aún tenía otra
sección más en su parte alta, misma que hasta la fecha no ha sido encontrada.
La última década [los años sesenta del siglo xx] fue testigo de un aumento del robo, la mutilación y la exportación ilícita de monumentos mexicanos y guatemaltecos, con la finalidad de satisfacer el apetito del mercado internacional de arte. América Latina no había sido objeto de un pillaje tan devastador desde el siglo xvi (Clemency Chase Coggins, 1969).