Los más de cinco mil mexicanos que han tenido la fortuna de ser en algún momento residentes de la Casa de México en París han cumplido un objetivo de desarrollo académico invaluable. Sin duda, uno de los resultados más nobles, durante estas casi siete décadas de trabajo, consiste en compartir los conocimientos adquiridos durante su estancia. El beneficio para México es enorme; los conocimientos adquiridos llegan a nuestro país a menudo en aulas de estudio a través de la docencia o, también, en el desarrollo laboral. Estos viajeros ansiosos de adquirir conocimiento vuelven con deseos de aplicar, desarrollar, compartir y expresar una mirada enriquecida gracias a la oportunidad de estudiar en el extranjero y de haber residido en un lugar tan especial como la Casa de México, que brinda cobijo en muchos sentidos. Ésta es una pequeña muestra simbólica de antiguos residentes.

Los expedientes de los residentes de la Casa de México, como documentos históricos, rinden cuenta de datos fundamentales de la persona en cuestión, y en esta selección, además, podemos evocar el pasado a través de la fotografía de identificación que se incluye y que nos habla de la juventud de algunos de los personajes que devinieron grandes personalidades. Entre ellos podemos encontrar al joven ingeniero civil, egresado de la unam, Cuauhtémoc Cárdenas (1934), quien realizó una estancia en el Ministère de la Reconstruction durante el año escolar 1957-1958. Su colega Alfonso Vaca Morales (1934-2008) reforzó la misma licenciatura con estudios de posgrado técnico en la escuela Arts et Métiers también en 1958; y si bien sus estudios fueron de naturaleza técnica, ambos dedicaron su vida al ámbito político. En esta disciplina social destacó el caso del estudiante Porfirio Muñoz Ledo (1933), quien viajó a París en el año académico de 1957 a fin de continuar con su formación en ciencias políticas y derecho en la Faculté de Droit. Desde las letras y la filosofía Ricardo Guerra (1927-2007) y Margo Glantz (1930), ambos escritores, ensayistas y funcionarios en algún momento de su vida, fortalecieron su cosmovisión en las aulas de la Sorbona en 1953 y 1959, respectivamente. Finalmente, artistas plásticos de la talla de Manuel Felguérez (1928-2020) y Francisco Toledo (1940-2019) enriquecieron su obra, no sólo a través de los grandes maestros junto a los cuales perfeccionaron su técnica, sino que aprovecharon las inmensas posibilidades de contemplar el arte de todos los tiempos que brindaba París, a finales de los años cincuenta del siglo pasado, en los que la única posibilidad de observar las obras maestras de la humanidad era en recintos como el Museo del Louvre y las numerosas galerías y talleres de arte contemporáneo de la época.

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