Con el paso de los años, la Casa fue cobrando vida propia. La constante renovación de estudiantes de disciplinas de toda naturaleza ha creado, a lo largo del tiempo, diversos ambientes de convivencia. Como suele suceder en estos casos, la Casa no ha estado exenta de problemas. Sin embargo, lo que reina es el intercambio sano de ideas y el respeto por el otro. En este sentido, destacan registros de palabras de solidaridad ante desastres sociales y naturales que tuvieron lugar en México, tal como consta en una carta a dos años de la matanza del 2 de octubre de 1968, en la que se lee*: “Con motivo del segundo aniversario de la masacre de Tlatelolco, queremos recordar que los ideales de libertad, democracia y justicia, por los que murieron nuestros compañeros mexicanos, siguen vivos...” Al igual que un sensible documento de solidaridad tras el terrible temblor que devastó la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985.
La organización al interior de la Casa en términos de administración implica un sinfín de tareas que deben ser consideradas. Su principal función es brindar un alojamiento digno a sus residentes para llevar a buen término sus actividades académicas, puesto que las culturales están en manos de la institución hermana: el Instituto Cultural de México en París. Por tal motivo, y con el fin de ahondar en el tema, presentamos documentos originales en los que se describen tales tareas; entre ellos, uno de 1977 en el que se habla de sus funciones sociales y de difusión del arte nacional. Del mismo año se puede leer una carta de despedida del Delegado General de la Ciudad Universitaria, Pierre Marthelot, a Carlos Fuentes, quien se retiraba como embajador de México en Francia. Igualmente contamos con una relatoría periodística de Vilma Fuentes de 1978, año en el que se celebró el 25 aniversario de la Casa, y la invitación al evento.