grupo de musicos raramuri tocando en el piso
Las causas o procesos de fe

Todos los procesos de Inquisición contienen historias personales e información muy rica sobre el lugar y la época donde vivieron testigos y reos. Sin embargo, algunos casos han llamado más la atención debido a la singularidad de los reos o a algunos elementos extraordinarios que ocurrieron en el curso de las investigaciones o del proceso.

Aquí presentamos las causas de fe formadas contra el célebre Martín Garatuza, impostor y personaje de novela, contra Guillén de Lampart, aventurero que llegó a tener fama de precursor de la independencia, y contra Diego de Salcedo, gobernador de Filipinas. Este último caso, menos conocido que los otros dos, provocaría un problema jurisdiccional y un gran disgusto en España.

cursor

agn, Inquisición, vol. 1498, exp. 1, 1643, fs. 1-117. IGC: 2482.

Como muchos criollos, Martín de Salazar y Villavicencio no pudo completar su carrera sacerdotal. Nacido en Puebla en 1601, sólo recibió las “órdenes menores”, que le permitían ayudar en las ceremonias, pero no oficiar misa ni confesar. La gran inundación de la Ciudad de México y otros contratiempos llevaron a Martín a emprender una vida errática y de embustes. El robo de títulos de ordenación y las farsas realizadas como sacerdote en diversas comunidades del territorio propiciaron la actuación inquisitorial. Tras un intento de fuga, la Inquisición lo acusó de celebrar misas y ceremonias religiosas sin estar ordenado.

Su expediente inquisitorial contrasta con el “héroe popular” de las novelas históricas de Vicente Riva Palacio. Fue este autor, quien a finales del siglo xix, convirtió a “Garatuza” en un héroe de ficción: truhán, impostor, romántico, aventurero y víctima de la Inquisición. Fue él también quien creó la célebre advertencia que sus amigos le daban: “En qué pararán estas misas, Martín”. Su fama trascendió la historia y la literatura, pues llegó a ser el protagonista de radionovelas, telenovelas e incluso de películas.

cursor

Proclama por la liberación de la Nueva España. El texto más subversivo de Lampart se encuentra en la colección del Instituto Tecnológico de Monterrey y ha sido digitalizado y transcrito en la Biblioteca Digital Mexicana.

Guillén de Lampart, William Lamport o Guillermo Lombardo fue un aventurero irlandés, cuya identidad nunca se esclareció por completo. Llegó a Nueva España en el séquito del obispo Juan de Palafox como profesor de latín, pero pronto demostró ser un maestro de la intriga política. Eran los años de la rebelión portuguesa en Europa y se temía que los portugueses residentes en México planearan un alzamiento, aprovechando que el virrey era de su nación. La Inquisición descubrió que Lampart aprovechaba ese clima de incertidumbre e insatisfacción para introducir sus propios proyectos de independencia en distintos estratos de la población novohispana. Se consiguió su arresto acusándolo de nigromancia y luteranismo, entre otros delitos. Su defensa fue demostrar su ortodoxia y mostrar que era más sabio que los inquisidores.

cursor

agn, Inquisición, vol. 1496, exp. 1, cuaderno 1ero., s.f.

El caso pudo haber concluido con una condena menor, pero Lampart escapó de la cárcel y fijó por toda la ciudad papeles contra la Inquisición que sostenían la inocencia de los reos. Fue procesado por segunda vez como enemigo de la Inquisición, protector y cómplice del judaísmo, y condenado a la hoguera en 1659. En 1910 se colocó su pequeña estatua, como “precursor”, en la galería interna de la columna de la Independencia.

cursor

agn, Inquisición, vol. 1497, exp. 1, cuaderno 2do., igc: 739.

Escultura de Guillén de Lampart en el interior de la columna de la Independencia. Archivo Casasola. Fototeca Nacional. Mediateca inah.

cursor

agn, Inquisición, vol. 450, exp. 1, 388 fs. IGC: 739. Autos fechos en orden a averiguar el comercio que tiene introducido con los holandeses el gobernador de Filipinas D. Diego de Salcedo, y sobre la visita que los navíos de ellos ha de hacer el comisario de Manila.

El proceso contra este poderoso funcionario provocó un gran escándalo en España. El comisario inquisitorial de Manila, José de Paternina, estaba convencido de que el gobernador de Filipinas, Diego de Salcedo, comerciaba ilícitamente con los holandeses y que, de hecho, él era de esa nación y no flamenco español como decía. Muchos testigos depusieron contra el gobernador hasta formar un largo expediente, pero el Tribunal de la Nueva España no se decidía a actuar contra él sin la aprobación del Consejo de la Suprema Inquisición en Madrid.

Los largos tiempos de la comunicación (Manila-México-Madrid) colmaron la paciencia del comisario que, sin tener autorización del Tribunal de México, decidió arrestar al gobernador con ayuda del cabildo de Manila y enviarlo preso a la Nueva España. El procedimiento era arbitrario, y para colmo el gobernador murió en el trayecto a Acapulco, de modo que no llegó a ser juzgado en persona. El arresto y la muerte de Salcedo provocaron un escándalo y las quejas del Consejo de Castilla contra los procedimientos secretos e independientes de la Inquisición.