grupo de musicos raramuri tocando en el piso
Las causas o procesos de fe

La multicultural sociedad novohispana tuvo distintas formas de relacionarse con lo sobrenatural. Todos sus miembros profesaban la religión católica, alababan en los templos a Dios y a la Virgen, participaban en las fiestas patronales y suplicaban la intercesión de los santos para apaciguar los sinsabores de la vida diaria. Pero cuando rezar no era suficiente, se recurría a profesionales de la magia, es decir, a hombres o mujeres vinculados con saberes sobrenaturales sobre la medicina o el amor. Por medio de ensalmos, oraciones, conjuros y otras artes mágicas, lo sagrado y lo profano se mezclaban para conocer el destino o cambiar la realidad de quien solicitaba ayuda.

La magia podía servir para conseguir consorte, mejorar una relación o aplacar la violencia doméstica. Algunas recetas mágicas incluían chupamirtos, plantas exóticas, sesos de burro o polvos misteriosos, pero lo que más preocupaba a la Inquisición era el empleo de elementos sagrados, como hostias consagradas, imágenes de santos y alusiones al Demonio.

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Colibrí. Originalmente en una bolsita anexa al expediente: agn, Inquisición, vol. 757, exp. 70. Denuncias remitidas por el comisario de Zacatecas.

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agn, Inquisición, vol. 327, primera parte, exp. 1, fs. 1-174v, IGC: 1348.

Las habilidades del niño Diego de Maqueda despertaron admiración. Había viajado de Cádiz a la Nueva España como grumete en un barco y en menos de un año su fama recorrió Veracruz, Puebla y la Ciudad de México. Treinta testigos afirmaron que el joven adivinaba hurtos, descubría minas y pozos, podía caminar sobre barras de hierro ardientes y entrar en hornos calientes, pero, sobre todo, tenía fama de “zahorí”, pues predecía el futuro, y de “saludador”, porque curaba con el aliento. De manera sorpresiva se presentó a la Inquisición pidiendo autorización para ejercer sus artes en la capital, pero sospecharon de él y lo encerraron en sus cárceles. Con sólo 12 años Diego enfrentó un proceso en el que el promotor fiscal lo acusó de superstición y de tener pacto con el Demonio.

Debido a su minoría de edad se le nombró un procurador y se le condenó únicamente a servir en un hospital, del que no tardaría en escapar. Después de un segundo proceso, Diego fue condenado a servir cuatro años en Filipinas. Su rastro se pierde entonces.

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Proceso completo: agn, Inquisición, vol. 372, exp. 20, 20 fs. Imágenes: 351-392, IGC: 699.

La fascinante historia de Diego Juan de la Cruz (Diego “Chino”) refleja el drama de un hombre que buscó en las prácticas mágicas el medio para superar una realidad adversa.

Diego era un mestizo de origen malayo, que fue esclavizado en Manila y viajó a la Nueva España como propiedad de un oidor. Después de ser vendido varias veces, intentó escapar de un obraje en Toluca. Al ser capturado, hizo varias confesiones que llamaron la atención de la Inquisición.

Durante su fuga, Diego había adquirido polvos mágicos para ganar en el juego y conseguir mujeres; y en sus andanzas por el norte los había intercambiado por un amuleto que le dio un indio chichimeca para vencer a cualquier adversario. Preso en la Inquisición, Diego confesó haber realizado también otros rituales mágicos y profanos, aunque juraba haber sentido siempre gran pesadumbre y melancolía por ello. Los inquisidores interpretaron sus declaraciones e intentos de suicidio como indicios de que había celebrado, además, pactos diabólicos para cambiar su suerte.

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Proceso completo: agn, Inquisición, vol. 523, exp. 3, fs. 254-560. IGC: 1858.

Josefa de San José, joven de 20 años con fama de bruja y conocida con el apodo de la “Chuparratones”, se vio involucrada en un presunto caso de posesión demoniaca en Querétaro. Juana de los Reyes ―y otras jóvenes― alegaba ser víctima de demonios que le propinaban toda serie de tormentos. En complicidad con las víctimas, e instados por la necesidad de reconocimiento, los franciscanos realizaron varios exorcismos públicos que inquietaron a la población, aduciendo que la culpable de esa maldición era una hechicera “coyota” (mulata con rasgos indígenas), a la que otros señalaban de haber causado maleficios.

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Proceso completo: agn, Inquisición, vol. 539, exp. 26, fs. 211-532.

El “teatro diabólico” llegó a su clímax con la intervención del Tribunal del Santo Oficio, que determinó que todo había sido una farsa. Tanto Juana de los Reyes como Josefa Ramos fueron sentenciadas: la primera por embaucadora, condenada a vivir en retiro por un año en el convento de Santa Clara de la Ciudad de México; la segunda, víctima de rumores y prejuicios, fue castigada, como supersticiosa, con 200 azotes.