La sospecha sobre impresores y lectores

La Inquisición ejerció una vigilancia constante sobre libros que trataban temas religiosos o que procedían de países extranjeros donde la censura era menos estricta. Cuando un tribunal detectaba un libro “sospechoso” lo enviaba a teólogos censores para que lo examinaran y, en su caso, lo prohibía por medio de un edicto. Para evitar la introducción fraudulenta de este tipo de obras, se realizaban inspecciones en navíos, además de visitas esporádicas a imprentas, librerías, cajones y puestos de libros.

En el siglo xvii la mayoría de las grandes bibliotecas se encontraban en conventos y colegios religiosos y los poseedores de libros solían ser eclesiásticos, muchos de ellos reconocidos y colaboradores también de la Inquisición.

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agn, Inquisición, vol. 165, exp. 5, 83 fs., IGC: 532 MS: 182.

Este holandés aprendió el oficio de tipógrafo en Leiden. Debido a las guerras de religión entre Inglaterra y España, César participó en algunos enfrentamientos navales. Las circunstancias lo llevaron a la Nueva España, donde trabajó en la imprenta de la viuda de Pedro de Ocharte. Su experiencia en el oficio contribuyó a hacer una imprenta más moderna con alta estima en el gremio.

Como otros extranjeros, César fue acusado ante la Inquisición de seguir “la secta de Lutero” y de ufanarse de haber luchado contra las fuerzas católicas. Una vez confesada su culpabilidad solicitó el perdón, por lo que fue reconciliado en el auto de fe de 1601 y condenado a portar el sambenito durante tres años de reclusión, los dos primeros en el convento de Santiago Tlaltelolco. Durante su encierro en este lugar continuó desarrollando su habilidad en el manejo de la imprenta. Murió en libertad en 1633. Para entonces la Inquisición ya no perseguía con tanta vehemencia el protestantismo.

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bnah. Ms. 98, Colección Antigua (200 fojas en folio), Inquisición, vol. 2 [tomo 440, fs. 224-327], IGC: 2506.

A finales de 1654, el obrero mayor de la Catedral Metropolitana, Melchor Pérez de Soto, fue denunciado a la Inquisición por practicar la astrología judiciaria (adivinar el futuro a través del movimiento de los astros), un divertimento que aprendió durante sus viajes al interior del territorio novohispano.

Al incautarse sus bienes, apareció una de las bibliotecas más grandes del siglo xvii. Gracias al inventario inquisitorial, sabemos que ésta se componía de “1502 cuerpos de libros de a folio y a medio cuarto y octavo de diferentes autores en latín y en romance”. Melchor no sabía latín, pero contrataba traductores para entenderlos. El listado completo muestra una gran variedad de obras sobre matemáticas, filosofía, poesía, bellas artes, medicina, arquitectura, astronomía y astrología e historia antigua. Por supuesto, también había libros de caballería.

Desde la cárcel inquisitorial, y a pesar de la melancolía que lo embargaba, tuvo oportunidad de dar instrucciones a los alarifes de la Catedral para continuar con su construcción. Por desgracia, murió asesinado por otro preso antes de recibir sentencia.

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Inventario de libros de Melchor Pérez de Soto: agn, Inquisición, vol. 440, exp. 1, 108 fs.

El inventario de los libros decomisados a Pérez de Soto es un documento invaluable. La mayoría de estos libros le fueron devueltos a su viuda, quien, presa de la pobreza, terminaría vendiéndolos como papel viejo.

La biblioteca de Pérez de Soto fue dada a conocer por Manuel Romero de Terreros en 1920, y desde entonces ha sido estudiada por varios autores gracias a la transcripción de su inventario, de la que tomamos los siguientes fragmentos:

“Otro libro de a folio de estampas y figuras, con doscientas y veinticinco fojas, y dentro dél ochenta y cinco retratos sueltos, al parecer de hombres insignes que ha habido...”

“Otro libro de folio Breve Compendio de la Carpintería de lo Blanco, por Diego López de Arenas, y dentro algunos papeles manuscritos...”

“Otro librito aforrado en cartón de cuarto intitulado: El Cortesano”.

“Otro libro de a cuartilla intitulado: Libro de la Cosmografía, de Pedro Apiano”.

“Otro libro de a cuartilla manuscrito intitulado: Recopilación que trata de las cuatro partes del Mundo”.

“Otro libro chiquito de octavo intitulado: De la Imitación de Cristo, de Tomás Kempis”.

“Dos legajos de variedad de coplas y diferentes relaciones”.

“Un medio pliego de papel con algunas figuras de signos y otro con una figura desnuda y un cuaderno de folio con doce fojas que parece Abecedario de los signos”.

“Otro de a cuartilla de los comentarios de Gayo Julio César de la Galia y África”.

“Libro del tratado del chocolate”, por el Dr. Juan de Barrios, médico y cirujano.