La nostalgia por el amor fallecido, el pueblo destruido por la Revolución, la familia emigrada y sin el padre a la cabeza y su corazón hecho añicos conformaban su realidad. La manera de sacar los sentimientos que agolpaban su pecho fue en forma de poesía. Sirva de ejemplo uno de sus poemas más oscuros, “El sueño de los guantes negros”, plasmado en su segundo libro, y último editado en vida: Zozobra, que había estado esperando casi dos años para ser publicado, y fue finalmente la revista México Moderno la responsable de su edición. En esta segunda ocasión la crítica no le es del todo favorable, especialmente por Enrique González Martínez. No obstante, con el paso de los años y las lecturas especializadas hechas a este trabajo se ha revalorado y es considerado a menudo como su mejor obra por el manejo irónico y audaz del lenguaje del autor.
A Saturnino Herrán En estos hiperbólicos minutos en que la vida sube por mi pecho como una marea de tributos onerosos, la plétora de vida se resuelve en renuncia capital y en miedo se liquida. Mi sufrimiento es como un gravamen de rencor, y mi dicha como cera que se derrite siempre en jubileos, y hasta mi mismo amor es como un tósigo que en la raíz del corazón prospera. [Incluido en Zozobra, p. 39 del pdf.]