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El poder político contra las demandas sociales. Represión a los movimientos sociales

En la segunda mitad del siglo xx inició un proceso de desgaste de las instituciones políticas del régimen posrevolucionario. Si bien los principios fundamentales de la Revolución mexicana buscaron respetar los derechos de obreros y campesinos, a medida que el Partido Revolucionario Institucional (pri) se apropió y estableció a líderes afines a los estatutos al grupo de poder, libertades sindicales y demandas que beneficiaran a los trabajadores del sector público y privado fueron socavadas y hasta canceladas a medida que se oponían al proyecto económico priista.

Conforme el descontento social crecía contra las políticas estatales, los manifestantes se apropiaron de los espacios públicos para exigir a la clase gobernante respetar las conquistas sociales que la Revolución había alcanzado y convertido en garantías constitucionales, la respuesta de las autoridades fue por demás violenta. Mediante el uso de las fuerzas policiacas y militares, las protestas sociales fueron reprimidas. A lo largo del siglo xx, periodo en el que México fue gobernado por el Partido de la Revolución en sus distintas denominaciones, hubo diversos episodios en los que la sociedad civil, así como el movimiento obrero y campesino, fueron castigados con excesiva violencia. La “Matanza de León”, como se llamó a la escaramuza del ejército contra una protesta en aquella ciudad de Guanajuato un 2 enero de 1946, provocó un fuerte reclamo de actores políticos y sociales de entonces, e inició un proceso que continuó en décadas posteriores: la persecución de partidarios del candidato presidencial Miguel Henríquez Guzmán entre 1952 y 1954, o la severa represión de que fueron objeto los sindicatos petrolero, magisterial, ferrocarrilero y tranviario. En los años sesenta y setenta, la comunidad médica y la estudiantil también fueron reprimidas.

Los instrumentos de represión social se fueron perfeccionando: al principio, el uso de macanas y gases lacrimógenos eran las armas de disuasión, pero, conforme las manifestaciones se hacían más aguerridas y complejas, el gobierno utilizó a los servicios secretos para infiltrar a las organizaciones sindicales y estudiantiles.