Insatisfecha con una educación que la preparaba solamente para contraer nupcias y ser devota esposa, Leona estudió latín, francés y principios básicos de matemáticas y filosofía. Al morir sus padres, Leona cumplía 18 años quedando bajo la tutela de un tío jurista y autor de obras diversas. La señorita Vicario se preguntaba si aceptaría la propuesta matrimonial del joven abogado Andrés Quintana Roo, quien había partido a unirse a Miguel Hidalgo e Ignacio López Rayón. Momentáneamente separados, ella se acercó a Los Guadalupes, un grupo secreto de políticos, militares y otros agentes del Virreinato de la Nueva España, organizado en la Ciudad de México y activo entre 1811 y 1814. Presa mes y medio en abril de 1813, en el Colegio de San Miguel de Belén, escapó para reunirse con Quintana Roo y Morelos en el Congreso de Anáhuac, en Chilpancingo. Pasada la etapa armada del conflicto, esta heroína insurgente polemizó con Lucas Alamán en 1831, quien se expresaba con desdén de las mujeres y de su participación en la justa independentista.

Antonio López de Santa Anna decretó funerales de Estado para Leona Vicario. Declarada Benemérita y Dulcísima Madre de la Patria el 25 de agosto de 1842, cuatro días después de su muerte, el país la conocía como promotora de la guerra de Independencia. No solamente formó parte del grupo conspiratorio de Los Guadalupes, sino que además gastó su propio pecunio para iniciar el movimiento armado. Hacen falta todavía estudios que arrojen luz sobre sus publicaciones en diarios como el Semanario Patriótico Americano, El Federalista y El Ilustrador Americano.