Cosmogonía maya IIPanel lateral izquierdo, 1971.Fernando Castro
Pacheco.
Cuando la muerte no tenía más remedio que la propia muerte no se podía sino estar vivo para emprender la huida. Cuando las líneas de los azotes, los fluidos de las vejaciones y las violaciones, el dolor de los golpes, las llagas de los suplicios y las torturas, las marcas de hierro en la piel eran insoportables, en la mirada de los mayas hubo una sola palabra: rebelión.
“Los indios de Sayil apedrearon los bandos en que se anunciaba que el tributo sería aumentado. El alguacil salió herido y un indio aporreado. En represalia, mientras los tenientes de la hacienda exigían el nuevo tributo, el regidor de Justicia y Alcabalas mandó instalar un garrote. Lo mandó instalar sobre un tablado en el atrio de la iglesia. Deshicieron un altar para construirlo. El pueblo comentó medroso, la amenaza. Sin embargo, cuando amaneció había en el cadalso dos animales muertos; en el garrote una paloma y en la rueda del verdugo una gallina.
Los blancos gritaron:
—¡Se han sublevado los indios!” (p. 57).
Cosmogonía maya IIPanel lateral izquierdo, 1971.Fernando Castro
Pacheco.
Cuando la muerte no tenía más remedio que la propia muerte no se podía sino estar vivo para emprender la huida. Cuando las líneas de los azotes, los fluidos de las vejaciones y las violaciones, el dolor de los golpes, las llagas de los suplicios y las torturas, las marcas de hierro en la piel eran insoportables, en la mirada de los mayas hubo una sola palabra: rebelión.