Si intentamos recordar a algunos actores del cine de oro mexicano seguramente pensaremos en Pedro Infante, Marga López y María Félix, entre muchísimas otras estrellas. Y, tal vez, si hacemos memoria podremos mencionar los nombres, o más fácilmente los sobrenombres, de algunas pequeñas y pequeños actores que debutaron en las películas de esa misma época: Ismael Pérez (Poncianito), Evita Muñoz (Chachita), María Eugenia Llamas (Tucita), así como los hermanos Pepito y Titina Romay fueron, sin dudarlo, los rostros infantiles más famosos de entonces.
Estos jóvenes actores, en ocasiones
relacionados o emparentados con trabajadores de la industria fílmica
Derivada de esta caracterización mítica de la pureza e inocencia de la niñez, en las películas de los años treinta a los cincuenta podemos encontrar situaciones y formas de actuar constantes y propias de los personajes infantiles: desde niños víctimas de las circunstancias que tienen un papel de chivo expiatorio, pequeños y pequeñas autónomos, que resuelven sin dificultad enredos de adultos, hasta menores divertidos, irreverentes y encantadores.