En contraste con la posición de
dependencia y vulnerabilidad en la que el cine solía encasillar a los menores
sufrientes, hubo películas en las que la inocencia infantil ponía a los pequeños en
situaciones completamente diferentes. Este tipo de personajes eran sujetos autónomos e
independientes que convivían con adultos (generalmente padres o madres) incompetentes
para solucionar sus crisis económicas, sus relaciones amorosas o sus adicciones.
En el drama familiar La pequeña madrecita (J. Rodríguez, 1943) esta situación queda muy clara. La trama gira en torno a una familia humilde, en la que el padre tiene problemas de alcoholismo, razón por la que maltrata físicamente a su hija; sin embargo, la niña decide negar el abuso “para evitar que papá se mortifique”. Mientras el hermano le lustra los zapatos a Chachita se vive el siguiente diálogo entre ambos: Entiende, Chachita, papá no es malo. Sólo que te trató un poco mal porque yo lo hice enojar Sí, tú lo hiciste enojar y a mí me pegó. ¡Qué chistoso! No te pegó, nada más te retiró un poco y tú te pusiste a llorar. Eres muy tonta. ¡Ah! Si papá te pregunta, le dices que tú solo te caíste y por eso te pusiste a llorar. Así papá no se mortificará. ¿Me entiendes?
También vemos a
madres y padres incapaces de proveer educación y alimento a sus hijos, de tal modo que
los pequeños no sólo tienen que conseguir dinero para su propio sustento, sino que se
preocupan por evitar cansancios y sufrimientos a sus progenitores, invirtiendo los roles
sociales asignados a cada uno de ellos. Un ejemplo de esta situación la encontramos en
la película Pepito as del volante (J. Rodríguez, 1957), en la que el pequeño Pepe
Romay regaña a su madre por seguir trabajando, pues habían acordado que él y su hermana
conseguirían dinero para que la mujer ya no lavara ropa ajena
Otro ejemplo similar de un niño
trabajador que mantiene a su madre lo encontramos en Madre querida (J. Orol,
1935), en la que el pequeño protagonista de la película estudia y trabaja para mantener
a su mamá, que morirá y lo dejará desamparado, cuando en realidad él era quien proveía
el sustento para ambos
Es interesante resaltar que el papel del niño proveedor lo desarrollan varones, que trabajan para resolver los problemas económicos de los padres, especialmente de la madre, quien (casi siempre ante la falta de marido) necesita de la ayuda de su hijo para subsistir. Por el contrario, en esas situaciones las niñas están vinculadas al ámbito doméstico. Por lo general, en esas tramas las pequeñas se dedican a labores de limpieza o cuidados del hogar. Para ver un ejemplo de lo anterior, volvamos a la película La pequeña madrecita cuando el padre de la familia los abandona y se dedica a beber, Chachita, su mamá y su hermano comienzan a laborar como servidumbre en la casa de unos parientes adinerados. En este caso, a la pequeña Evita Muñoz le toca trabajar como niñera de la bebé Cristina.
La tía le dice a Chachita «Quiero que la cuides, que aprendas a cambiarla de pañales». A lo que Chachita responde, con total seguridad: «Uy, tía, yo ya sé. Me enseñé con mi muñeca Blanquita. Me la trajeron los santos reyes. Yo la vestía, lavaba, y en la noche le daba su medicina…»
También en la película Pepito as
del volante vemos, por ejemplo, que a la hermana del protagonista le toca lavar
ropa para conseguir dinero. En Nosotros los pobres, Chachita trabaja como
lavandera para apoyar a la economía de su hogar
Otro ejemplo de esta situación lo encontramos en la película Ay Jalisco, no te rajes! (J. Rodríguez, 1941), en la que Eva Muñoz, de apenas cuatro años de edad, juega el papel de cupido entre Jorge Negrete y Gloria Marín, los protagonistas. Es gracias a su indefensión que Salvador (Negrete) y Carmen (Marín) se conocen, pues el charro salva a la pequeña Chachita de ser aplastada por una tropilla de caballos. En el resto de la cinta la vemos incitar a Salvador para que le diga un cumplido a Carmen e interferir para que ambos vuelvan a encontrarse, y ¡hasta confesarle a Salvador que Carmen sí lo quiere!