Algunos expedientes contra corsarios contienen las diligencias originales formadas por el gobierno virreinal o las autoridades locales, así como testimonios de los diversos delitos cometidos por los piratas. Este tipo de documentación permite reconstruir episodios muy vívidos de la historia de la piratería en la costa oriental de Nueva España.
Desde su establecimiento, la Inquisición de México procesó a varios corsarios extranjeros que fueron capturados en distintos momentos. Son muy conocidos los procesos formados contra los ingleses que formaban parte de la Armada de John Hawkins. Habían sido presos y juzgados varios años atrás, pero el Tribunal no perdió la oportunidad de arrestarlos nuevamente e interrogarlos para descubrir si eran católicos o luteranos. Las minuciosas averiguaciones sobre la vida de cada uno de los reos sugieren que los inquisidores aprovecharon los casos para informarse sobre los cambios políticos y religiosos que estaban ocurriendo en Inglaterra. Después de juzgarlos, se leyeron sus sentencias en el primer auto de fe de 1574. Algunos recibieron fuertes castigos y dos de ellos fueron relajados al brazo seglar.
Los corsarios de Hawkins (1571)
John Hawkins fue uno de los corsarios más célebres de Inglaterra. Se formó en su juventud como comerciante y marino. Fue traficante de esclavos, de textiles y de azúcar, además de obtener una patente de corso, es decir, un permiso de la Corona inglesa para asaltar y saquear embarcaciones enemigas.
En septiembre de 1568 un grupo de barcos comandados por el célebre corsario se acercó a Veracruz para abastecerse justo al tiempo en el que llegaba la flota que conducía a Nueva España al virrey Martín Enríquez. Ante la diferencia de fuerzas, los barcos ingleses emprendieron la huida, pero algunos fueron capturados y sus tripulantes apresados y convertidos en sirvientes. Años más tarde, varios de ellos serían procesados por el recién fundado Tribunal de la Inquisición de México.
Pablo Haquines (Hawkins) fue uno de los corsarios procesados por la Inquisición. Fue reconciliado en el auto de fe de 1574; es decir, considerado hereje formal (luterano) y readmitido a la comunidad de la Iglesia, después de ser infamado públicamente con un sambenito o saco amarillo con una cruz roja en señal de la herejía cometida. En la catedral se fijó una cartela con su nombre especificando su delito. La infamia pesaba sobre los así condenados por el resto de su vida y también sobre la de sus descendientes.
Anexo a este expediente se encuentra una solicitud presentada casi un siglo después por un bisnieto de este inglés. Martín García Rendón, vecino de Toluca, que deseaba convertirse en franciscano, pero pesaba en su contra tener un ancestro juzgado e infamado por la Inquisición. Otro descendiente, Tomás de la Cruz, presentó una solicitud muy semejante. En el expediente consta el permiso del inquisidor general y del Consejo de la Suprema Inquisición para que los descendientes de Pablo Haquines pudieran tener oficios públicos.
Pierre Sanfroy formó parte de un grupo de corsarios franceses al mando de Pierre Chuetot, que zarpó de Francia con la finalidad de buscar un sitio para fundar una colonia protestante. Tras una serie de incidentes, los franceses arribaron a Yucatán en la primavera de 1571, exploraron parte del territorio y fueron detenidos por algunos vecinos de la provincia. Como había sospechas de que algunos fueran luteranos, la Inquisición decidió procesar a los seis sobrevivientes como escarmiento y símbolo del combate a la Reforma.
Al igual que Guillermo Cocrel, Guillermo de Siles y Martin Cornu, Sanfroy fue sometido a tormento y condenado a 200 azotes, trabajos forzados en galeras durante seis años y a abjurar de la fe luterana en el auto de fe de 1574, en el que se presentó con insignias de hereje formal. El caso de Sanfroy, que es bastante rico en información (ocupa un volumen completo), tuvo la particularidad de haber provocado un roce de autoridad con el virrey Martín de Enríquez, quien inicialmente se resistió a entregar el reo a la Inquisición.
Nicolás de Alles (Halles) fue cirujano en un barco de corsarios que se averió en la isla de Cozumel en 1590. Derrotados por un ejército improvisado de indios y españoles, los piratas fueron ahorcados con excepción de tres que no habían tomado las armas para defenderse. Alles era uno de ellos. Natural de la ciudad de Lille, que entonces era parte de los Países Bajos, había estudiado y vivido en Francia, donde obtuvo la licencia para ser cirujano. En virtud de su oficio se le permitió establecerse en Mérida para trabajar en un hospital.
Para su desgracia, ahí lo reconoció un portugués que había sido secuestrado por esos piratas. Éste declaró que Alles leía salmos penitenciales en el barco y que le había arrancado un rosario para arrojarlo al mar, llamándole “papista”. Preso en la Inquisición, Alles confesó que había seguido a los hugonotes (calvinistas) unos años. Su confesión le salvó la vida, pero su sentencia fue severa. Reconciliado como hereje en un auto de fe celebrado en la Catedral de México, fue condenado a ocho años de galera y reclusión en un convento.