grupo de musicos raramuri tocando en el piso
Las causas o procesos de fe

Después del primer experimento inquisitorial, la Corona no formalizó la instalación de un tribunal de Inquisición en México, así que durante un cuarto de siglo (aproximadamente 1545-1571) los obispos se encargaron de juzgar las causas de fe. A esta actividad se le conoce como “inquisición diocesana” o “inquisición ordinaria” (los adjetivos “diocesano” y “ordinario” se refieren al obispo).

Los procesos de este tipo tenían características distintas de los inquisitoriales. Por ejemplo, los reos sabían quiénes eran los testigos y podían apelar las sentencias, pues el proceso no se llevaba en secreto. En otros casos, como algunos que mostramos a continuación, se advierten deficiencias en la formación de los expedientes, pues los jueces eclesiásticos solían arrestar a los reos antes de haber interrogado a suficientes testigos.

Son bien conocidas las causas seguidas por el arzobispo de México Alonso de Montúfar, a través de su provisor. Pero no fue el único.

Procesos en todos los obispados

En cada diócesis, los obispos designaron provisores que persiguieron la herejía. Los obispos también siguieron causas de fe contra indios antes y después del establecimiento de la Inquisición.

En algunos lugares, como Yucatán, fueron los frailes quienes ejercieron la “inquisición ordinaria” antes de que hubiera obispo. El provincial y después obispo fray Diego de Landa fue particularmente activo y llegó a tener conflictos por ello con los representantes de la Inquisición.

El provisor de Michoacán fue también muy activo en la década de 1560. Sus facultades cuasi inquisitoriales le permitieron fortalecer su autoridad, pero los procesos que realizó generaron conflictos y descontento, sobre todo en el propio clero.

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Proceso contra Alonso de Castilla (1560). agn, Inquisición, vol. 43, exp. 24, ff. 320-355. Juez eclesiástico: Barbosa, provisor en nombre del arzobispo de México. Abecedario: 43.

El arzobispo Alonso de Montúfar puso especial interés en evitar el ingreso de libros protestantes a Nueva España. Tenía licencia especial del inquisidor general de España para examinar bibliotecas y destruir los libros contenidos en el Índice general de libros prohibidos de Roma. También emitió prohibiciones para leer biblias y libros de oración en lengua vulgar.

Alonso de Castilla era un comerciante toledano, establecido en la ciudad de México. No era exactamente un “librero” porque en su tienda tenía variedad de productos, pero una parte de su negocio sí era la venta de libros. Fue denunciado por vender las obras de Erasmo y, al examinar su negocio, aparecieron otros autores protestantes. Se convirtió así en sospechoso de fomentar el luteranismo y ello bastó para que se le encarcelara y siguiera un proceso en forma. Finalmente, terminó multado y advertido de no volver a tener, y mucho menos vender, libros prohibidos.

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Proceso contra Bárbola de Zamora, seguido por el provisor de Guadalajara (1565). agn, Inquisición, vol. 38, exp. 11, ff. 238-268. Imágenes: 481-542, Abecedario: 98.

Bárbola de Zamora era una mulata sevillana que había pasado a Nueva España como sirvienta. Casada en tierras americanas con un comerciante, vivió con él en las minas de Zacatecas, donde ejerció el oficio de partera, así como de curandera de niños.

En 1565, un vicario que visitaba la región en representación del obispo de Guadalajara recibió la denuncia contra Bárbola: señalada por curar mal de ojo y emplear invocaciones y gestos supersticiosos en sus curaciones. La defensa de su marido y la necesidad que había de parteras contribuyeron a que la sentencia fuera leve. El juez eclesiástico la “amonestó”, advirtiéndole “que de aquí en adelante no cure de mal de ojo” y que no usara “de palabras, signos, ni ensalmos” ni “remedios supersticiosos” en sus otras curaciones; dispuso, además, que los curas de las minas le enseñaran a bautizar en caso de emergencia, como debía saberlo toda partera.

Durante varios años Bárbola siguió ejerciendo el oficio hasta que sobrevinieron nuevas denuncias. Todavía enfrentaría dos procesos más, ya siendo viuda, que le acarrearían prisión y sentencias más severas, entre ellas la vergüenza pública.