grupo de musicos raramuri tocando en el piso
Las causas o procesos de fe

En agosto de 1571 llegó a San Juan de Ulúa el inquisidor Pedro Moya de Contreras, acompañado del secretario Pedro de los Ríos, con la misión de establecer el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México.

El inquisidor Pedro Moya de Contreras era clérigo secular, licenciado en derecho canónico y doctor en teología. Había sido miembro del Cabildo Eclesiástico de Canarias y fue inquisidor de Murcia unos meses antes de pasar a Nueva España. Se convirtió en un nuevo actor político en la capital del reino, independiente del arzobispo y del virrey, aunque debía trabajar con ambos.

El último tramo fue accidentado. El segundo inquisidor murió de fiebre y el barco que los traía de Cuba había encallado, pero Moya y su secretario llegaron a salvo, con las instrucciones que les había dado el cardenal Espinosa, inquisidor general de España. A pesar de ciertos roces entre autoridades, Moya realizó la inauguración del nuevo tribunal el 4 de noviembre de 1571.

A partir de ese momento, los obispos quedaron impedidos de hacer procesos de fe, con excepción de las causas contra indios. Sin embargo, para evitar potenciales conflictos, un juez ordinario, en representación del obispo, acompañaría a los inquisidores al momento de emitir sentencia.

Inquisición y sociedad

El Tribunal de la Inquisición de México dependía del inquisidor general y del Consejo de la Suprema Inquisición de España. Los inquisidores seguían las instrucciones y órdenes que se les enviaban desde Madrid y normaban su actuar con las leyes de la Iglesia y del reino, así como con los manuales que formaban parte de la tradición inquisitorial.

Por medio de los edictos de fe, la Inquisición recordaba periódicamente las herejías existentes y advertía la obligación que tenían todos los fieles de denunciar y no encubrir a sospechosos de herejía. La actividad inquisitorial era semejante en todos los tribunales, pero había características locales muy peculiares, generadas por la interacción cotidiana de la Inquisición con la sociedad y con el clero.

El fantasma de la Reforma

El movimiento de Lutero se produjo más o menos al mismo tiempo que la conquista de México-Tenochtitlan. A mediados del siglo xvi el cristianismo en Europa se había dividido con el apoyo de distintos gobernantes a las iglesias reformadas. Para contrarrestar la Reforma, el papa convocó el Concilio Universal de Trento, que fortaleció la ortodoxia y estableció reglas más estrictas para normar las sociedades católicas. En España, la Inquisición se consolidó como la protectora de la Iglesia al erradicar los focos de luteranismo y fomentar el odio al hereje.

En un libro sobre la presencia de Lutero en la Nueva España, Alicia Mayer sostiene que el hereje alemán fue un elemento discursivo, el símbolo del mal, más que una amenaza real. Lutero estuvo muy presente en los sermones de los predicadores, así como en los edictos y autos de fe de la Inquisición, pero hubo muy pocos luteranos de carne y hueso.

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Proceso contra el imaginario Juan Ortiz (1572). agn, Inquisición, vol. 51, exp. 2, ff. 78-204. IGC: 1436 / Abecedario: 393.

El miedo al luteranismo afectó a dos franceses radicados en México y dedicados al arte de la impresión. En 1571 el toledano Leonardo Fragoso delató a Juan Ortiz, un diestro artesano francés, “por sospechoso en las cosas de nuestra santa fe católica”. Ortiz había sido su criado, pero, tras una disputa por dinero, se contrató en la casa de Pedro Ocharte como impresor y grabador de imágenes. En su denuncia, Fragoso hizo énfasis en la extranjería de Ortiz, natural de un reino “infestado” por la herejía luterana, en sus muestras de empatía hacia los corsarios ingleses apresados en Veracruz por el virrey Enríquez y en su compulsión por el trabajo, que no suspendía “aunque fueran días de nuestra Señora y de guardar”. A esta acusación se sumaron las testificaciones de la esposa y un criado de Fragoso, que no hicieron más que confirmar sus sospechas.

En enero del año siguiente Ortiz fue arrestado en la calle, a plena luz del día. En el escrito que redactó para el Tribunal de la Santa Inquisición con ayuda de un abogado, el grabador negó todos los cargos y suplicó que lo absolvieran.

La defensa de Ortiz incluyó el examen de varios testigos elegidos por él, que acudieron a dar fe de su ortodoxia. Sin embargo, su renuencia a confesarse “luterano”, como esperaba el fiscal, lo condujo a la cámara de tormento, donde el verdugo no pudo arrancarle una sola palabra al respecto. Con todo, fue declarado “here­je luterano”, sentenciado a salir en el auto público de fe de 1574 y condenado a destierro perpetuo de la Nueva España.

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Proceso contra el impresor Pedro Ocharte (1572). agn, Inquisición, vol. 51, exp. 1, f. 3-77. IGC: 2783 / Abecedario: 526

El expediente inquisitorial contra Pedro de Ocharte derivó de la denuncia contra el grabador Juan Ortiz.

Natural de Rouen, en Normandía, Ocharte emigró a la Nueva España procedente de Sevilla. Durante varios años se dedicó al comercio, pero a raíz de su casamiento con la hija del difunto Juan Pablos, primer impresor del virreinato, se dedicó al negocio del libro. Su taller era acaso el más próspero de la Ciudad de México cuando se ordenó su arresto.

Ocharte también fue señalado por su origen francés y denunciado, entre otros delitos, por haber criticado la venta de bulas y reliquias, injuriado a los familiares de la Inquisición, “cartearse” con “luteranos franceses” y haber impreso una leyenda apócrifa en una imagen de la Virgen del Rosario. No obstante, la acusación más grave que le imputó el fiscal fue haber “alabado libros en que había opiniones luteranas contra la veneración e intercesión de los santos”.

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Imagen de la Virgen del Rosario, originalmente en proceso de Ocharte, agn.

Un mes después de Ortiz, Ocharte fue encarcelado y sometido a largos interrogatorios, pero al cabo de tres meses pudo salir de la prisión porque pagó una cuantiosa fianza al tribunal. A pesar de esto, a inicios de 1574 fue citado de nuevo a declarar, esta vez bajo tortura. Logró “vencer” el tormento, lo que entonces equivalía a probar la inocencia. A diferencia de su oficial, Juan Ortiz, el maestro impresor pudo volver a su casa, al lado de su mujer y de sus hijos, absuelto de cargos.

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Proceso contra Fray Alonso Cabello (1573). agn, Inquisición, 116, exp. 1, ff. 1-188. IGC: 229.

El caso extraordinario de fray Alonso Cabello sigue siendo objeto de estudios y reflexiones. Nacido en Sevilla, tenía tres años cuando sus padres lo trajeron a Nueva España, donde estudió y se convirtió en un franciscano de ingenio activo y espíritu humanista. Se le acusó de haber escrito un diálogo crítico contra la Iglesia y de seguir ideas protestantes. Preso en la Inquisición, confesó su fascinación por la lectura, movido siempre de su “natural ingenio libre”; había devorado libros latinos y admitió haber leído un libro de Calvino. Pero sobre todo, fue admirador del teólogo Erasmo de Rotterdam. A pesar de que una parte de su obra estaba prohibida y de que él mismo se decía sorprendido por las críticas que Erasmo hacía a la Iglesia, “no por eso dejaba de leerlas y más particularmente se me quedaban en la memoria”.

Cabello fue sometido a dos procesos y en ambas ocasiones trató de escapar de su prisión. La Inquisición lo declaró hereje formal, pero para evitar una “deshonra” a la orden de San Francisco, lo penitenció en secreto y lo condenó a reclusión perpetua en un convento en España.

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Proceso contra el maestro Gregorio Calderón (1589). agn, Inquisición, 121, exp. 2.

La Inquisición enjuició a varios sujetos enigmáticos, como el fraile dominico Gregorio Calderón.

Antes de que la Inquisición lo juzgara, el provincial de la orden de Santo Domingo en Guatemala le formó un proceso eclesiástico por haber llegado a Nueva España sin licencia, ostentándose como maestro en teología sin demostrarlo. Se creía que su verdadero nombre era Gregorio Chamizo y que había huido de Sevilla, donde tenía graves acusaciones. La Inquisición lo procesó por las proposiciones que se le escucharon en el convento de Chiapas, donde había estado preso. Varios frailes lo oyeron hablar en favor de Lutero y en contra del papa. Había dicho que el papa podía equivocarse como todos los hombres y que en Ginebra había más religión; aunque lo que parecía una gravísima herejía podía ser también un simple exabrupto o un malentendido.

Los prejuicios sociales alimentaron las sospechas. El fraile, que se decía doctor en París, era de origen sevillano y parecía tener rasgos españoles y era demasiado moreno... ¿Mulato? ¿Morisco? La Inquisición no pudo descifrar del todo el caso.

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Proceso contra el maestro Gregorio Calderón (1589). agn, Inquisición, 121, exp. 2, páginas 193, 207 y 225.

El fiscal de la Inquisición lo acusó también de ejercer la astrología. Varios sujetos entregaron a la Inquisición las cartas astrológicas que el “doctor Calderón”, como era conocido, les había hecho pronosticando su futuro. Al ser interrogado al respecto, el reo explicó que no había artes ocultas ni mala creencia; simplemente engañaba a los clientes, haciéndoles recomendaciones puntuales vinculadas a lo que él mismo sabía de sus respectivas vidas.

A lo largo de su proceso, Calderón supo defenderse y argumentar que no había herejía en sus dichos y hechos. Los inquisidores, confundidos, tuvieron que reconocer que el fraile tenía conocimientos de teología, pero no pudieron determinar con exactitud quién era. Al final, el tribunal lo sentenció como sospechoso leve de herejía, aunque le impuso la pena de ser expulsado de las Indias.

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Proceso contra el maestro Gregorio Calderón (1589). agn, Inquisición, 121, exp. 2, página 217.

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Proceso contra Simón de Santiago (1599). agn, Inquisición, 168, exp. 3, ff. 155-506. IGC: 3079 / MS: 127.

La suerte contraria de dos alemanes en México

Simón de Santiago, originario del pueblo de Vildeshussem (Wildeshausen), cerca de Bremen (Alemania), era residente de la ciudad de México y alfombrero de oficio. A los 36 años de edad fue recluido en las cárceles secretas de la Inquisición con confiscación de sus bienes por sospechas de calvinismo. El fiscal hizo hincapié en sus actitudes blasfemas: cuestionaba la misa y el simbolismo de la hostia consagrada; no hacía reverencia a las imágenes religiosas ni a la autoridad papal, etc. Después de un largo proceso que se extendió hasta los primeros meses de 1601, Santiago fue condenado a la hoguera en el auto de fe del 25 de marzo de 1601.

En su causa se encuentran registrados los testimonios de y sobre otros calvinistas, también acusados, como Gregorio Miguel, Andrés Pablo, Diego del Valle y Gómez Ramos. Destaca también el testimonio del portugués Manuel Gómez Silvera, procesado por judaizante, que declaró en contra de Santiago para aminorar su propia causa.

Esfera armilar en edición digital de Enrico Martínez, Reportorio de los tiempos, y historia natvral desta Nveva España, México, Imprenta del mesmo autor, 1606, pág. XXIII. Biblioteca Nacional de México.

Particular interés provoca el papel de Enrico Martínez (Heinrich Martin), famoso cosmógrafo, autor e ingeniero hidráulico de la ciudad de México. Éste, a pesar de ser amigo de Simón de Santiago, trabajó como traductor del Santo Oficio durante su causa. Entre 1598 y 1601, el Tribunal juzgó a más de 15 de estos hombres, en cuyos procesos contribuyó Martínez incluso como testigo. A pesar de ser denunciado o nombrado por distintos acusados, nunca fue investigado sobre cuestiones religiosas.

Esta relación entre Martínez y la Inquisición pone al descubierto su faceta más controvertida: la de un alemán de origen protestante que ayudó al Santo Oficio a perseguir y castigar a su propia gente.