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El imaginario de la Revolución mexicana
El imaginario de la Revolución mexicana
Daniel Escorza Rodríguez
Doctor en historia por la ENAH e investigador de tiempo completo en la Fototeca Nacional del INAH

La colección Archivo Casasola y el imaginario de la Revolución mexicana

La mayoría de los mexicanos hemos visto fotografías de la época revolucionaria, como la célebre “Adelita” asomándose en el estribo de un tren; a Francisco Villa en la silla presidencial; a Emiliano Zapata con mirada desafiante hacia la cámara blandiendo un sable y su carabina en mano; o a los zapatistas anónimos tomando una bebida en la barra de un café. Son imágenes que han rebasado los cien años de existencia y que continúan circulando en carteles, periódicos, paredes de restaurantes, bares, hogares, llaveros, tazas y toda clase de artilugios de la imagen. Todas ellas forman parte de nuestra imaginación y de la idea que nos hemos formado de la Revolución mexicana.

Estas fotografías se generaron al calor de los acontecimientos revolucionarios y fueron tomadas por los fotógrafos de prensa de la época. Uno de ellos —Agustín Víctor Casasola (1874-1938)— tuvo el tino de ir guardando y coleccionando los negativos de éstas y de otras muchas imágenes y así creó lo que a partir de la década de 1920 se conoce como “Archivo Casasola”. En tal empresa contó con la ayuda de sus hijos e hijas; los dos primeros, Gustavo e Ismael, y las mujeres Piedad y Dolores, todos de apellido Casasola Zapata. Además de sus vástagos, una parte fundamental fue la colaboración en tal iniciativa fotográfica de Miguel Casasola (1878-1952), hermano de Agustín Víctor.

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A lo largo del siglo XX, el apellido Casasola se asoció a las imágenes de la Revolución no sólo por la existencia de su archivo, sino por la publicación de obras como la Historia Gráfica de la Revolución Mexicana, que tuvo gran circulación en amplios sectores de la sociedad. Un rasgo notable de esta colección de fotografías es que su autoría es colectiva. Si bien algunas están firmadas como “Casasola” o “Casasola Fots.”, una gran parte ya se ha identificado como producto de otros fotógrafos de la época, como Antonio Garduño, Gerónimo Hernández, Ezequiel Álvarez Tostado, Hugo Brehme y Heliodoro J. Gutiérrez, por mencionar algunos. Otras más permanecen en el anonimato.

Con el propósito de evitar su destrucción o su eventual venta al extranjero, en 1976 el gobierno de México adquirió este archivo formado por poco más de 350 mil piezas fotográficas y desde entonces las invaluables imágenes se encuentran bajo resguardo de la Fototeca Nacional del INAH, en la ciudad de Pachuca, Hidalgo.

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Hay que recalcar que el tema de la Revolución mexicana es apenas una mínima parte del Archivo Casasola. Existen miles de fotografías de diversos contenidos tomadas entre las décadas de 1930 y 1960 que dan cuenta de la vida cotidiana, de las obras públicas, del espectáculo y del deporte, entre otros rubros distintos al revolucionario.

A más de un siglo de distancia, las fotografías del Archivo Casasola se han convertido en patrimonio cultural de la nación. Algunas de ellas son verdaderos iconos de la lucha revolucionaria y eventualmente funcionan como referentes de un tiempo en el que confluyen la historia, la memoria y una nueva visualidad que nos confronta con nuestro presente.

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