Desde la Edad Media existe en nuestra cultura visual una estrategia que partiendo de oposiciones binarias narra un encuentro. Frecuentemente un único punto de vista en un conflicto. El arte y la fotografía en medios impresos con frecuencia aprovechan ese tropo y construyen una opinión entre sus consumidores. Ocurre así con la imagen del villismo entre 1911 y 1916. No sólo el líder de aquel movimiento popular es retratado de manera contrastante, sus seguidores sufren la misma metamorfosis.
Cuando la Mutual Film Company firmó un contrato con Doroteo Arango para comercializar películas sobre Panchou Villa, el equipo de Relaciones Públicas y Propaganda de aquella productora se ocupó también de distribuir fotografías de Francisco Villa que lo hicieran parecer civilizado a los ojos de esa sociedad o aún más ominoso, como peligro que acechara en las cercanías de quien viera esos largometrajes. De igual manera se retrató a las huestes mexicanas; particular énfasis se hizo cuando en la primavera de 1916 el episodio de Columbus convirtió al villismo en enemigo del pueblo norteamericano. Abundan a partir de entonces imágenes de “insurrectos”, el término con el que los medios de comunicación conocen siempre a esos hombres. La prensa norteamericana cuida el lenguaje para insistir en esa diferencia; no llama “revolutionaries” a los mexicanos (eso los emparentaría con sus padres fundadores de 1776); para ellos se acuña la aberración gramatical “revolutionists”. No importa si se unen al levantamiento maderista, si la circunstancia política en México ha cambiado o si la División del Norte es derrotada en Celaya. En todo momento, las tomas fotográficas oponen desorden y naturaleza agreste doquier que se halle a campesinos mexicanos, disciplina y concierto gravitando en torno los rangers o su comandante, el general Pershing.
Este par de fotografías ilustra con claridad el supuesto desde el cual se configura una idea de los involucrados en el conflicto. Aunque se les puede distinguir a la distancia y en un tamaño diminuto, en realidad no hay soldado alguno retratado. Sin embargo, ahí están todos: el 13° Regimiento de Caballería, cuya base estaba en Camp Furlong, perfectamente ordenado y listo en campo abierto. Agazapado en una colina, en aparente desarreglo y sin que parezca estación táctica en un plan preconcebido, la gavilla de mexicanos.
Pennsylvania Division looking south on the border, Camp Stewart, El Paso, Texas, 1916.
Insurrecto camp, 10 mayo de 1911.
En esta otra pareja de imágenes, el general norteamericano saluda de mano a oficiales, a ingenieros civiles que colaboran con su campamento, y se ve al fondo un aeroplano, prodigio tecnológico del momento listo para rastrear al atacante de Columbus. En la fotografía que retrata a los villistas está claro que caballos, carabinas y sombrero son todo cuanto aquellos campesinos podrán oponer al profesional ejército estadunidense.
General Pershing inspects cavalry stationed at American Camp in New Mexico. General Pershing inspecting the camp of the 5th Cavalry accompanied by members of his staff and regiment officers, 1915.
Insurrecto cavalry ready to leave the camp, 9 de marzo de 1911.
Finalmente, estas dos vistas revelan cómo los insurrectos son merodeadores que asolan poblaciones a lo lejos, mientras que los milicianos de la Expedición Punitiva despliegan organización impecable al extender pertrechos y material de guerra.
General John Pershing’s camp, U.S. Army Punitive Expedition after Villa, México, ca. 1916.
Insurrectos outpost, 9 de marzo de 1911.
De igual manera ocurrió con el hombre que nació como Doroteo Arango y aquella época se conoció como Pancho Villa. Su advocación significa la tutela o atributos que se reconocen en un personaje, he aquí una selección de las diversas formas en las que se retrató a Francisco Villa, particularmente en los Estados Unidos de Norteamérica. La cultura norteamericana de finales del siglo xix y principios del xx se basaba en una ideología conocida como el Destino Manifiesto. Se trata del supuesto propagandístico que justifica para los ciudadanos de aquel país la necesidad de su expansión territorial, el dominio sobre otros países y la convicción de que son el ideal civilizatorio para cualquier nación. En ese sentido, los otros, todo aquel que no sea norteamericano y aparezca en la esfera de su opinión pública o los medios, debe ser explicado acorde a un parámetro que lo haría amigo o enemigo. Francisco “Pancho” Villa fue un personaje constante en la imaginación del pueblo estadunidense entre 1911 y su muerte, 12 años después. Aquí revisamos las estrategias a partir de las cuales se intentó pintar al mexicano como un peligro, un aliado o sólo un ciudadano de otro país.
Soldiers under the command of General Francisco “Pancho” Villa during the Mexican Revolution, 23 de marzo de 1914. inah.
A veces el mejor retrato que puede hacerse de un personaje histórico o mediático, especialmente en una sociedad acostumbrada a opinar desde el prejuicio o categorizaciones que generalizan a las personas dado su origen étnico o estrato sociocultural, es el de quienes con frecuencia acompañan al sujeto que se intenta describir. Ésa es una figura retórica (sinécdoque) que pretende definir a la parte (en este caso a Villa) con la elaboración sobre el todo (la guerra civil en México y los movimientos populares del norte reunidos en torno al general Villa). Así, se logra un efecto que, desde oposiciones binarias, distingue de forma clara a los campesinos mexicanos de la urbanidad que caracterizaría al norteamericano común. Los rostros curtidos y morenos de los seguidores del Centauro del Norte presentan un contraste innegable con el rostro de quien tiene entre sus ancestros a emigrantes europeos una o dos generaciones atrás.
Five men in center of photograph identified on verso as: C. Von Hoffman, General Villa, Col. Trinidad González, a cameraman and photographer for Mutual Film Corp., 1914.
Sabido es que Francisco Villa fue contactado por una compañía filmográfica de la época y persuadido de firmar con ellos un contrato que les parecía mutuamente conveniente. El general revolucionario obtendría recursos para seguir con su lucha, los productores adelantaban un éxito atronador en taquilla para una película sobre el “bandido” mexicano donde apareciera él mismo.
Pancho Villa, General Hugh Scott, and others at a race track. Ciudad Juárez, México, enero de 1914.
El jefe del Estado Mayor del ejército norteamericano entre 1914 y 1917, reconocido por su habilidad para la negociación, había logrado para 1915 devolver a sus conciudadanos propiedades confiscadas por el revolucionario mexicano. Recientemente ascendido a general brigadier, Hugh L. Scott prefirió primero conferenciar con Villa, de hombre a hombre y en terreno neutro, pasando con él un día en el hipódromo de Ciudad Juárez, inaugurado apenas en 1909. Ese terreno era propiedad de Luis Terrazas, el personaje más poderoso de Chihuahua, amigo de Porfirio Díaz y suegro del gobernador Creel. Scott concede a Villa estar a la mitad entre los suyos y el probable enemigo. Quienes ahí se divierten y el mexicano no son aliados en ningún frente. En realidad, lo está obligando a conceder y aventajar sólo de forma parcial; la diplomacia consiste justamente en saber perder y ganar en el mismo proceso. De modo que aquí hay un concierto de voluntades entres dos hombres civilizados y no la necesaria zacapela a la que obligarían otros estadunidenses. Jack Black Pershing, el otro general que enfrentaría Villa, era apodado así porque había sido comandante del Décimo Regimiento, compuesto por soldados afroamericanos. Su fama era de conciliador y noble en el trato; no sería ése su ademán con los mexicanos.
Columbus, N.M. after Villaʼs raid, 14 de marzo de 1916 [fecha de publicación].
La opinión pública norteamericana tenía una postal clara de Villa y sus hombres. Esta representación hacía eco de otros conflictos, anécdota frecuente en la historia de aquel país. Una feroz e inesperada carga de caballería, desde la que salvajes al galope disparaban sin desmontar ni detenerse. Era la clase de estrategia con que se mitologizó el terror que esa sociedad promovió en contra de nativos norteamericanos (apaches y comanches). Los villistas que entraron en Nuevo México buscando a Sam Ravel tenían un objetivo muy concreto: ubicar y detener al comerciante texano que les vendió armamento y nunca se los entregó. Un día después de aquella escaramuza, el presidente Wilson ordenó al general John. J. Pershing y a cinco mil soldados perseguir y capturar a Pancho Villa. Esta Expedición Punitiva se retiró de suelo mexicano hasta 1917, sin alcanzar el éxito en su misión.
La Mutual Film se ocupó no sólo de construir una ficción mercadológicamente viable para sus intereses, sino que también documentó aspectos de la cotidianeidad en la zona del conflicto que registraba para el cine. Es válido decir que el “villismo” llevó a cabo acciones de guerrilla evitando confrontar a la fuerza invasora norteamericana. Ello trajo como consecuencia desorganización y confusión de aquellos expedicionarios, pero también continuo hostigamiento contra todo aquel que pareciera villista, mexicano, enemigo. Los que hoy son respetados como derechos individuales durante una situación de estatus de beligerancia legítima para los Estados involucrados o los grupos alzados en armas, son conceptos básicos del derecho internacional humanitario que no existían para principios del siglo xx.
Soldados realizan una búsqueda en la carreta de dos mexicanos, ca. 1910-1915.
Pancho Villa. [Sin fecha de publicación.]
Doroteo Arango, la imagen que corresponde a esa misma persona, será usada de diversas maneras para acomodar discursos útiles al público y a los políticos norteamericanos. La manipulación del negativo, y con ello, de la información, ha sido una constante desde la aparición de ésta en la prensa escrita. Es un reflejo común suponer que el retrato muestra un fragmento de la realidad objetivamente, que lo que vemos es lo que ocurrió y nada más. Pero toda certidumbre puede alterarse una vez que las palabras y lo visual comienzan a interactuar en un contexto dado. La alteración de lo que ahí se leerá tiene que ver con elementos técnicos propios de la práctica misma de la fotografía, tales como el encuadre, la prelación de figura y fondo en diversos planos o la composición, todos ellos efectos plásticos de indudable importancia añadidos a la intervención lingüística y lectura que se hace desde las palabras con las que se titula el retrato.