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Rubén Jaramillo
Portadilla de <p>Asesinato de Rubén Jaramillo y su familia</p>

Asesinato de Rubén Jaramillo y su familia

23 de mayo de 1962

El 23 de mayo de 1962 se llevaría a cabo uno de los crímenes políticos más crueles de la segunda mitad del siglo xx mexicano. El líder agrario Rubén Jaramillo, sus hijos Enrique, Ricardo y Filemón, así como su esposa embarazada Epifanía Zúñiga García, fueron secuestrados por soldados vestidos de civiles y trasladados a las inmediaciones de las ruinas de Xochicalco, en donde horas después fueron asesinados. Quienes han estudiado de cerca su trayectoria, así como el contexto en el que sucedieron los hechos consideran que su homicidio simbolizó la muerte de los ideales agrarios

Rubén Jaramillo nació en Tlaquiltenango, Morelos alrededor de 1900. En 1914 se integró al ejército comandado por Emiliano Zapata y, según Luis A. Salmerón, se convirtió en un oficial apreciado y querido por los habitantes del lugar y tambien del sur de Puebla. Aunque decidió deponer las armas tras la caída de Zapata, siempre tuvo en mente buscar un momento más propicio para volver a la lucha por los derechos agrarios de los habitantes de esa región. Con esta idea decidió trabajar en diversos ranchos y haciendas y en los años veinte volvió a abanderar la causa de la reforma agraria por la vía legal. Cuando Lázaro Cárdenas llegó a la presidencia el líder agrario encontró en él a un buen aliado gracias al cual pudo levantar el ingenio de Zacatepec. A pesar de que las relaciones entre éste y el gobierno eran buenas, esto cambió al llegar al poder Manuel Ávila Camacho. Al considerar que había traicionado los ideales de la Revolución, llamó a sus compañeros para rescatar las armas del olvido y volver a la lucha por la tierra. La pacificación de los rebeldes se logró gracias a la mediación de Cárdenas. Sin embargo, aunque continuó peleando al lado de los campesinos y colaboró con diversos movimientos nacionales se dio cuenta de la corrupción de la clase política, las amenazas a aquellos que pugnaban por las causas justas y la imposibilidad de transformar esta situación por la vía institucional. Esto lo llevó de nuevo a empuñar las armas. Por desgracia, ya se había convertido en un elemento demasiado incómodo para el régimen que consideró su asesinato y el de su descendencia como la mejor manera de solucionar un conflicto que escapaba de sus manos.