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Sociedad
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Melancolía y mexicanidad

Particularmente en las celebraciones cívicas, desfiles y eventos organizados por la autoridad local, a quienes vivimos en la Ciudad de México nos ha acompañado un registro auditivo al que pocas veces pusimos la atención debida o que quizá sólo no sabríamos identificar fuera de aquellas ocasiones en que primero lo escuchamos. Dicha música es común también en los kioscos de pueblos y ciudades.

Fundada por Carlo Curti, un italiano emigrado a los Estados Unidos y luego a nuestro país, la Orquesta Típica Mexicana fue un espectáculo dancístico y sonoro que tuvo gran éxito como negocio y entretenimiento en la década de los ochenta del siglo xix. Dicha puesta en escena animaba con música folclórica construyendo un imaginario propio a partir de atuendos regionales y una narrativa mínima que acompañaba cada número bailable. Se trata de la tradición de la ópera itinerante en una de sus diversas popularizaciones en América. Cuando Curti llegó aquí adaptó el negocio a la circunstancia mexicana y contrató a músicos del Conservatorio Nacional de México para llevar a cabo la fábrica del repertorio porfirista y el costumbrismo musical.

El salterio, el xilófono, la sección orquestal de cuerdas y la flauta, constituyeron la primera base de sonidos a partir de los cuales se interpretó esa selección de "aires nacionales". Desde su primer concierto en 1884 y al que asistió el presidente de México, general Porfirio Díaz, recibió el apoyo oficial y comenzó a llamarse Orquesta Típica Mexicana.

Una serie de autores de composiciones fácilmente reconocibles como "muy mexicanas" han sido parte de esta orquesta a lo largo de su historia: El valsecito Chapultepec de Higinio Ruvalcaba, el Arrullo de Mario Talavera, Alfonso Esparza Oteo y Dime que sí, Las mañanitas de Tito Guízar, Pedro Vargas con Un mundo raro, entre otros.