El término alude más al carácter interpretativo y a los patrones rítmicos plasmados en la partitura (que pueden asociarse a distintos estilos) que a un género musical, tomando en consideración el contexto en el que fueron escritas, si se realizaron para ballets, operetas o zarzuelas, y siempre con la característica de poder ser coreografiadas y por lo tanto bailadas. También se utiliza para hacer notar que tienen alguna influencia a nivel rítmico. En esta colección se encuentran obras de compositores como Ernesto Elorduy, José de Jesús Martínez Pérez, Alfredo Carrasco, Francisco Argote, Alberto Escobedo Chávez, Luis G. Jordá, José Briseño, Miguel Lerdo de Tejada y Felipe Villanueva. Sobre la pieza Danzas nocturnas de Luis G. Jordá, Pedro Tolama Tecpanecatl señala: “El elemento que sobresale ante todos es el patrón de ritmo que enfatiza el sentido de baile (danza), casi siempre presentado en síncopa y en el bajo. Las melodías son muy cantables y de fácil retención para el oyente e intérprete, además de expresar cierta melancolía y tristeza en casi la totalidad de sus partes; como se mencionó anteriormente, la cualidad melódica es muy accesible al sentir del intérprete”.