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Días aciagos: los magnicidios de Villa y Obregón
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Días aciagos: los magnicidios de Villa y Obregón

El 20 de julio de 1923, en Parral, Chihuahua, el general Francisco Villa y sus cuatro acompañantes fueron asesinados en una emboscada mientras conducía su propio vehículo. El cobarde atentado, según Jesús Salas Barraza, fue organizado por los enemigos del divisionario. Casi cinco años después, un 17 de julio de 1928, otro jefe de la Revolución, Álvaro Obregón, entonces candidato presidencial electo, fue ejecutado por José de León Toral en la villa de San Ángel en la Ciudad de México. En ambos casos, los especuladores y la prensa responsabilizaron al jefe del Ejecutivo.

Ambos magnicidios tienen ciertas coincidencias y aunque parecen señalar al mismo autor intelectual esto jamás se ha logrado confirmar, de ahí que quede como una mera especulación propia de una novela. Tanto Francisco Villa como Álvaro Obregón fueron asesinados en julio y en pleno proceso electoral para renovar los poderes federales. En los dos casos, la clase política, la militar y la prensa misma responsabilizaron al presidente de la República: primero al mismo Álvaro Obregón (1920-1924) y, en el segundo caso, a Plutarco Elías Calles (1924-1928), coincidencia propia de la novela La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán. 

Cuando Villa fue asesinado en Parral, sólo Jesús Salas Barraza, diputado por Durango y el único detenido, confesó que varios integrantes del gabinete de Obregón habían conspirado para matar al divisionario norteño, sin embargo, no presentó más pruebas que su propio testimonio. ¿Fueron ciertos estos señalamientos? Lo cierto es que Villa representaba una amenaza para las aspiraciones de Calles. Cinco años después algo similar ocurrió. Luego de obtener el triunfo electoral y en plena guerra, José de León Toral, presuntamente instigado por Concepción Acevedo y de la Llata, “la madre Conchita”, asesinó a Obregón en el restaurante de La Bombilla en San Ángel, lugar donde se erigió un monumento a su memoria y fue colocado el brazo que había perdido en Celaya a manos de artillería villista. La reliquia revolucionaria fue retirada del lugar en 1997.