Fue allí cuando le pidió que subiera a lo más alto del cerro del Tepeyac en busca de rosas. En esos momentos, este tipo de flores no eran comunes en aquel lugar, por lo que debía llevarlas ante el obispo como una prueba de sus milagrosos encuentros y además solicitar la construcción de un templo dedicado a su imagen en las cercanías del lugar. Fue hacia el mediodía cuando el obispo Juan de Zumárraga recibió a Juan Diego, quien desplegó su ayate del cual cayeron varias rosas de Castilla al mismo tiempo en que se revelaba la efigie de la Virgen. Se dice que las peregrinaciones al lugar iniciaron desde que se llevaron a cabo estos acontecimientos, sin embargo, los registros históricos ubican el primer festejo a la Virgen hasta 1667, o sea, 136 años después de su última aparición. Ese año, la fecha quedó instituida como el Día de la Virgen de Guadalupe gracias a una bula del papa Clemente IX y fue hasta 1824 cuando el Congreso declaró este día como de fiesta nacional. No podemos dejar de mencionar que antes de la llegada de los españoles, los indígenas nativos rendían culto a la diosa Tonantzin y que algunos especialistas consideran que el proceso de las apariciones fue un mecanismo de sustitución para remplazar la devoción que se le tenía a la diosa mexica por la de la Virgen María. Por otro lado, en la actualidad, los festejos a la Guadalupana se llevan a cabo en muchos rincones de nuestro continente, pues es un día que ya no sólo involucra a las personas católicas, y con esa celebración se marca el inicio de una de las temporadas preferidas por los mexicanos, con el llamado maratón Guadalupe-Reyes.