Con la inclusión de imágenes en una de sus caras, las tarjetas postales, ahora ilustradas, pasaron de ser un medio de comunicación eficiente a un souvenir mediante el cual era posible capturar un momento en el tiempo, como una visita turística o algún suceso importante. Cabe mencionar que este cambio de formato coadyuvó de una manera significativa a la difusión de imágenes de todo tipo, incluidas fotografías históricas, de sitios considerados patrimonio cultural, de piezas artísticas o de ilustraciones profesionales realizadas ex profeso para éstas, por lo que la tarjeta postal transformó, en palabras de Alejandra Osorio Olave, “en producto masivo de consumo aquello que había permanecido como objeto de culto para la burguesía funcionaria y la élite intelectual de los países modernos”. Las postales hoy representan pequeños escaparates del tiempo que guardan un trozo de historia, esperando a ser visitado y descubierto por aquel que las observa.