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Naturaleza muerta (con cepillo de dientes)

Naturaleza muerta (con cepillo de dientes)

 
 

Institución: Museo de Arte Moderno

María Izquierdo (1902-1955) fue una de las primeras mujeres mexicanas reconocidas en la historia del arte mexicano; esta pieza corresponde a su etapa de formación creativa, en la que ya se perfilaba su estilo particular, mismo que será reconocible por la elección de colores firmes para crear ambientes sombríos, en este caso destaca la utilización del azul índigo del muro, delimitado por esquinas oscuras que llegan al negro a manera de fondo y frente al cual se recrea la naturaleza muerta conformada por vegetales y la presencia inusual de un cepillo de dientes sobre una típica mesita de madera de una cocina mexicana pintada en perspectiva. Izquierdo ha sido categorizada como naïf, es decir “inocente” en sus trazos como si de pintura realizada por infantes se tratara.

 

Aunque en apariencia su estilo es sencillo, porque pareciera que ignora las normas de composición clásicas, se formó en la Academia de San Carlos en donde se sumó al taller de Germán Gedovius del que aprendió el dibujo de la vieja escuela, en este sentido la simplicidad de su obra se debe a una elección personal y a influencias recíprocas como la que compartió con Rufino Tamayo con quien trabajó en el mismo taller durante cuatro años, además cabe resaltar que el reconocimiento de la autora a los cambios y la importancia de los estilos vanguardistas de principios del siglo xx.

Perteneció a la generación de artistas de la posrevolución, identificados plenamente con el movimiento muralista al que ella no pudo sumarse en gran medida por los prejuicios machistas imperantes en la época. Ella misma resumió la situación en la siguiente frase: "nacer mujer es un delito, pero aún peor es nacer mujer y tener talento". No obstante, su presencia cobra fuerza al ser la primera pintora en exponer en el extranjero, en el Museo Metropolitano de Nueva York en 1930, en donde incluyó varias naturalezas muertas como la pieza que nos ocupa, pues le era un género cercano que se distingue por plasmar objetos y seres inanimados a menudo relacionados con la comida y la vida doméstica.

 

María Izquierdo, oriunda de San Juan de Los Lagos, Jalisco, desafió varias “normativas” que la vida le fue imponiendo, tanto en su propuesta visual como en su vida personal, mujer provinciana y divorciada a temprana edad con sus hijos emprende el camino a la capital y se forma como artista plástica en contra de todas las convenciones establecidas a principios de siglo pasado. Como artista su manera de ver lo cotidiano destaca por alejarse de representaciones que buscaran el realismo tan anhelado en la pintura mexicana del siglo xix. Hoy a la luz de la reivindicación de los derechos de las mujeres cobra fuerza su obra y su presencia deviene contundente.

Material de apoyo:

Lozano, Luis Martín, María Izquierdo: una verdadera pasión por el color, Artes Visuales, Editorial Océano, México, 2002.

 

Institución: Museo de Arte Moderno

María Izquierdo (1902-1955) fue una de las primeras mujeres mexicanas reconocidas en la historia del arte mexicano; esta pieza corresponde a su etapa de formación creativa, en la que ya se perfilaba su estilo particular, mismo que será reconocible por la elección de colores firmes para crear ambientes sombríos, en este caso destaca la utilización del azul índigo del muro, delimitado por esquinas oscuras que llegan al negro a manera de fondo y frente al cual se recrea la naturaleza muerta conformada por vegetales y la presencia inusual de un cepillo de dientes sobre una típica mesita de madera de una cocina mexicana pintada en perspectiva. Izquierdo ha sido categorizada como naïf, es decir “inocente” en sus trazos como si de pintura realizada por infantes se tratara.

Aunque en apariencia su estilo es sencillo, porque pareciera que ignora las normas de composición clásicas, se formó en la Academia de San Carlos en donde se sumó al taller de Germán Gedovius del que aprendió el dibujo de la vieja escuela, en este sentido la simplicidad de su obra se debe a una elección personal y a influencias recíprocas como la que compartió con Rufino Tamayo con quien trabajó en el mismo taller durante cuatro años, además cabe resaltar que el reconocimiento de la autora a los cambios y la importancia de los estilos vanguardistas de principios del siglo xx.

Perteneció a la generación de artistas de la posrevolución, identificados plenamente con el movimiento muralista al que ella no pudo sumarse en gran medida por los prejuicios machistas imperantes en la época. Ella misma resumió la situación en la siguiente frase: "nacer mujer es un delito, pero aún peor es nacer mujer y tener talento". No obstante, su presencia cobra fuerza al ser la primera pintora en exponer en el extranjero, en el Museo Metropolitano de Nueva York en 1930, en donde incluyó varias naturalezas muertas como la pieza que nos ocupa, pues le era un género cercano que se distingue por plasmar objetos y seres inanimados a menudo relacionados con la comida y la vida doméstica.

 

María Izquierdo, oriunda de San Juan de Los Lagos, Jalisco, desafió varias “normativas” que la vida le fue imponiendo, tanto en su propuesta visual como en su vida personal, mujer provinciana y divorciada a temprana edad con sus hijos emprende el camino a la capital y se forma como artista plástica en contra de todas las convenciones establecidas a principios de siglo pasado. Como artista su manera de ver lo cotidiano destaca por alejarse de representaciones que buscaran el realismo tan anhelado en la pintura mexicana del siglo xix. Hoy a la luz de la reivindicación de los derechos de las mujeres cobra fuerza su obra y su presencia deviene contundente.

Material de apoyo:

Lozano, Luis Martín, María Izquierdo: una verdadera pasión por el color, Artes Visuales, Editorial Océano, México, 2002.

 
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