Los clubes liberales fueron creados en diversos puntos de la república mexicana y tuvieron gran acogida entre el público femenino de entonces. Éste es sólo un ejemplo de las muchas convocatorias que se emitieron en aquellos años.
Sabemos que la sororidad es uno de los pilares del feminismo actual. Pero
este sentimiento de solidaridad y soporte entre mujeres data de tiempos
remotos. Las comunidades humanas siempre han necesitado del trabajo conjunto
para salir adelante; los saberes tradicionales se transmiten entre aquellas
que comparten sensibilidades y que tienen la posibilidad de resguardarlos y
enseñarlos a las futuras generaciones. Si bien sabemos que estas prácticas
de sociabilidad femenina existen, es poco lo que se conoce acerca de los
espacios en los que este intercambio de conocimientos e ideas se llevaba a
cabo. Por eso resulta sumamente interesante lo que sucedió con los clubes
liberales femeninos que se formaron entre 1900 y 1906.
Para muchas de las mujeres que intervinieron tanto en el plm como en el
magonismo, su punto de entrada a la política fue precisamente la creación de
estos clubes, los cuales comenzaron a surgir en prácticamente toda la
república mexicana, desde Nuevo Laredo, Tamaulipas, hasta Cuicatlán, Oaxaca,
en Mérida, Yucatán o en Lampazos, Nuevo León. Las mujeres tomaron la
iniciativa y fundaron sus organizaciones inspiradas en la creación del Club
Ponciano Arriaga que se estableció en San Luis Potosí en octubre de 1900 y
en el cual personas como Juana Belén Gutiérrez y Elisa Acuña participaron.
Los clubes liberales fueron creados en diversos puntos de la república mexicana y tuvieron gran acogida entre el público femenino de entonces. Éste es sólo un ejemplo de las muchas convocatorias que se emitieron en aquellos años.
Una vez que la persecución porfirista terminó con los clubes liberales, y tras el llamado a las armas en 1910, surgió la modalidad de los clubes antirreeleccionistas, que retomaron muchas de las dinámicas implementadas en los primeros.
Para diciembre de ese mismo año, en el país ya existían alrededor de cien,
muchos de los cuales eran exclusivamente femeninos. Estos clubes se
encontraban alineados a los preceptos liberales del movimiento reformista
del siglo xix, por ello, además de propugnar
por la práctica de una
verdadera democracia respeto a la Constitución, también cuestionaban la
excesiva intervención de la Iglesia en prácticas de la vida pública que ya
no les competían.
Los clubes femeninos se relacionaron mucho con la difusión
de la educación. Algunos fundaron bibliotecas a partir de donaciones,
buscaron recursos para financiar sus actividades y cooperar con las personas
que desde el plm se encontraban haciendo
labor propagandística. Para
lograrlo organizaban kermeses en donde las integrantes recitaban poesías o
tocaban algún instrumento. Las mujeres encontraron un espacio de libertad en
donde discutir sobre la problemática femenina, más allá de lo que sus
compañeros militantes del sexo masculino pudieran debatir sobre política en
ellos. Es probable que este sentimiento de fraternidad y de cercanía las
llevara a crear vínculos más estrechos e inclusive amorosos que no eran bien
vistos por la sociedad de la época, por sus compañeros de partido y, por
supuesto, tampoco por el régimen porfirista, que comenzó una persecución
implacable contra ellos. Tanto mujeres como hombres miembros de estos clubes
fueron encarcelados, otros más huyeron hacia los Estados Unidos, logrando
con ello que la mayoría de estas organizaciones, se desmembraran.
Una vez que la persecución porfirista terminó con los clubes liberales, y tras el llamado a las armas en 1910, surgió la modalidad de los clubes antirreeleccionistas, que retomaron muchas de las dinámicas implementadas en los primeros.
Vésper fue una de las publicaciones liberales más importantes de la época dirigida por una mujer, Juana Belén Gutiérrez de Mendo.
A finales del siglo xix se produjo un auge de publicaciones periódicas debido a la expansión del uso de la imprenta. Algunas mujeres tuvieron acceso a ella, lo que utilizaron para fundar revistas mayormente de corte educativo. Pero la imprenta también jugó un papel fundamental en el combate al régimen porfiriano que ya mostraba claros signos de descomposición. De esta manera, el periodismo de oposición fue la vía de expresión a través del cual se denunció el malestar político y social que se vivía en el país. Las simpatizantes del plm aprovecharon este momento de coyuntura para fundar diarios que fueron bien vistos por los líderes tanto del partido como del movimiento en el exilio. Éste fue el caso de Vésper, editado por Juana Belén Gutiérrez, La Corregidora, de Sara Estela Ramírez, o La Voz de la Mujer, publicado en El Paso, Texas, por Isidra T. Cárdenas.
Vésper fue una de las publicaciones liberales más importantes de la época dirigida por una mujer, Juana Belén Gutiérrez de Mendo.
Cuando una nueva publicación salía a la luz, se comunicaba a los compañeros de lucha para mejorar el intercambio de información y apoyarse mutuamente.
Algunas mujeres también enviaron artículos y opiniones a periódicos como
Regeneración, sobre todo en su primera etapa de vida. En estas
colaboraciones generalmente denunciaban la forma en la que eran acosadas y
tratadas por quienes se oponían a la organización de los clubes; también
convocaban a sus congéneres para que se acercaran al movimiento, fundaran
más organizaciones y difundieran las ideas liberales; y al tiempo en el que
hacían propaganda para captar a más simpatizantes, desde sus respectivos
medios luchaban por la libertad de expresión, la cual cada día era más
escasa en el régimen de Díaz. Estas publicaciones también colaboraban entre
sí con intercambio de noticias, apoyaban a los presos y exiliados e
informaban sobre sus condiciones en prisión y solicitaban ayuda para seguir
sosteniendo la causa liberal.
A través de publicaciones como Vésper, Juana Belén Gutiérrez cuestionó la
actuación de Díaz y la persecución a los periodistas, incluyendo a las
mujeres como ella, sólo por defender al pueblo a través de sus escritos.
Incluso llegó a desafiar al dictador incitándolo a abandonar el poder. Esto
hizo que los ojos del oaxaqueño y su aparato represivo se posaran sobre el
periódico de Juana, el cual, a pesar de ser considerado una publicación
femenina, tocaba las mismas problemáticas y causaba el mismo impacto que las
de sus colegas del género masculino. Pero entre más trataban de
silenciarlos, más simpatía ganaban entre el pueblo, por lo que en 1903
varios redactores fueron encarcelados y sus imprentas confiscadas. Vésper,
vivo de milagro, defendió a los presos y cuestionó la violación de sus
derechos constitucionales, protesta que les valió a las firmantes ser
recluidas en la cárcel de Belén. Al denunciar la corrupción y los abusos de
la dictadura, las participantes se expusieron a recibir ataques verbales y f
ísicos, pero ellas no flaquearon y asumieron las consecuencias.
Cuando una nueva publicación salía a la luz, se comunicaba a los compañeros de lucha para mejorar el intercambio de información y apoyarse mutuamente.
La recolección de fondos para financiar el movimiento liberal era una actividad indispensable en la que muchas mujeres se involucraron, aunque no estuvo exenta.
Si bien el contingente femenino que participó en el plm y el magonismo lo hizo por medio de la organización de clubes, la redacción de periódicos o la difusión de su ideario a través de distintas vías, también cooperaron de una forma mucho más concreta: mediante la aportación de dinero para el sostenimiento de la lucha liberal. El financiamiento era necesario para mantener la edición de publicaciones que informaran sobre la trayectoria que tomaba el movimiento y para ayudar a los compañeros que se encontraban en prisión o en el exilio. Como vimos en la cédula dedicada a los clubes, éstos trataban de reunir algunos fondos que enviaban a los miembros en prisión u ocupaban para organizar otras actividades, sin embargo, se necesitaban sumas más fuertes para no sucumbir ante el embate del sistema que llevó a muchos militantes del Partido Liberal a refugiarse en los Estados Unidos. ver 1
La recolección de fondos para financiar el movimiento liberal era una actividad indispensable en la que muchas mujeres se involucraron, aunque no estuvo exenta.
Parte de los fondos recolectados a través de distintos medios eran destinados para la edición de diarios, en este caso, el documento se refiere al presupuesto para imprimir La Voz de la Mujer.
De esta forma, mujeres como Elizabeth Trowbridge, originaria de Boston,
heredera de una considerable fortuna, decidió ocupar su dinero para
financiar el movimiento, a pesar de los reclamos y oposición de su familia,
que incluso llegó a considerarla mentalmente inestable. Invirtió sumas
importantes de dinero para que se liberara a los compañeros detenidos, sobre
todo a Manuel Sarabia, quien después sería su pareja. También costeó clases
de español para ella y otras compañeras, como Ethel Duffy Turner, y pagaba a
reporteros estadunidenses el viaje a México y recorridos por el interior de
la república, con la intención de que éstos escribieran sobre la situación
que prevalecía en nuestro país y desenmascararan a Díaz frente a los
norteamericanos. Elizabeth de igual modo financió la publicación de libros y
el establecimiento de una agencia de prensa, entre muchas otras actividades
que mantuvieron con vida al movimiento hacia finales de la primera década
del siglo pasado.
Otras mujeres como Elisa Acuña y Rosseti, quien editó varios diarios que
ella misma financió, como el caso de La Guillotina y Fiat Lux, o como Sara
Estela Ramírez, fueron de las pocas personas autorizadas por los miembros
del plm para recibir fondos económicos para aquellos que se encontraban en
el exilio. Esto las llevó a hacer viajes hacia la ciudad de México para
mantener vínculos con los grupos que resistían desde aquí y también para
trasladar cantidades en efectivo, lo que ponía en riesgo su integridad
física. Las multas por violar leyes de neutralidad en el vecino país del
norte al continuar con su actividad política rondaban entre los 2,500 y los
cinco mil dólares, por lo que las mujeres siempre tuvieron que echar mano de
la organización de actividades y petición de donaciones para liberar a sus
compañeros.
Parte de los fondos recolectados a través de distintos medios eran destinados para la edición de diarios, en este caso, el documento se refiere al presupuesto para imprimir La Voz de la Mujer.
“Damas, señoritas y jóvenes entusiastas […]: yo os convoco en nombre de los sublimes mártires de nuestra patria, para que reunamos dos clubes liberales en esta progresista ciudad; uno de jóvenes y otro de señoras y señoritas, para llevar por lema las sagradas instituciones de Juárez, para sostener sus ideas, para combatir la bajeza y para formar en un todo la poderosa e invencible palanca del progreso” (Sara Estela Ramírez, La Crónica, 30 de abril de 1901).
“Al presentarnos en el estadio de la prensa independiente, lo hemos hecho con la abnegación de los corazones enamorados por la causa de la libertad. Al aceptar la ardua cuanto difícil labor que cultivamos, hemos despertado enconos en los impunes, espanto en los timoratos, porque faltos de vergüenza, indolentes de sí mismos se estremecen ante la actitud que asumimos” (La Voz de la Mujer, núm. 4, 21 de julio de 1907).
“La junta patriótica de Señoras y Señoritas de Rotan, Texas, ha enviado a los licenciados Harriman y Holston, [de] los Ángeles, California, el total de la colecta que enseguida detallamos. Srita.: Martina Maldonado, $2.50; Feliciana L. de Carpio, $1; M. Flores, $1 […] Niña: Nicanora Medrano, $0.25; Patricia Medrano, $0.25; Eugenia L. de Carpio, $0.25 […]” (s/a, Reforma, Libertad y Justicia, núm. 1, 15 de mayo de 1908).
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Paulina Martínez Figueroa
Rebeca Flores Gutiérrez
Ivonne Charles y Mariel Morales
Angélica Santa María Daffunchio
Bárbara Hernández y Salvador López