Uno de los grandes problemas que las mujeres han enfrentado a lo largo del tiempo es el encasillamiento en ciertos roles que las han limitado al espacio doméstico, a un estatus pasivo que les ha impedido desarrollar sus habilidades con libertad y decidir lo que realmente quieren para su vida. Además, la ampliación del goce y del ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos ha sido uno de los grandes retos a nivel nacional e internacional debido a la imposición histórica de visiones morales y religiosas. Todo esto, aunado a la discriminación, la pobreza y la falta de información, obstaculiza el derecho a determinar sobre su propio cuerpo de forma libre y autónoma. Es interesante repasar cómo se han llevado a cabo estos procesos, y también cómo poco a poco han destrabado ciertas prácticas, así como reconocer que todavía queda mucho por realizar en este ámbito.
Maternidad La maternidad es algo tan complejo y variado como culturas existen en el mundo. Cada mujer vive una experiencia distinta y la manera de enfrentarla depende de muchos factores. La idea de la maternidad como una condición innata y deseable en la mujer es una construcción cultural que ha ocupado su lugar de manera paulatina en la mente de las personas gracias a pequeños actos que han impactado el imaginario humano. Sin embargo, de acuerdo con Winocur (2012), “el valor social y cultural que tiene la maternidad varía de una época histórica a otra, de una región a otra y de un ámbito a otro” (p. 48). Uno de los momentos que afectó profundamente el modo en que los mexicanos percibimos esta condición femenina fue la instauración del Día de la Madre en las primeras décadas del siglo xx.
La iniciativa de dedicar un día de festejo a la madre mexicana surgió en 1922 y provino del entonces director del periódico Excélsior, Rafael Alducin, quien invitó a sumarse a su campaña a personajes importantes de los ámbitos político y religioso para contrarrestar la popularidad del movimiento feminista que, desde Mérida, Yucatán, promovía derechos como la anticoncepción. Otro caso interesante sucedió durante el periodo presidencial de Manuel Ávila Camacho, cuando las élites dirigentes se dieron a la tarea de establecer un ideal femenino vinculado a la maternidad, con el cual se pretendía controlar el acceso de las mujeres a diversos espacios públicos. De esta forma, en mancuerna con la prensa, organizaron una serie de concursos en torno a la maternidad, entre los que destacó el de “la madre prolífica” que se promovió para celebrar el 10 de mayo de 1941. La idea era encontrar y premiar a la madre con 20 hijos vivos. Al mismo tiempo, se fomentó la creación de poemas infantiles ilustrados y la condecoración al primer niño nacido el 10 de mayo. Como vemos en estos dos casos, la intervención del gobierno ha sido esencial en la construcción de la idea que todavía prevalece en nuestro país de una figura materna abnegada y edificada desde el hogar. Han sido las propias madres las encargadas de derribar este modelo.
Divorcio Al igual que sucede con la maternidad, el divorcio ha cambiado con el paso del tiempo. Desde hace 400 años la sociedad mexicana lo ha necesitado, por lo que de cierta manera siempre ha existido pero regulado con distintas normas, además de que se le han dado diferentes usos. Una de las instituciones que ha tenido mayor relevancia en este ámbito de la separación ha sido la Iglesia, pues al ser el matrimonio un sacramento, la disolución del vínculo entre los cónyuges era algo prácticamente imposible de conseguir. La pareja podía vivir en casas separadas, pero permanecerían casados hasta el día de su muerte, ocasionando con ello graves perjuicios que repercutían sobre todo en la vida de las mujeres. Reconstruirse después de una separación también implicaba estar expuestas al menosprecio social y al rechazo, que muchas veces las obligaba a permanecer solas.
Se tiene noticia de que el primer divorcio llevado a cabo en México data de 1702. Tiempo después, durante la época del reformismo juarista, se permitió la separación de cuerpos, pero no la disolución del vínculo. Fue hasta diciembre de 1914 cuando Venustiano Carranza decretó la Ley del Divorcio, una de las más progresistas, de profunda repercusión para la sociedad y con la que se ponía fin a la idea del matrimonio definitivo. Además, en esta ley se integra un considerando en el que se usa la perspectiva de género, porque diferenció las condiciones particulares de las mujeres de entonces al mencionar la posibilidad de verse reducidas a una condición de esclavitud en ciertos matrimonios fallidos, situación de la cual le era imposible salir si la ley no la emancipara desvinculándola del marido. Con este texto, México se puso a la vanguardia legislativa en esta materia, comparado incluso con varios países europeos. Es por eso que esta ley se considera como una de las que más ha contribuido a que las mujeres ejerzan su derecho a decidir.
Sexualidad Uno de los aspectos que más ha causado conflicto entre las sociedades de distintas épocas es el relativo a la sexualidad de la mujer. Utilizado como mecanismo de control, el discurso tradicional las ha arrinconado de tal manera que aquellas que se han atrevido a utilizarla para su disfrute han sido marginadas y juzgadas, más aún las que decidieron hacerlo sin el respaldo de la institución matrimonial. Lo mismo ha sucedido con las personas que ejercieron la prostitución como oficio permanente o quienes prefirieron amancebarse en lugar de casarse formalmente. El tabú de tener relaciones sexuales, y decidir con quién y cuándo, ha provocado cuestionamientos que incluso se han plasmado en la legislación, cuando se trata de un asunto individual que compete única y exclusivamente a cada persona.
Durante los siglos xix y xx se consolidó en nuestro país un sistema de vigilancia y control de las autoridades sobre los cuerpos de las personas. Las mujeres que no se ajustaban a los cánones impuestos desde arriba eran susceptibles a recibir adjetivos discriminatorios o hasta a ser penalizadas o encarceladas. En el caso de la prostitución, con la entrada del capitalismo industrial se consolidó más la visión del cuerpo de la mujer como una mercancía. A las autoridades se añadieron los proxenetas como un mecanismo regulador y de control de sus actividades, restándoles a las mujeres la capacidad de tomar decisiones sobre sus cuerpos pues habían pasado a formar parte de un negocio mucho mayor. En el caso del resto de las mujeres, la sexualidad quedó encerrada en la alcoba conyugal, cuyo único objetivo moralmente aceptado era el de la reproducción. Con el cambio de siglo las cosas comenzaron a transformarse tanto por los avances tecnológicos como por la apertura de espacios intelectuales para las mujeres. Los anticonceptivos permitieron repensar la idea de la sexualidad femenina y ya no sólo relacionarla con el objetivo de la gestación. La posibilidad de elegir se incrementó y la de retomar el dominio sobre sí mismas se acercó cada vez más. Las prácticas y los saberes cambian, el diálogo y el intercambio de experiencias contribuyen a una mayor apertura, a abatir los prejuicios y derribar los tabúes. Se presentan nuevas opciones de vida que antes eran impensables.
Aborto Otro tema que también ha sido complicado de tratar a lo largo de la historia es el del aborto. La polémica siempre ha estado presente y lo más grave es que ha sido de parte de quienes no tienen que ver con el asunto. Instituciones como la Iglesia, profesiones como la médica, y muchos otros organismos, también han querido decidir por quienes en realidad deberían de tener la última palabra: las propias mujeres. Discursos religiosos, legales o científicos han reducido un problema complejo a un entramado relacionado con el pecado, el delito o la enfermedad y en el camino han perjudicado a miles de mujeres que han terminado encarceladas o muertas porque el sistema no les permite tomar una decisión informada que tiene que ver con su propia salud y calidad de vida. El secreto y la vergüenza suelen acompañar la construcción de sentidos de las prácticas abortivas y el camino por erradicarlas ha significado una lucha que ha implicado confrontar a la maquinaria político-religiosa.
El inicio del movimiento en favor de la legalización del aborto se llevó a cabo en la convulsa década de 1960 en sitios como Nueva York, Chicago y Boston. La intención central era sacar del espacio privado la problemática del aborto y convertirla en una cuestión pública. Este llamado cruzó el océano y llegó hasta las mujeres francesas e italianas, quienes encabezaron sus propias luchas desde sus tierras. Las especialistas en el tema señalan que desde allí se trasladó hacia Argentina y después al resto de América Latina. Los retos en las distintas latitudes han sido igual de complejos. En la propia Argentina todavía no logran destrabarlo, y en sitios como México la legislación en algunos estados ha obtenido triunfos significativos. Porque ésta es una lucha de todas y para todas. Es uno de los puntos más importantes en la agenda feminista internacional y quizá uno de los que ha unido a más mujeres a la causa con el afán de conseguir no sólo el derecho a disponer sobre su cuerpo sino también a que se respeten sus decisiones sin intervención de terceros.