Si bien en los últimos tiempos se ha exaltado la importancia del individualismo para el desarrollo del ser humano como una característica fundamental del siglo xxi, la actividad conjunta, la creación de diversas organizaciones, ha sido esencial para la historia del feminismo en México y el mundo. La formación de redes de apoyo ha ayudado a muchas mujeres a salir adelante en situaciones difíciles y ha generado cambios palpables en legislación y en prácticas cotidianas que poco a poco han transformado a la sociedad y la han hecho más abierta y consciente. Desde tiempos remotos, las mujeres han apelado a sus congéneres para distintos objetivos; el trabajo en común les ha proporcionado desde alimento hasta seguridad y estabilidad, por lo que es importante reconocer cómo diferentes tipos de agrupaciones han intervenido en la lucha por sus derechos básicos.
Brujas y aquelarres Quizá una de las agrupaciones de mujeres que más ha llamado la atención, sobre todo a partir del siglo xvi, es la formada por las llamadas brujas, muchas de las cuales sólo presentaban conductas que no encajaban con los estereotipos de género propios de su época: algunas que se atrevían a cuestionar a la autoridad, a la figura de Dios o incluso aquellas que mostraban conocimientos para curar enfermedades con el uso de hierbas y otros elementos de su entorno. Para defenderse de quienes las atacaban o perseguían realizaban rituales conjuntos de empoderamiento, donde quizá las energías colectivas las hacía sentirse seguras y protegidas frente al intenso acoso al que se veían sometidas por los miembros de su comunidad.
Muchas de estas historias terminaron con mujeres quemadas en hogueras como escarnio público y a manera de amenaza para todas aquellas que quisieran salirse de los comportamientos normados de entonces. Esto también dio el pretexto perfecto para realizar torturas y vejaciones cuando el Tribunal de la Santa Inquisición se encargaba de perseguir denuncias, muchas de las cuales eran infundadas. Sin embargo, y a pesar de las ejecuciones masivas, existió la resistencia. Mujeres que transmitieron sus conocimientos a sus compañeras, que brindaron alivio y consuelo a otras en los momentos difíciles del parto, que se apoyaron para conseguir algún método anticonceptivo o que ayudaron a realizar un aborto. Una red solidaria y oculta que sobrevivió siglos y que de cierta manera continúa con el principio de la sororidad enarbolado como una de las banderas del feminismo actual.
Partido Comunista Mexicano Una de las organizaciones políticas que comenzó a dar cabida a integrantes del género femenino durante el siglo xx fue el Partido Comunista Mexicano. Entre sus filas militaron, entre otras, Consuelo Uranga, María Luisa Vera, Benita Galeana, Concha Michel y Graciela Amador. Ellas, además de las funciones que tenían dentro del partido, participaron destacadamente en otras actividades y formaron parte de diversos sindicatos, federaciones y frentes que buscaban mejorar las condiciones de vida de la mujer. Además, escribieron obras autobiográficas, poemas y relatos cortos gracias a los cuales dieron a conocer la cotidianidad de las obreras, campesinas, niñas, madres, comunistas y revolucionarias, principalmente de la década de los treinta, época en que se abrió una oportunidad importante para el desarrollo del movimiento feminista.
A través de sus escritos también apoyaron al partido en una época en la que se le aisló y debilitó su fuerza política. Pero mientras los representantes masculinos del pcm se ocupaban de asuntos de índole interna y trataban de resolver sus conflictos ideológicos, las comunistas denunciaban la situación que vivían las mujeres de su época y llegó un momento en que además criticaron en sus textos a sus propios compañeros de partido, quienes las violentaban, tanto a ellas como a sus parejas. Concha Michel incluso dejó la organización por este motivo y habló sobre el autoritarismo que prevalecía en él. Las militantes consideraron que para acabar con la explotación de las personas no bastaba la lucha de clases, sino que se necesitaba el desmantelamiento de la cultura patriarcal. La relación de este organismo fue cambiante respecto a la participación femenina, pero en un primer momento fue relevante en tanto que acogió a un sector de la población que era difícilmente aceptado como sujeto político real en los primeros años del siglo xx mexicano.
Sindicato de Costureras 19 de Septiembre El sismo del 19 de septiembre de 1985 es uno de los recuerdos más dolorosos en la historia de la capital del país. Como se ha resaltado desde entonces, la solidaridad de la población sacó a flote lo que las autoridades no pudieron controlar. Una de estas experiencias de unión y compañerismo entre los habitantes de la Ciudad de México que más ha llamado la atención fue justamente la que surgió entre un grupo de mujeres dedicadas a la costura. El terremoto sepultó a la urbe, pero paradójicamente, sacó a la luz las terribles condiciones en las que laboraban, la existencia de talleres clandestinos y la indiferencia patronal que ponía en riesgo su vida todos los días. Muchos de estos centros de trabajo se derrumbaron a causa de la maquinaria pesada y los gigantescos rollos de tela que resguardaban.
Las obreras dedicadas al ramo del vestido han sido protagonistas importantes en la lucha y la formación de sindicatos desde principios de siglo por ser uno de los que emplean mayoritariamente el trabajo femenino. A pesar de que desde entonces se buscaron mejorar las condiciones laborales, también ha sido un sector dentro del cual ha costado mucho más trabajo obtener logros significativos. Por eso resultó fundamental la coyuntura que se llevó a cabo a raíz del sismo de 1985. Agrupadas en un campamento improvisado, formaron la Unión de Costureras en Lucha y la Coordinadora de Costureras del Centro para impedir que los patrones se llevaran la maquinaria rescatada de los derrumbes y que las autoridades las desalojaran. Después se impulsó la formación del sindicato, del cual obtuvieron el registro tan sólo un mes después del desastre. Pero más allá de estos logros que en su momento fueron relevantes, de las cosas más destacadas que produjo involucrarse en este tipo de organización fue que tomaron conciencia de todo lo que acontecía a su alrededor y experimentaron cambios a nivel personal y familiar, lo que implicó el cuestionamiento y rompimiento con algunos roles y valores tradicionales.
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo Cierto tipo de participación de las mujeres latinoamericanas en movimientos sociales y políticos durante el siglo xx estuvo vinculado con su condición de madres, pues muchas de sus demandas se relacionaban con la protección y el cuidado de sus familias. Éste es el caso de la organización conocida como Madres de Plaza de Mayo, las cuales tenían como objetivo la búsqueda de justicia para sus hijos e hijas desaparecidos durante la última dictadura militar argentina (1976-1983), una herida que todavía continúa abierta para muchas personas en aquel país del cono sur. Este movimiento, además de exigir al Estado información y respuestas sobre el paradero de sus hijos, también les permitió a quienes lo integraban construir una identidad colectiva a partir de su irrupción en la escena pública, así como encontrar un nuevo significado de su condición de madres. Por su forma de organizarse y de actuar, se considera que pertenecen a la corriente conocida como feminismo maternalista.
En abril de 1977 un grupo de mujeres se reunieron en la Plaza de Mayo con la idea de intercambiar experiencias, acompañarse y conocerse. Todas tenían una característica en común: sus hijos estaban desaparecidos. Nadie les daba información, no les hacían caso, muchos las tacharon de locas, más cuando en sus cabezas decidieron utilizar, a manera de pañuelos, los pañales que en algún momento pertenecieron a sus hijos e hijas desaparecidos. Aun así, desafiaron al Estado y no se amedrentaron a pesar de que ellas también se convirtieron en blanco del gobierno dictatorial y represor que les había arrebatado una parte de sí mismas cuando se llevaron a su prole. La mayoría se dedicaba a las labores del hogar; eran mujeres de clase media que nunca habían participado en asuntos políticos. Su lucha no sólo se quedó en pedir explicaciones sobre sus pérdidas, sino que en un momento dado fue también la lucha por recuperar el Estado de derecho en aquella nación y hacer valer los principios constitucionales pisoteados por la dictadura cívico-militar, régimen que también enarbolaba la desvalorización de la mujer como uno de sus pilares más poderosos. Estar juntas las hizo más fuertes, la rabia las confrontó con el gobierno, los militares, los miembros de la Iglesia y con todos aquellos involucrados en la violación de los derechos humanos que ostentaban el poder en aquel país. Poco a poco se dieron cuenta de que “desaparecido” era sinónimo de “asesinado” y de que no volverían a ver a sus familiares con vida; sin embargo, hoy la organización continúa con las llamadas Abuelas de Plaza de Mayo, quienes han podido restituir a sus verdaderas familias y dar a conocer su identidad a 130 individuos, hijos de los suyos, eliminados por un gobierno patriarcal, irracional y asesino.