José
Revueltas:
Memoria
Imprescindible

Presentación

José Revueltas es de esos personajes que se rehúsan a morir. Se encuentra presente en las charlas sobre literatura mexicana, en las consignas conmemorativas que se gritan cada 2 de octubre, en la memoria de los militantes de izquierda, de aquellos que lo conocieron y de los que ahora lo descubren y lo admiran, en los jóvenes estudiantes de letras, de historia, de filosofía, de ciencias políticas, que devoran sus, en ocasiones, indescifrables textos. Revueltas es ese pilar que permanece inmutable al paso del tiempo y que se niega a caer ante las idas y venidas de gobiernos, de ideologías, de modas, y permanece en nuestra memoria como un ser imprescindible para entender las prácticas políticas y culturales del siglo xx mexicano. A 109 años de su nacimiento, en Memórica. México, haz memoria elaboramos la presente exposición sobre este luchador incansable que desde su adolescencia decidió buscar la forma de moldear un país socialmente más justo y que, a pesar de los tropiezos ideológicos y de su naturaleza melancólica, imprimió una honda huella en la historia y cultura del México contemporáneo.

Pepe:
el Cotidiano

Una familia de artistas

Pepe nació en el seno de una extensa familia formada por 14 personas que habitaban en la localidad de Santiago Papasquiaro, Durango; hijo de un comerciante nómada que vendía telas, granos e implementos agrícolas y que recorrió por mucho tiempo las sierras y pueblos de su estado. Quizá este efecto trashumante sería heredado por su hijo número nueve, Pepe, quien de adulto encontró dificultades para establecerse en un mismo lugar por mucho tiempo. Con ese espíritu de movilidad y con la intención de buscar un sitio más adecuado para el estudio de su prole, don José decidió que se trasladaran a la Ciudad de México, adonde llegaron en 1920, cuando Pepe tenía seis años de edad. Se cambiaron varias veces de domicilio, estuvieron en distintas casas en las calles de Uruguay en el centro de la capital, y en Querétaro y Guanajuato, de la colonia Roma.

Río Canatlán, que atraviesa las localidades de Santiago Papasquiaro, Nuevo Ideal y Canatlán en el estado de Durango.

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Rasgo esencial para entender el entorno en el que se desarrolló Pepe fue que su padre decidió tener una familia que se dedicara a las artes: no quería comerciantes, como él, tampoco abogados o contadores, quería artistas. Con esta premisa en mente envió a dos de sus hijos, Silvestre y Fermín, a estudiar pintura y música a los Estados Unidos y entre los otros cultivó el gusto por la lectura, la cual se convirtió en uno de los pasatiempos más socorridos en la casa de los Revueltas Sánchez. Don José tenía una buena biblioteca y los niños tuvieron contacto, desde edades tempranas, con autores como Ramón del Valle-Inclán, Gregorio Martínez Sierra, Ricardo León, Honoré de Balzac, Émile Zola o Fiódor Dostoievski, entre otros. Emilia, otra de las hermanas, se dedicó a estudiar piano y Rosaura se decidió por la actuación. En el hogar de los Revueltas se realizaban tertulias, práctica que continuó, aunque sus miembros fueran ya mayores y don José ya no estuviera presente.

La familia Revueltas Sánchez en 1921.

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p.170.


Descubrimientos

En la casa de los Revueltas Sánchez se tenía un especial aprecio por la cultura germana. Cuando llegaron a establecerse a la Ciudad de México, don José inscribió a sus hijos en el Colegio Alemán. Quería que aprendieran el idioma pues veía en esa tradición infinitas posibilidades artísticas y la consideraba la potencia económica y espiritual de Occidente. En ese entonces, el Colegio Alemán se encontraba en la zona de La Piedad, en el callejón de la Romita. La colonia Roma era el sitio en el que se habían instalado las familias ricas que sobrevivieron a la Revolución y aunque la de Pepe no era de esa clase, tenían una posición acomodada gracias a los negocios de su padre. El pequeño estuvo en esta escuela hasta que tenía nueve años, cuando tuvo que dejarla por no poder pagar tras la muerte de su padre a causa de una afección renal. Los hijos de los Revueltas Sánchez fueron inscritos entonces a una pública y cambiaron de domicilio.

Terrenos donde se ubicaba el Colegio Alemán, en la zona de La Piedad.

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Pepe, inquieto desde niño, comenzó durante esta etapa la era de los descubrimientos. Más que dedicarse al estudio, prefería salir a caminar y recorrer las zonas cercanas a su casa y escuela. Así se percató de que detrás del sitio donde estudiaba se abría un universo muy diferente al que él conocía. Se topó con calles sucias, canales putrefactos y pobreza. Le inquietaron los contrastes que incluso en su pequeño mundo podía distinguir: la opulencia de unos y la miseria de otros; el derroche de alimentos y el hambre; la estabilidad económica de algunos y el deterioro social de muchos. Aprendió también que las cosas no eran tan sencillas: tras el fallecimiento de su padre la situación en su casa cambió de manera radical y esto influyó en su forma de percibir la realidad. El impacto de la muerte también llegó a través de la morgue del Hospital General, donde se escabulló junto con un amigo y pudo ver los cuerpos en descomposición en espera de ser conducidos a la fosa común.

Portada

Habitantes de la zona de Río La Piedad.

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p.131.


Autoaprendizaje

Los días que siguieron a la muerte de su padre fueron de descontrol para la familia y especialmente para Pepe, que se internó cada vez más en los barrios pobres y conoció las dificultades de las personas de escasos recursos en carne propia. De la colonia Roma tuvieron que mudarse al barrio de La Merced. Salía de su casa y a veces pasaban días para que volviera. Generalmente regresaba sin haber comido, con frío y cansado de andar vagando; sólo su hermana se percataba de su ausencia. El mundo comenzó a parecer cada vez más dividido. Escuchaba las quejas de los trabajadores y se quedaba anonadado con discursos que personajes callejeros, muy parecidos a predicadores, daban sobre la posibilidad de otro modo de vida. Es probable que en estas incursiones escuchara por primera vez la palabra “comunismo”. Cuando cumplió los 11 años abandonó definitivamente la secundaria y se dedicó a satisfacer sus necesidades intelectuales a través del vasto acervo de la Biblioteca Nacional, lo cual marcó de manera definitiva su trayectoria personal y profesional.

Barrio de La Merced.

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Fue en esta época, a principios de los años veinte, en la que se adentró en la metafísica filosófica en torno a Dios y los santos, continuó las lecturas de los clásicos rusos y seguramente cayeron entre sus manos los textos de Karl Marx. Otra lectura fundamental para Pepe durante este periodo fue la de los ejemplares de El Machete, órgano de difusión del Partido Comunista Mexicano, en donde su hermano Fermín colaboraba con ilustraciones junto con artistas como Diego Rivera y José Clemente Orozco. A decir de los especialistas, Pepe devoraba el periodiquillo semanalmente y también leía otras publicaciones de izquierda gracias a las cuales se enteró de la existencia de personajes como Augusto César Sandino o el cubano Raúl Roa. Pero justo por ese entonces tuvo que comenzar a trabajar a pedido de su madre en la ferretería Rico y Trujillo. Esta labor, junto con sus andanzas por el nuevo barrio, le dieron una perspectiva más cercana de las injusticias que sufría la clase trabajadora. Sus hermanos Silvestre, Fermín y Consuelo, a través de sus experiencias, lecturas y pláticas, completaron el aprendizaje del Pepe adolescente.

Portada

El Machete, órgano de difusión del Partido Comunista.

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p.40.


El conflicto existencial

Es probable que las experiencias obtenidas en su primer trabajo cuando adolescente, junto con la formación que recibió a través de diversas lecturas, hicieran que Pepe comenzara un cuestionamiento del mundo que no lo abandonaría sino al final de sus días. Amigos, conocidos y parejas sentimentales llegaron a señalar la profunda tristeza que en ocasiones lo invadía, episodios que fueron evidentes en distintos momentos a lo largo de su vida. Algunas veces iban acompañados de llanto y de una sensación de impotencia por distintas cuestiones. Podía ser desde la incomprensión de sus camaradas de partido o por su reflexión en torno a la naturaleza del ser humano, pero siempre había una sensación de incomodidad que se mantuvo constante. Más adelante, sus éxitos literarios y sus fracasos como militante también contribuirían a mantenerlo en un continuo estado de pesimismo que le sería difícil de sobrellevar: “Soy un perro, un tristísimo perro”, se le escuchó decir varias veces.


Pepe, años cuarenta.

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p.15.


Pepe y su hermano Fermín, 1932.

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p.171.

Aunque no se sabe a ciencia cierta que este estado constante de depresión fuera el detonante, lo que sí se conoce es la dependencia que Pepe comenzó a generar hacia el alcohol. Hay testimonios de familiares que indican que desde muy joven comenzaría con la bebida, la cual poco a poco se convertiría en algo cotidiano. Su primera esposa, Olivia Peralta, comentó: “[…] sabía que era tan intenso su sufrimiento por el dolor humano que sólo con la bebida lograba calmar un poco su angustia y su tormento, pues la menor injusticia o miseria humana lo desajustaba y hacía padecer horriblemente. Beber era una forma de anestesiar su pesar y su congoja. Su emotividad era tanta que su desgaste interior necesitaba […] un equilibrio; para ellos el alcohol era un sedante”. Pepe, al igual que su hermano Silvestre y que su padre, percibieron la vida como un constante sufrimiento, como una melancolía inagotable del alma la cual atraviesa por un camino complejo en busca de la felicidad. Mientras esto pasa, el hombre tiene que padecer penurias para aprender a disfrutar y valorar la abundancia.


Las mujeres de su vida

Pepe estuvo rodeado de mujeres a lo largo de toda su vida. Desde sus familiares, que lo cuidaron y lo educaron de muchas maneras, hasta sus parejas sentimentales y amigas que siempre se sintieron atraídas por su buena plática y por su sentido del humor. Cuando salía de sus estancias carcelarias, generalmente se encontraba con la salud deteriorada. Su madre, doña Romanita, y sus hermanas lo atendían de las diversas enfermedades con las que retornaba de los penales, desde paludismo hasta los males ocasionados por las huelgas de hambre que realizaba en prisión. Por otro lado, las obligaciones de los militantes comunistas los precisaban a viajar y a ocuparse de tareas que a veces no dejaban tiempo para tener otro tipo de trabajo. Las cuotas que les llegaban desde el partido eran insuficientes para mantener un hogar por lo que las mujeres eran quienes solían financiarlo. Éste fue el caso de Olivia Peralta, la primera esposa de Pepe, quien lo mantuvo a él y a sus tres hijos con su salario como maestra. También gracias al aporte económico de ella y de Rosaura pudo editar su primera novela, Los muros de agua (1941).

Olivia Peralta y Pepe con su hija Andrea.

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p.12.

Pepe estuvo casado tres veces: con Olivia Peralta, en 1937, con María Teresa Retes, en 1947, y con Ema Barrón Licona en 1973, quien lo acompañaría hasta el final de sus días. Y aunque a través de los personajes femeninos de sus novelas podemos advertir a una persona consciente de la situación de la mujer en su época, sometida a los dictados de la familia, de la sexualidad y del poder, imperantes en el México posrevolucionario, en su vida personal las consideró como una extensión más de su propio ser. Olivia algún día le cuestionó: “¿Por qué con todo el mundo eres considerado, te solidarizas a su causa, y conmigo eres exigente, duro y casi cruel?” La respuesta de Pepe era sencilla: ella sólo era una parte de él; si él sufría, ella debía aguantar el mismo sufrimiento. Las estancias en la cárcel, sus viajes a otros países y su problema con el alcohol dificultaban la convivencia y en muchas ocasiones hubo problemas por sus ausencias y su afición a las fiestas. Sin embargo, y a pesar de la distancia que mantuvo por todas estas circunstancias, cultivó una buena relación con sus hijas Andrea y Olivia.

Pepe con amigas en un evento, años setenta.

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p.31.