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¿Qué puede la pausa en el caos?
¿Qué puede la pausa en el caos?
Estefanía Escobar Chávez
Posgrado de Estudios del Arte de la Universidad Iberoamericana

La película titulada Generación Spielberg de Gibrán Bazán del 2013 es entendida generalmente como una crítica a la cultura de masas de los años ochenta que marcaron profundamente a una generación de televidentes nacionales. Los contenidos que circularon tanto en radio como en televisión se adentraron en el inconsciente colectivo de tal manera que hasta hoy hacen parte de la cultura pop contemporánea. Sin embargo, leer la película a la luz de las referencias del momento que causaron ciertas neurosis generacionales es sólo una de las maneras de comprender lo que ocurre en este filme. En las cinco historias que se enlazan paulatinamente existen intersticios narrativos que permiten pensar a cada personaje desde las posibilidades que ofrece su momento de pausa dentro de la inercia de sus vidas. La ralentización les permite explorar sus propios conflictos internos e irresueltos donde se abren paso los demonios internos, las neurosis disimuladas o los secretos vergonzosos en los que se disuelven los pudores en una especie de confesionario verbal y corpóreo. Las historias que presenta Bazán pasan por un momento de detenimiento que desata pasiones delineadas por un sesgo hacia la locura.

El diálogo que da inicio al filme dirige el tenor en el que se desarrollará la posibilidad de los personajes para enfrentarse a sí mismos con sinceridad, así como con la persona con la que comparten la cama, que puede no ser el ser amado. A través de una pregunta se abre el intersticio que prueba el estado de la confianza y el grado de comunicación que desnuda la vulnerabilidad interior frente al otro. Cada historia se torna en una exploración individual donde se abre la posibilidad de excavar dentro de sí mismo para darle voz a sus propios pensamientos, a pesar de ser peligroso. Las reflexiones que cada uno desarrolla se dan gracias a la pausa, al tiempo de espera provocado por un accidente que ralentiza el tiempo y donde se inserta la potencia de enunciar el deseo. Las crisis personales se acentúan en el tiempo suspendido, en el momento en el que la inercia de sus vidas se detiene y le da espacio a cada neurosis hasta las últimas consecuencias. La necesidad de ser escuchado, comprendido y con el deseo profundo de ser amado nuevamente para recuperar un tiempo perdido. En cada personaje se revela la potencia de reparación afectiva hacia alguien que los rechaza y pone resistencia ante los discursos de arrepentimiento, esa potencia que se libera en la necesidad afectiva a través de las palabras desata la resistencia a ser amado y se vincula con las actitudes que precedieron el momento de enunciación. Agamben señala que: “Este poder que suspende y detiene la potencia en su movimiento hacia el acto, es la impotencia, la potencia-de-no. La potencia es, entonces, un ser ambiguo que no sólo puede una cosa como su contrario, sino que contiene en sí misma una íntima e irreductible resistencia” (Agamben, 40). En ese sentido cada pausa en la vida de los personajes potencia los pensamientos y sentimientos escondidos que no tenían espacio para la exploración personal.

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Una de las historias que presentan es la que atañe a una serie de escritores, recientemente reconocidos dentro del gremio de las letras que encarnan varios clichés intelectuales, uno de ellos corresponde a aquel profundamente nostálgico que fuma en pipa y graba sus pensamientos de desamor con la pretensión de conservar el feeling de su melancolía espontánea. El resto de los escritores que se encuentran alrededor de él sólo se mofan de su actitud y exponen sus opiniones sobre el ámbito de la escritura del que son partícipes. Cuando llegan al destino indicado para la entrega de su reconocimiento caen en cuenta que han errado en el tiempo y tienen que esperar varias horas para su evento. En ese momento de espera es donde se desarrollan los debates más encendidos sobre su profesión, así como sus estados emocionales-sentimentales donde se asoma la posibilidad del control sobre su potencia como creadores. Sin embargo, como Agamben señala que: “El hombre puede tener control sobre su potencia y tener acceso a ella sólo a través de la impotencia; pero -precisamente por eso- no posee, en realidad, control sobre su potencia; y ser poeta significa ser presa de su propia impotencia” (Agamben, 41). Cada fragmento de la charla transita desde la alegría de la broma hasta los rencores profesionales y personales en donde se externaron las impotencias personales respecto a su oficio de escritores de los que no se suele hablar, pero que eventualmente se externa con el paso del tiempo en el encierro que empuja la sinceridad y el desahogo. De ellos emanan impulsos contradictorios característicos de todo proceso creativo: impulso y resistencia, inspiración y crítica.
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Aurora, una mujer que pretende aparentar ser una madre y esposa perfecta es sorprendida por la llamada de su amante Susana, quien decide terminar la relación que sostenían dado que ésta última se encuentra en una crisis afectiva y de preferencia sexual que no le permite continuar con ella. Su última llamada las sumerge en un estado profundo de dolor al que se le suman heridas antiguas que aún no han logrado sanar e incluso les problematiza su propia existencia. El proceso de ralentización de su vitalidad se agudiza a partir del desencuentro y en ello sus cuerpos se someten a la tortura de la memoria corporal conducida por sus afectos, de este modo, cada una vive una catarsis que las empuja al desahogo en soledad donde se acentúa el sentimiento de pérdida y desesperación.

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La pareja de Luisa y Pancho, quienes gozan de un tiempo en pantalla con el cuerpo siempre desnudo y haciendo el amor, muestran un tiempo suspendido en el que inicialmente parecen mostrar la posibilidad del deseo en el amor que dirige sus voluntades hacia cualquier posibilidad de establecer una conexión de pareja. Sin embargo, esa potencia que también existe en el amor, la locura envuelta en deseo los lleva a suspenderse en el tiempo por voluntad propia bajo la proposición de pasar veinticuatro horas debajo de las sábanas para profundizar en la intimidad corporal y afectiva. La temperatura de sus cuerpos, la textura y el sabor de su piel se intensifica en el tiempo de espera que les da la posibilidad de explorar completamente y donde la prueba radica en permanecer debajo de la tela y en mantener la proximidad bajo el riesgo de deformar el afecto. Dentro del diálogo que llevan Luisa y Pancho, ella equipara la sencillez con la que se hace un café con lo que implica compartir la cama con alguien sin tomar en cuenta que una vez que comienza la tarea de enfrentar la presencia de alguien también se está dispuesto a confrontar las debilidades y los demonios que cada uno tiene. El tiempo suspendido debajo de las sábanas se comparte en simultaneidad con el que Susana vive encerrada en su baño donde ella se encuentra abrumada por sus sentimientos que le nublan la razón e incrementan su pulsión de muerte. El estado de aflicción en el que se encuentra por romper su relación con Aurora y la desesperación por el tiempo de espera al que ella misma se somete la llevan a un estado de ansiedad que la empuja a llamar a su exmarido para reavivar viejos reproches.

La historia de Mónica, hija de un político corrupto a la que le cuesta salir de su contexto familiar para poder cumplir sus sueños como pintora, revela un deseo de profesión artístico que resiste a la inercia familiar de continuar el canon burocrático. Cuando intenta llegar a su clase de pintura se ve detenida por el elevador que comparte con un talentoso contador que comparte el sueño de ser artista y un trabajador del edificio. Al estar encerrados, el contador vive un ataque de pánico que lo lleva a exponer su resentimiento sobre su imposibilidad de realizar su sueño por sus condiciones sociales y económicas a diferencia de Mónica cuya situación al menos le permite poder soñar un poco más sin tener que preocuparse por resolver necesidades básicas. Después de la aspereza de las primeras palabras, el tedio de la espera hace que entre los tres puedan conocerse un poco más, observarse y sensibilizarse ante la situación que cada uno pasa y que de otro modo no hubieran tenido la oportunidad de detenerse a observar al otro. En la espera también se devela el talento de Leonardo aun cuando se ha esforzado en esconderlo y sabotear para no enfrentar la potencia que radica en él dentro de lo que le apasiona, las artes plásticas. Sin embargo, no hay manera en la que pueda ocultar el talento que emana de sus manos aunque él le dé un carácter impersonal, de alguna manera este personaje representa el genio oculto que a través de la negación de sí mismo legitima su potencial creativo, “la potencia-de-no es la reticencia que lo individual opone a lo impersonal, el carácter que tenazmente resiste a la expresión y la marca con su sello.”

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Cada historia puede comprenderse desde un punto de vista interior por la manera en que la cámara se emplaza desde lo privado de los lugares donde los primeros planos acentúan esa sensación de cercanía y asfixia en cada uno de los personajes. En la historia de los escritores, el espectador puede apreciar el punto de vista de cada uno de ellos a los otros con lo que genera una psicología del interior orientada a la claustrofobia y a la sensación de juicio donde no hay manera de ocultar los pensamientos. La mirada en el encierro genera incomodidad por la cercanía ante individuos, los alientos, las miradas juiciosas, los sonidos sutiles abonan al tenor confesionario en la que versa su charla. Por otro lado, la composición de las imágenes en escala de grises con alto contraste acentúa la desventura de cada uno de los personajes. El juego de luces y sombras, así como la banda sonora que acompaña el filme crea una atmósfera de tiempo suspendido donde la trama narrativa se desenvuelve en la mixtura de la nostalgia y el dolor que atraviesa a cada uno.


Si bien, es cierto que Generación Spielberg ha sido tratada por la crítica como un despliegue de pseudointelectualidad desde los personajes hasta la tónica general de la realización, vale la pena notar que el desaceleramiento de la acción que propone al filme deja al descubierto no sólo la psicología del personaje sino también la capa de referentes culturales del mundo del pop que permearon a una generación y alcanza nuestros días. La frustración, el dolor, la incomprensión y la incapacidad de comprometerse afectiva y socialmente con las circunstancias que expresa el filme también son un indicador generacional que aún abre brechas para repensar esos modelos que se destruyeron y navegan en la inercia del olvido.

Fuentes

-Bazán, Gibrán, Generación Spielberg, México, 2012, 110 min.

-Agamben, Giorgio, El fuego y el relato, Sexto Piso, México, 2014.

-Torres, Yilán, “Generación Spielberg, mucho Timbiriche y pseudointelectualismo”, Cine NT, https://cinent.com/criticas/criticas-2014/2331-generacion-spielberg-mucho-timbiriche-y-pseudointelectualismo.html, [Consultado el 13 de junio de 2024].

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