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Presencia de Mariano Azuela en Tepito
Presencia de Mariano Azuela en Tepito
Dr. Óscar González Azuela
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística

Mariano Azuela es conocido como el creador de la novela de la Revolución mexicana, autor de Los de abajo, pero hay más que eso; tratar de comprender al novelista sin la obra que desarrolla en la Ciudad de México durante 36 años, desde 1916 hasta su muerte ocurrida en 1952, acusa de una gran miopía.

Al llegar a la Ciudad de México en 1916, derrotado como parte de la fracción villista, ya había escrito una docena de novelas y cuentos en que es el testigo que hábilmente ha explorado y diagnosticado puntos focales del cuerpo social de manera honesta, valiente y oportuna, todo ello a través de la novela, como lo hicieran otros médicos literatos contemporáneos a él, sobre todo Antón Chéjov y Pío Baroja.

Azuela vivió junto con su familia por siete años con grandes limitaciones económicas en la calle de Comonfort, frente al jardín de Santiago en Tlatelolco. Egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Guadalajara, en 1922 fue contratado para prestar sus servicios en esta clínica, con un sueldo de tres pesos diarios.

En torno a ese tiempo apuntó:

“Para escribir La Malhora nunca tuve material más abundante y al alcance de mi mano. Desde mi infancia y en mi adolescencia conocí una gran variedad de hampones (…). Así aprendí su vocabulario, sus gestos, sus maneras, su caló. Más tarde perfeccioné estos conocimientos en mis correrías de revolucionario. Y cuando fui médico de venéreas en el Consultorio número tres de la Beneficencia Pública, enclavado en las mismas entrañas de Tepito, nada me quedaba por aprender” (Azuela, 1976, p. 1114; Leal, 2001).

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Aquí se encontró con el barrio bravo que no en balde es reconocido como último bastión de resistencia contra el conquistador, cuna de guerreros; integrado también por los más hábiles comerciantes que se hayan conocido desde la época prehispánica hasta el día de hoy.



Escribió entonces La Malhora, obra que le abrió la posibilidad de volver al mundo de la literatura luego de cinco años de estar sumido en un estado de depresión y crisis para luego seguirse con El desquite y La luciérnaga, obras en las que perfeccionó una técnica modernista, habiendo garrapateado muchas de esas páginas sobre las bancas de los Jardines de Santiago y del de Nuestra Señora de los Ángeles, en la colonia Guerrero.

Azuela recordaba que la flor y nata del hampa metropolitana acudía a la Clínica Tres, en donde daba consulta, sin haber sufrido jamás una ofensa, ni siquiera de palabra (Azuela, t. III, 1976, p. 1114).

Doblado el Cabo de Buena Esperanza de los 40 años, como escribió Alfonso Reyes, nadie había reparado en la obra de quién veía al pueblo como “la majestad en harapos”.

Es en diciembre de 1924 cuando Julio Jiménez Rueda inició una polémica periodística acerca del afeminamiento en la literatura mexicana de la que surgió como muestra de virilidad, la de Azuela (Leal, 2001, p. 199), todo esto cuando tenía ya tres años trabajando para la gente de este lugar.

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Rubén Marín, su ayudante médico de esta clínica escribió:

“Yo le preguntaba de la evolución, porque siempre me gustó inquirir de quienes fueron sus testigos. Yo no fui revolucionario de máuser, me decía, ni disparé un tiro ni maté a nadie. Yo fui un idealista de estetoscopio. Se pasaba la mano por los bigotes, casi blancos y ásperos, o por el pelo, escaso y mal peinado, y me miraba con sus ojos llenos de fatiga de mucho ver. Yo los conozco a todos y son iguales, éstos y los otros. 'Éstos' eran los triunfadores vía Carranza-Obregón-Calles; los otros eran los suyos, los villistas” (Leal, t. II, 2001, pp. 218-220).

Habiendo ingresado en 1942 como miembro fundador del Seminario de Cultura Mexicana y en 1943 de El Colegio Nacional evitó dejar este lugar, hasta que fue obligado a ello, por haber cumplido 25 años de servicio en 1947, pasando entonces a trabajar para la gente humilde del barrio de Santa María la Ribera.

En alguna entrevista periodística realizada en 1945 declaró, haciendo gala de una severa autocrítica en torno a la Revolución mexicana:

“Atiendo casos de uno a dos años de edad, y todos, todos, óigalo bien, sufren males intestinales debido a la deficiencia o mala alimentación. Ahora, en invierno, se alteran esos males con los de las vías respiratorias, debido al mal abrigo de los niños... Lo más terrible es comprobar que en muchos casos, el mal radica en la miseria de los padres, que no tienen con qué dar de comer a sus hijos. Entonces es cuando me desespero, créame usted” (Azuela, 1945).

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Dada la crítica punzante contenida en toda su obra, llegó a ser atacado ferozmente por los matraqueros de los gobiernos en turno, a quienes respondió:

“Yo siempre he defendido a los de abajo contra los de arriba; y si los de abajo de ayer no han sabido darse cuenta que son los de arriba de hoy, es cosa de la que yo no tengo la culpa” (Azuela, 1946).

Declaraba en aquel tiempo que México no podía esperar tener una literatura o novela tan propia o desarrollada como los países europeos, por ejemplo. La clave de ese atraso es que “...los que saben escribir, no tienen qué decir; y los que tienen qué decir, no saben escribir” (Azuela, t. III, 1976, p. 668).

Cinco años después de haber sido jubilado murió en su propia casa un primero de marzo de 1952, en donde fue velado recibiendo luego honores en el Palacio de Bellas Artes y posterior sepulcro en la hoy Rotonda de las Personas Ilustres.


Escribió José Alvarado:

“Cuando su cuerpo yacía, a la luz de cuatro cirios, en su modesta casa de la calle de Álamo, lloraban en la puerta diez o doce mujeres de rebozo: se nos murió el doctor, decían en voz baja y entrecortada. Ninguna, sin duda, había leído una sola de sus novelas; pero, sin saberlo, comprobaron: el médico de barrio y de pueblo, había sido, dueño ya de gloria, un médico del pueblo. El novelista quedaba para muchos pueblos” (Alvarado, 1973).

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Carlos Fuentes escribió por su parte:

“Nuestra deuda profunda con Mariano Azuela es que gracias a él se han podido escribir novelas modernas en México, porque él impidió que la historia revolucionaria, a pesar de sus enormes esfuerzos en ese sentido, se nos impusiera totalmente como celebración épica” (Fuentes, 1988, p. XXIX).

Cierro mi intervención con las últimas líneas de su novela más cercana a este lugar, La luciérnaga: Conchita había abandonado al esposo víctima del vicio y el derroche; enterada de su situación de enfermedad y miseria, regresó de su rincón provinciano acompañada por sus hijos para volverle a amparar:

“Los de alta comienzan a salir. Todavía con vendas blancas en la cabeza, en los brazos, en las piernas vacilantes, descoloridos, con sonrisa deleznable en sus labios secos. Con ojos de nictálopes al mediodía”.

La turba harapienta se aglomera en la reja; en tumulto se estiran cuellos enjutos y coriáceos, se yerguen cabezas greñudas y el viejo dolor de Conchita va a fundirse en oro líquido soterrado en su conciencia.


En vez de la audacia y la ambición con que Dionisio llegó un día a la conquista de México, ella trae su esperanza condensada en una vulgarsísima frase: “¡Nunca les faltó Dios a sus criaturas!” Pero esa frase significa para ella la posesión del universo. Y por ella se siente grande y fuerte, y por ella su sonrisa la transfigura. Toma de la mano a sus pequeños y, abriéndose paso a viva fuerza entre la multitud que los injuria y los estruja, va al encuentro del que viene con la cabeza rapada y los pies descalzos, con los ojos turbios donde hasta la última esperanza debió morir. 

Y él tiende su mano reseca y fría y sonríe sin sorpresa, sin emoción, sin expresión:

—Me latía que tendrías que volver… (Azuela, 1969, pp. 1776-177).

Bibliografía

Alvarado, J., Dos centenarios, Azuela y Zukor, Siempre!, 1973.

Azuela, M., Tres novelas de Mariano Azuela, La Malhora, El desquite, La luciérnaga, Ciudad de México, fce, 1969.

Azuela, M. (septiembre de 1945). (J. /. Chávez, Entrevistador, & A. Nacional, Editor). Azuela, M., Panorama de la novela en México, Hoy, 1946.

Azuela, M., Obras completas, t. III, Ciudad de México, fce 1976.

Fuentes, C., La Ilíada descalza / Azuela, M., Los de abajo, Edición crítica, Ciudad de México, Dirección General de Publicaciones, sep, 1988.

Leal, L., Mariano Azuela: el hombre, el médico, el novelista, t. I, Ciudad de México, Conaculta. 2001.

Leal, L., Mariano Azuela, el hombre, el médico, el novelista, t. II, Ciudad de México, Conaculta, 2001. 

Roscoe, D., El doctor Mariano Azuela, médico y novelista, Ciudad de México, unam, Escuela de Verano, 1960.

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