Pancho Villa, la Revolución no ha terminado
Pancho Villa, la Revolución no ha terminado
Álvaro Rodríguez Luévano
Subdirector de Contenidos Históricos y Culturales Memórica-AGN
Los principios que motivaron el movimiento armado y social revolucionario persisten hasta nuestros días; el abuso de algunos caciques y gobernantes, condiciones de pobreza y marginación, pero, sobre todo explotación y maltrato a los trabajadores llevaron a miles de hombres y mujeres a enlistarse a las filas de la Revolución.
El trabajo documental de Francesco Taboada Tabone es conocido por la profundidad de sus encuadres y paisajes, algunos de ellos en movimiento, por el método introspectivo que explora en los retratos y entrevistas de sus personajes vivos, todos ellos vinculados a la figura de Pancho Villa, es decir, cercanos a su verdadero protagonista: Doroteo Arango.
Rastrear a partir de testimonios orales y físicos la figura de Francisco Villa no es una tarea fácil. El desafío que exige el mito y la leyenda del Centauro del Norte impone fronteras muy establecidas y elementos canónicos con los que Villa fue recuperado a mediados del siglo xx como un caudillo revolucionario, un prócer al servicio de la Revolución mexicana.
Los elementos más arquetípicos suelen dominar en la historia oficial con la figura rígida y casi icónica de un bandolero, ya abordada por Eric Hobsbawm y George Rudé, quienes lo comparan con un héroe turco, el Capitain Swing salido de una historieta inglesa, o un retrato recuperado por una biografía clásica escrita por Marte R. Gómez sobre la indomable estrategia militar de Villa.
El documental que confeccionó Taboada incide en elementos menos celestiales; se ocupa del registro vital de sus familiares y descendientes, y también de quienes lo conocieron y se enlistaron en sus filas o de quienes vivieron en carne propia la determinación de su carácter. Los testimonios que Taboada consigue reunir en un recorrido mnemotécnico penetran en el ámbito de una memoria compleja, aquella que consiste en reconstruir a la persona, sin la distancia temporal que suele fracturar la narrativa lineal y la dota de una multiplicidad de miradas y cargas a veces acertadas y otras de plano mitológicas.
Conmemorar significa traer al presente el recuerdo, la evocación, la ausencia que involucra muchas operaciones de la memoria. Hay quienes quisieron recordar al general Francisco Villa, pero hubo otros que el golpeteo de los años les impidió traer al momento la figura nítida de Pancho Villa. Muchas generaciones son ya las que se ven referidas por el jefe revolucionario de la División del Norte. Ahora falta apreciar el método documental cinematográfico de Taboada para adentrarse en el universo íntimo y personal de un hombre que zanjó los ideales de lucha social en el norte del país. Los vestigios de aquella disputa aún perviven en las voces contemporáneas y también en los testimonios de una revolución que en el ideario villista sigue en pie.
Pancho Villa, la revolución no ha terminado se compone de dos momentos de reconstrucción del personaje histórico: el primero tiene que ver con el lugar de nacimiento y con los orígenes y la identidad de Francisco Villa; y el segundo, se ve confrontado por una versión negativa del caudillo que se ubica en los testimonios de los familiares que fueron víctimas de sus acciones militares en ataque y asedio a la ciudad de Columbus, Estados Unidos.
¿Quién era Pancho Villa?
Para dilucidar esta pregunta Taboada dirige sus baterías hacia los testimonios de los descendientes de “Francisco Villa”, alias Doroteo Arango. Algunos viejos ex combatientes entrevistados aseguraron que la lucha que emprendió el caudillo no ha concluido, “es el único que no se dejó robar por los gringos”, “ojalá que los nuevos presidentes pudieran tomar el ejemplo de Pancho Villa”. Los testimonios de las hijas de Villa y Zapata: Juana María Torres hija de Villa y Paulina Ana María Zapata reviven el encuentro que tuvieron sus padres inmortalizado en la fotografía icónica de los generales de los ejércitos del norte y del sur en el Palacio Nacional: “Era muy guapo”, dice Juana María: otros familiares y conocidos advierten: “le decían el camarón, porque era güero colorado”; su chofer lo recuerda: “era un hombre con muchos pantalones”, “defendió a la patria y a México”, “cuando él llegaba a los poblados, las mujeres se escondían y los hombres también”. La descripción quizá con más velo pero que busca desentrañar las incógnitas del personaje es la de su hijo Ernesto Nava, hijo de Macedonia Ramírez Nava y de Francisco Villa; la confesión que le confirió su madre fue la de ocultar la descendencia del Centauro del Norte: “nadie se tiene que enterar que eres hijo de Pancho Villa”. Entre primos hermanos, coroneles en asilos, mujeres esposadas y robadas por Villa corren testimonios de cómo, en las diferentes fases de su vida, Pancho Villa tomó el nombre de un viejo bandido de la región de Casas Grandes, Chihuahua, llamado Francisco Villa, un bandolero que al morir le traspasa el linaje y el nombre para continuar con la misión justiciera del bandidaje: “robar mulas, borregos, caballos y comida a los hacendados para repartirlo entre los necesitados”. Con algunos objetos se explican las necesidades del ser humano, prendas, utensilios, herramientas, todo lo dejaba como una marca de su paso por caminos y casas, por comercios y rancherías.
¿Francisco Villa está vivo?
Después de la derrota de la batalla de Celaya al general Francisco Villa le produce un profundo resentimiento su relación con los norteamericanos, la traición de parte de sus socios americanos, al haber recibido municiones y armas de mala calidad definieron el resultado de la batalla; el general Álvaro Obregón lo había arrinconado. Pero como la naturaleza de Villa era indómita, regresó a las andadas, tomó las armas nuevamente, se hizo de hombres y caballos arremetiendo contra los gringos, atacó unos campamentos de Fulong y asedió Columbus, un pueblo de 350 habitantes. Tras los desmanes y asesinatos, el ejército norteamericano lo buscó con sobrada fuerza por aire y tierra. En el imaginario, Villa se había escurrido de las manos del gobierno estadunidense y bajo la sombra oscura de la leyenda negra que permeó después de su deposición de las armas y su retiro en paz a la hacienda de Canutillo, la suerte estuvo echada para que Villa encontrará el destino de sus últimos deseos: vivir de forma modesta y en la calma de su pueblo y emprender la reconstrucción de una escuela para los niños más necesitados. El legado del revolucionario consistió en desafiar al Gobierno federal con los trenes, invadir a los Estados Unidos y mantenerse hasta el final lejos de la política y de los intereses de los poderosos para darle prioridad a la educación y la atención a los pobres. El balance de su vida como lo constatan los sobrevivientes de la Revolución mexicana aún está por escribirse, concluye la investigación de Taboada Tabone.
Referencias
Gómez, Marte R., Pancho Villa, un intento de semblanza, México, fce, 1973 (Colección Popular).
Hobsbawm, Eric. J. y George Rudé, Revolución industrial y revuelta agraria, El capitán Swing, Siglo XXI, Madrid, 1978 (Historia de los movimientos sociales).
Francesco Taboada Tabone
Director, guionista e investigador mexicano. Es maestro en estudios mesoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), donde tuvo como maestros a Miguel León-Portilla y Alfredo López Austin, obteniendo mención honorífica con la tesis Amo ti mo kaua, movimientos sociales de raíz indígena en el estado de Morelos. Es ambientalista y activista por los derechos lingüísticos de los pueblos originarios. Su tríptico sobre la Revolución mexicana, compuesto por los largometrajes documentales Los últimos zapatistas (2001), Pancho Villa, la Revolución no ha terminado (2007) y 13 Pueblos, en defensa del agua, el aire y la tierra (2009), hace un análisis de la memoria oral como medio de comunicación; por ellos obtuvo varios reconocimientos para México. Ha incursionado en la ficción con los cortos Vámonos a la Revolución (2008), El mensajero (2011) y El Meyolote (2015) dentro del género conocido como cine de la Revolución mexicana. Su quinto largometraje Tin Tan retrata la figura icónica del comediante Germán Valdés y analiza su trascendencia en las nuevas generaciones. El documental Maguey (2014), hablado en lengua hñahnú, explora la pervivencia de esta planta, símbolo de México. Fue creador del Programa de Revitalización Lingüística en el estado de Morelos. En el 2003 recibió la presea Cecilio Robelo en artes otorgada por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Su guión del cortometraje Los últimos zapatistas fue premiado en el Concurso de guiones de la Cineteca Nacional.
En la mayoría de sus películas destaca su participación como investigador, guionista, productor y director. El crítico de cine mexicano Jorge Ayala Blanco señala en La justeza del cine mexicano que “Francesco Taboada se ha convertido en 'nuestro máximo documentalista histórico revolucionario'” (Ciudad de México, unam, 2011, p. 305).
Largometrajes
Los últimos zapatistas (México, 2004)
Pancho Villa, la Revolución no ha terminado (México, 2007)
13 Pueblos en defensa del agua, el aire y la tierra (México, 2009)
Tin Tan (México, 2010)
Maguey (México, 2013)
Cortometrajes
Enchiladas suizas (ficción, Suiza, 1997)
Desde la Barranca de los Sauces (documental, México, 2006)
¡Vámonos a la Revolución! (ficción, México, 2008)
El mensajero (ficción, México, 2011)
El Meyolote (ficción, México, 2015)
Publicaciones
“Emiliano Zapata en la tradición oral de Morelos y su vínculo con mitos de origen mesoamericano”, en Estudios Mesoamericanos, núm. 12, enero-junio de 2012.
Amoxkonetzin, El librito del Náhuatl, en Fondo Editorial del Estado de México, 2017.
In Nemili to tata, en fedem, México, 2018.
Amo ti mo kaua, movimientos sociales de raíz indígena en Morelos, en fedem, México, 2018.