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La fiesta de la Santa Cruz de Jerusalem en Atoyac, Ciudad de México
La fiesta de la Santa Cruz de Jerusalem en Atoyac, Ciudad de México
Hugo Arturo Cardoso Vargas
Coordinador del Seminario Permanente de Estudios de la Fiesta en México

La primera vez que estuve en Santa Cruz Atoyac, en la Benito Juárez, fue para participar en la presentación de una publicación de la cronista de esa alcaldía, la antropóloga María de Jesús Real García Figueroa, con la colaboración del arqueólogo Eyhnar Francisco Salmorán Dotor y editado por sederec. El título es Santa Cruz Atoyac. El lugar del manantial, que también fue presentado en la fes Acatlán de la unam el 21 de febrero de 2013, en el marco del evento “De viva voz… los cronistas en Acatlán”, organizado por el Seminario Permanente de Estudios de la Fiesta en México. 

En el lugar de reunión en Santa Cruz Atoyac, el atrio de la Parroquia de Santa Cruz Jerusalem, estaban destacados personajes del lugar, así como algunas autoridades que participaron en la realización de la publicación, por cierto bastante modesta y con demasiados y evidentes errores ortográficos. Además del trabajo de María de Jesús, ilustrado con valiosas e importantes fotografías, se incluye el texto del arqueólogo Salmorán Dotor en torno al rescate y salvamento arqueológico en la construcción de la línea 12 del Metro. Aun así, fue una presentación emotiva porque a los lugareños les gustó el que alguien recuperara la memoria de su barrio. Después de las distintas participaciones, previamente programadas, incluida la mía, nos ofrecieron un sabroso menú para elegir y no podía faltar el imprescindible pulque, al cual yo me suscribí inmediatamente haciendo uso de mi especial gusto por la bebida de los dioses… aztecas.

Terminó la presentación, y la comida con mayor rapidez, y al silencioso grito de aquí se rompió una taza cada cual agarró camino para su hogar y observé la emoción que embargaba a los habitantes de Santa Cruz Atoyac, pueblo originario de la Benito Juárez. De esa primera visita recuerdo dos detalles. Primero, que no pude ingresar en la capilla no sé por qué y segundo, porque todavía no existía la Línea Dorada del Metro y me confundí entre entradas y salidas de la Estación Zapata.

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Nos fue imposible ingresar en la capilla porque estaba pletórica de fieles que incluso se detenían en la puerta y para acabar de complicar el acceso varios de ellos llegaron con una cruz de seis metros por dos que colocaron a la vera de la portada. La cruz estaba pintada de un bello tono azul y en el crucero una figura iridiscente del Sagrado Corazón de Jesús de 14 líneas blancas y encima la imprescindible leyenda “inri”. Debajo de este grupo figura un arreglo de tela blanca en forma de V sostenida por maderos que le dan más de medio metro de ancho a esa tela produciendo un sentido estético muy especial y atractivo. La cruz descansaba su parte superior sobre un escritorio para lucir mejor su decorado y además en cada brazo y pie se colocó un arreglo floral. En fin, el conjunto era bello.
A las 16:45 dio inicio la procesión de la Santa Cruz por el pueblo de Atoyac con una pequeña figura del Señor Santiago en andas seguido de la Cuadrilla de los Santiagueros de Santa Cruz Atoyac 2003. Creo que todos eran originarios de Santa Cruz porque existía una enorme familiaridad entre los danzantes y muchos de los que integraban la procesión, misma que recorrió varias calles muy transitadas y que son los límites físicos y litúrgicos de Santa Cruz Atoyac.

La procesión que integraron los fieles que se encontraban en el atrio de la parroquia se empezó a organizar y salió para tomar un tramo de la avenida Cuauhtémoc; dio vuelta a la izquierda para seguir por Zaragoza hasta la Calle de las Flores y después por Uxmal; detuvo, brevemente, el tránsito en Emiliano Zapata y continuó hasta División del Norte y de ahí a la izquierda para tomar Municipio Libre y cruzar frente al edificio delegacional hasta volver a incorporarse a Cuauhtémoc e ingresar, de retorno, en la Parroquia de Santa Cruz Jerusalem.

Una vez en el atrio, los danzantes empezaron sus evoluciones y me llamó la atención que si bien los Santiagos eran todos hombres de distintas edades, la música de una flauta y de un tambor era ejecutada, respectivamente, por un hombre y una mujer. Era la primera mujer que veía armada de tal instrumento. En algunos momentos la procesión hacía alto para que la cuadrilla ejecutara algunas evoluciones de esta danza tan importante y tan vistosa. También con cierto riesgo porque a cada carga de moros y cristianos los machetes se mellan y lanzan pequeños fragmentos de metal que salen sin ningún control y en cualquier dirección.

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Uno de los mejores momentos en que se lucieron los Santiagos fue justo en el cruce de las avenidas Municipio Libre y Cuauhtémoc, donde por un espacio aproximado de 10 minutos se embestían violentamente ––ya en grupo, ya de manera individual–– y creo que siempre era incierto el resultado. Nunca se sabía quién ganaba y quién perdía. Pero sin duda era vistoso y muy interesante ver esta danza.

Después del señor Santiago venían pendones de varios santos que acompañaban a la Santa Cruz en su celebración; como san Lorenzo de Xochimanca. Pero quienes formaban parte de la procesión no portaban ningún escudo, logo, o alguna otra identificación de la mayordomía ni de la parroquia. Lo que no sucede en muchos otros lugares en donde en una playera, en la camisa o con alguno otro distintivo se hace referencia a la parroquia, al santo, al mayordomo, incluso al año de la festividad. Sólo al final de la procesión vi un estampado con la cruz adornada y la leyenda: “Cooperativas de Santa Cruz 550 años 2013/2014”. En el colmo de esta ausencia, quien cargaba desde el inicio a Señor Santiago lucía una playera amarilla intensa con el nombre y logo de un equipo de futbol, supongo yo, de la Liga Premier inglesa. Claro que saludaba a diestra y siniestra con una sonrisa dibujada en los labios y su rostro expresaba contento.

Por cierto, cuando inició su marcha la enorme Cruz, de la que ya hablé, un personaje muy especial se encargó ––a pesar de la oposición de varias personas–– de cargarla desde el pie y atrás venían dos personas llevando la cruz en sus brazos. Al principio no entendí la oposición y después hasta la justifiqué porque además de llevar discretamente a la vista su “mona” se embolsó un cohete que no tronó. Claro que al captar a la Cuadrilla de los Santiagueros de Santa Cruz Atoyac con cara casi angelical e inocente se recargó en el hombro de quien parecía ser el capitán (creo que ése es el cargo) y fue inevitable que quedara registrado en una foto. Así fuimos recorriendo callejones, calles estrechas y amplias avenidas en la procesión de la Santa Cruz. En la Calle Zaragoza una familia convidó a los fieles de un refrigerio y nos detuvimos por un buen rato, porque los Santiagos aprovecharon para enfrentarse en esa estrecha calle, a pesar de la multitud que se reunía y aumentaba poco a poco.

En otro lugar del recorrido un grupo familiar ofreció, pero con un carácter muy selectivo, refresco y creo que tortas (porque no me tocó nada) a los que conocían y los demás nos quedamos como el chinito: “milando”. Yo tratando de hacerme visible a la familia me acerqué a tomarle una foto a la bella cruz que exhibían al frente de su domicilio y desde ahí pude ver no sólo bebidas para todo público, sino además, tequila y hasta pulque ––sobre dos enormes mesas–– y ya me estaba saboreando el néctar de mi tierra. Pero sorpresa, dos personas, supongo padre e hijo, salieron en la foto pero la invitación no llegó y me fui con mi sed y deseo del neutle a otro lado. Por cierto, antes de llegar a este lugar uno de los danzantes más jóvenes se lesionó y los demás ––que interrumpieron sus evoluciones–– le asistieron y aunque no se recuperó totalmente al rato ya se le veía danzar con cierto dolor pero con mucha fe.

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No supe en qué momento se reunieron hasta 10 toritos que se fueron sumando a la procesión y cuando llegamos a Cuauhtémoc se les veía con sus estructuras pálidas pero con los multicolores cohetes que más tarde provocarían terror entre los fieles, en especial de las damas, que esperaban la quema del castillo que ya se levantaba en el atrio de la parroquia.

El retorno fue increíble. Entraron los de la Cuadrilla, después el Señor Santiago, por cierto cargado por un grupo de cuatro o cinco mujeres que sufrieron en serio con su misión y que fueron auxiliadas por algunos hombres hasta colocar la imagen en el lado derecho del acceso a la parroquia. Después venía un numeroso grupo de chinelos luciendo unos los modestos vestuarios tradicionales de tela blanca con sus cintas ––casi siempre azules–– en los extremos; otros, con sus trajes más elegantes hechos de terciopelo oscuro, y muy pocos de esos chinelos lucían unos vistosos, bellos y pesadísimos vestidos con motivos prehispánicos ––como el Calendario Azteca, el mito del Popocatépetl y del Iztaccíhuatl–– sin faltar la Virgen de Guadalupe ––seguro inspirados en los mexicanísimos y nacionalistas cromos de Jesús Helguera––, todo trabajado con chaquira y lentejuela con gran arte, y que causó mucha admiración y sorpresa entre los presentes. El grupo de danzantes era acompañado por la Banda de Música La Libertad.

Cuando llegamos, en medio de la procesión, a la parroquia se encontraba en su interior un grupo de banda interpretando Las Mañanitas a la Santa Cruz de Jerusalem y aunque lucían en sus chalecos de piel negros un trombón en color amarillo y abajo las letras MC y en letras más pequeñas que no pude leer “de Vicente (creo, pero no lo afirmo) Morales”. En ese momento recibí una llamada de casa y sin más abandoné Santa Cruz Atoyac dispuesto a regresar en otra ocasión para disfrutar completa su fiesta.



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