Historia Natural
Historia Natural
María Eugenia Constantino Ortiz y Angélica Morales Sarabia
Universidad del Valle de México y CEIICH, UNAM
La disciplina de la historia natural surge en el siglo xvi como resultado de un proceso colectivo más que de una iniciativa individual, manteniendo fuertes raíces con la tradición clásica del humanismo. Sin embargo, la historia natural renacentista presenta elementos inéditos que la separan de sus antecesores. A inicios del siglo xvii, quienes la cultivaron poseían conocimientos teóricos y técnicos específicos que se diferenciaron de la filosofía natural y la medicina, apropiándose de técnicas de observación para dar cuenta del mundo natural. Otros elementos importantes de la historia natural renacentista fueron el fuerte sentido de comunidad, la competencia y el secretismo.
Las redes que construyeron los naturalistas sirvieron para intercambiar información y saberes. Sólo así se explica que, a pesar de la ausencia de una educación académica formal, ellos desarrollaran modelos de indagación que describían los reinos de la naturaleza. Quizá por ello no es exagerado decir que la historia natural fue la ciencia de la descripción. Quienes la cultivaron, revisaron y restauraron los textos clásicos que explicaban las interacciones del mundo natural, y se comprometieron con los problemas derivados de ello. En un principio, estas descripciones se basaron en las ideas provenientes de la pintura para utilizar más adelante un lenguaje técnico propio sin dejar de lado la representación visual.
A través del tiempo, la historia natural nos muestra su diversidad y los contextos científicos, políticos y sociales en donde se desarrolló. En el siglo xvii, por ejemplo, se concentró más en la clasificación y explicación causal de los fenómenos de la naturaleza, mientras que en el xviii estuvo fuertemente comprometida con los proyectos de expansión imperial. Su avance se ligó al poder naval de las potencias europeas que fueron promotoras y socias de las rutas comerciales en donde circularon enormes cantidades de plantas, vegetales, minerales y personas.
En esta síntesis no podemos dejar de mencionar que la historia natural que cultivaron las órdenes religiosas también participó en la construcción de la naturaleza. Su trabajo estuvo al servicio de los procesos de evangelización y se comprometió con la descripción natural y etnográfica de poblaciones no europeas, manteniendo el interés por los enigmas, prodigios y curiosidades que sirvieron de base a los discursos morales de jesuitas, franciscanos y agustinos, entre otras congregaciones.
Los libros y manuscritos sobre historia natural provenientes de los ámbitos religioso y civil formaron parte del mundo intelectual del siglo xviii. Con la llegada de la Ilustración y la construcción de un espacio público, la historia natural encontró en la prensa un medio óptimo para socializar sus hallazgos y hacer visibles a los cultivadores de la disciplina. En México, las publicaciones periódicas de la segunda mitad del xviii resultaron ser fundamentales para el crecimiento de ese espacio y el desarrollo de la comunicación pública de noticias relativas a las ciencias naturales. Aunque los siglos anteriores se definieron por la circulación de libros que materializaban la producción del conocimiento científico, la Ilustración permitió la producción y el comercio de textos más breves y de características distintas, que podían haber sido escritos por naturalistas de tiempo completo o por aficionados y aprendices —llamados en otros sitios amateurs— que en sus medios tiempos o en sus ratos libres se dedicaban a la exploración seria y comprometida de la historia natural.
Las noticias que circulaban en la prensa tenían distintas dimensiones y sus contenidos eran variados. Los lectores podían encontrar información sobre inventarios de los navíos que llegaban a los puertos de Veracruz y de Cádiz, convocatorias para encontrar el mejor remedio para acabar con la plaga de alacranes que proliferaban en el norte de la Nueva España, referencias sobre el nacimiento de seres monstruosos en las intendencias, y debates entre los naturalistas de México, España y Francia sobre los sistemas de clasificación y taxonomía de plantas y animales.
La prensa articuló distintas comunidades que buscaban construir conocimientos científicos de manera colectiva. Las publicaciones muestran un intercambio de saberes, prácticas y experiencias entre sus miembros, similar a lo que actualmente hacemos a través de las redes sociales. Es importante mencionar que este intercambio se reforzaba con las prácticas de lectura colectiva que se realizaban en tertulias o cuando alguien leía los contenidos a otras personas.
La historia natural tuvo en la prensa uno de los mejores medios de aprobación para sus hallazgos y nuevos conocimientos, como es visible en la Gazeta de México dirigida por Antonio Valdés, la Gaceta de Literatura de México de José Antonio Alzate y el Mercurio Volante de José Ignacio Bartolache. La primera, por ejemplo, dio testimonio de la formación y la apertura del primer gabinete público de historia natural en la Nueva España y en toda Hispanoamérica. En la segunda, Alzate animaba a los lectores a adentrarse en el camino de las ciencias naturales con sus diversas publicaciones sobre zoología, medicina, botánica y observación de cuerpos celestes; mientras que Bartolache, quien compartía igualmente intereses astronómicos, dedicó varias líneas al vínculo entre la medicina y la historia natural.
La prensa del siglo xviii construyó los cimientos para que el xix diera pie a otras publicaciones destinadas a socializar los conocimientos relacionados con la naturaleza entre grupos más específicos de lectores. Para entonces, el estudio de los tres reinos naturales se transformaría, y lo que quedaba plasmado en esas revistas sería el surgimiento de nuevas disciplinas especializadas que el gran paraguas de la historia natural cobijó a lo largo de varios siglos.
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