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Hacer memoria para construir futuro
Hacer memoria para construir futuro
Jaime Ortega (UAM-Xochimilco. Revista Memoria) Hugo Pacheco Chávez (director ejecutivo del CEMOS) Diana Alejandra Méndez Rojas (becaria posdoctoral CIALC-UNAM) Fernanda González Carbajal (investigadora asociada en el CEMOS)

El 11 de febrero de 1983, a iniciativa de Arnoldo Martínez Verdugo —reconocido líder político de la izquierda comunista y declarado persona ilustre durante la Cuarta Transformación—, fue inaugurado el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (cemos). Dos meses después apareció el primer número de Memoria en calidad de boletín, que más tarde se transformaría en una revista, manteniéndose en este formato hasta nuestros días.

La creación de ambos instrumentos respondía a una coyuntura específica que cruzaba distintos registros de la lucha política desde finales de la década de 1970 e inicios de la siguiente. Uno de los elementos determinantes de la época está signado por la transformación ideológica impulsada desde el núcleo dirigente del Partido Comunista Mexicano (pcm) y expresada con claridad en su XIX Congreso. Resultado de aquella reunión, el pcm expresó el sentir de la sociedad a partir de reconocer los derechos de decisión de las mujeres, enfatizar la autonomía de los pueblos indígenas, considerar a la niñez como sujeto de derechos, así como de alentar un ecologismo crítico de la industrialización capitalista, signos ellos de una modernización programática importante.

A todo lo anterior se sumó el impulso por salir del sectarismo y la marginalidad política mediante la unificación con otras organizaciones (no todas ellas, por cierto, con el mismo avance programático), llevando al pcm a autodisolverse con la finalidad de lograr la ansiada unidad.

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Así, de dicho proceso de convergencia nació en 1981 el Partido Socialista Unificado de México (psum), que enfrentaría la contienda electoral de 1982 llevando a Martínez Verdugo como su candidato. Con dicha campaña, la izquierda volvió al debate público, con un alcance nacional, bajo el principio de que la democracia y el socialismo eran dos caras de una misma moneda. El impacto de aquel proceso quedó simbolizado con el cierre de campaña en el denominado “Zócalo rojo”. Estos acontecimientos colocaron a la izquierda en el centro de discusiones y debates y por tanto de una vertiginosa etapa de modificaciones internas, mismas que podrían ensombrecer la comprensión del trayecto y la explicación de cómo se había llegado a ese punto.

La fundación del cemos y la publicación de Memoria respondieron al entonces urgente proyecto de preservar el pasado de una izquierda que se reinventaba. Las primeras actividades que se realizaron giraban en torno al discernimiento de los principales problemas que a lo largo del siglo xx enfrentó el comunismo. Las ediciones iniciales de Memoria plantearon una reflexión sobre el devenir del pcm en su relación con los sindicatos en los que éste tuvo incidencia, así como de los momentos que sintetizaron el debate sobre las izquierdas, como por ejemplo la “Mesa Redonda de los Marxistas” del año 1948.



También la teoría tuvo un lugar importante, de la mano de intelectuales como Elvira Concheiro y Carlos Pereyra la obra de Marx volvió a ser el centro de atención. Sólo hacia finales de esa primera década de existencia —con la elección de 1988 en particular— la discusión de la coyuntura comenzó a ganar un espacio privilegiado en la reflexión y el análisis dentro de las páginas de la revista. De manera similar, los acontecimientos alrededor de la crisis y la caída del socialismo soviético fueron objeto de una apasionante atención. En adelante, en sus páginas se analizarían los hechos más relevantes que interpelaron a las izquierdas: el levantamiento zapatista, la huelga plebeya de 1999, el triunfo de la Ciudad de México de Andrés Manuel López Obrador en el año 2000, el desafuero y el fraude electoral de 2006; así como diversos movimientos y acciones colectivas que acontecieron a lo largo y ancho de Nuestra América.

Desde sus inicios, la revista Memoria ha sido un espacio que ha impulsado la pluralidad de maneras de entender lo que son y lo que aspiran a ser las izquierdas, logrando con ello configurar una amplitud de miras, además de incorporar perspectivas que responden a las demandas de una sociedad en cambio, así como los requerimientos puntuales de diversas coyunturas. Esto ha sido un signo positivo para la incentivación del debate político, del acompañamiento a las fuerzas democráticas de la sociedad mexicana y una contribución para construir una perspectiva política socialista y un análisis marxista.

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En 2023 se cumplen ya cuatro décadas de existencia del cemos y de la edición de Memoria. Es una época radicalmente distinta a la de su surgimiento, entre otras cosas porque una parte significativa de la izquierda marxista se encuentra aprisionada por una perspectiva melancólica de celebración de la derrota. De igual forma, el conjunto de la izquierda practica lo que Bruno Bosteels ha denominado el exceso de memoria, que satura el debate y osifica la energía popular. En este ambiente —a diferencia del de su nacimiento—, el trabajo del cemos y de la revista Memoria busca, consciente y premeditadamente, escapar del ritual. En actitud contraria a la melancolía, nos interesa destacar los momentos de construcción, de triunfo popular, de aventura de la imaginación política y de puesta en marcha de las energías democráticas de la sociedad.



Esto es, privilegiar estos acontecimientos por sobre la debacle, la masacre, el asesinato, la traición u otras figuras propias de la dialéctica de la derrota. No se trata de osificar el ejercicio del recuerdo como un acto de pérdida, de muerte o de triunfo inalcanzable. Por el contrario, el trazo se dirige a activar la memoria para imaginar el futuro y reinventar las alternativas. El objetivo es dislocar la historicidad lineal, para recorrer los múltiples surcos en los que transitó la lucha del pueblo mexicano. La intención, antes y ahora, es la de hacernos cargo de una herencia, no como propiedad privada, sino como un baluarte que a su vez se entregará a las generaciones por venir.

Hoy, como ayer, sin memoria no hay futuro, porque ésta contribuye a producir el horizonte de visibilidad y de acción sobre el cual construiremos las alternativas a la pesadilla de la explotación del capital.

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