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Guatemala 84. Testigo de la historia
Guatemala 84. Testigo de la historia
Manuel Ramos Medina
Director del Centro de Estudios de Historia de México Carso, Fundación Carlos Slim.

Una tarde de invierno del año 2020 fui invitado a una reunión con directores de diversos archivos en la Ciudad de México. La cita fue en punto de las cuatro de la tarde. Convocó a esa reunión la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México, bajo la dirección de Gabriela Pulido. Al llegar toqué el aldabón del enorme portón de madera y de inmediato me percaté que ingresaría en una casona virreinal, a juzgar por la antigüedad de las dos pilastras que enmarcan dicho portón. Me quedé admirado de la grandiosidad del inmueble, mismo que no conocía. Al subir al segundo piso, a la sala donde tendría lugar la reunión, pregunté qué había sido este lugar. “Un convento”, afirmaron. Yo no creí en esa respuesta pues presumo de conocer la ciudad virreinal y los conventos de frailes y monjas. Entonces, ¿qué es?, ¿qué fue? Decidí investigar y resolver mis dudas. Este pequeño ensayo es resultado de la investigación y del gusto por conocer mi ciudad y particularmente su Centro.

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De lo que sucedía en la Nueva España a inicios del siglo xvii.

Para entender el arribo de una nueva congregación religiosa, los Agustinos descalzos, es necesario asomarnos a lo que acontecía en el virreinato de la Nueva España a principios del siglo xvii

Un siglo no se inicia el 1 de enero de 1601. Conlleva un proceso histórico de su centuria anterior, el siglo de las conquistas, de la evangelización, del establecimiento de las instituciones de gobierno, del inicio del mestizaje, del mundo criollo, del asentamiento de ciudades y de la educación urbana.

Las órdenes religiosas de franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas y carmelitas descalzos llegaron a la Nueva España en el siglo anterior y cada una con sus propias espiritualidades, reglas y devociones. Las tres primeras fueron los evangelizadores en una etapa que se extiende hasta la segunda mitad del siglo xvi: franciscanos, dominicos y agustinos. Al parecer, el cristianismo se había consolidado entre los indios y mestizos con sus características particulares resultado de la entremezcla de las antiguas creencias y la nueva religión triunfadora.

Los jesuitas y carmelitas también fueron encargados de apoyar la evangelización. Los primeros destinados al norte del virreinato y los carmelitas para el Nuevo México, misión que no pudieron realizar, por lo que permanecieron en ciudades virreinales transmitiendo su carisma reformado.

En el siglo xvii completaron el cuadro del clero regular los hipólitos, juaninos, betlemitas, filipenses y antoninos con el fin de asistir a los enfermos, moribundos y ancianos en zonas urbanas. Y los mercedarios, dieguinos y benedictinos para apoyar la labor educativa, evangelizadora y sacramental.

Entonces, ¿por qué llegó una nueva congregación religiosa, los agustinos recoletos, a la capital de la Nueva España cuando ya no era necesario el arribo de nuevas órdenes?

Aclaremos que las misiones de las órdenes religiosas llegadas a Nueva España en el siglo xvi se habían extendido hacia el continente asiático para la siguiente centuria, en particular a las Filipinas, y tanto agustinos como dominicos y franciscanos crearon hospicios o conventos para aquellos que se trasladarían a las misiones. Los agustinos fundaron su hospicio de Santo Tomás de Villanueva, en la actual Avenida Hidalgo, y los dominicos el convento de San Jacinto, hacia el sur de la ciudad, en la actual colonia San Ángel. Caso especial fue la Compañía de Jesús, quien destinó para alojamiento de aquellos que pasaban a Asia el Colegio de San Pedro y San Pablo y, más tarde, el colegio de San Gregorio. Por otro lado, los franciscanos descalzos, conocidos como dieguinos, fueron los primeros en establecer un hospicio en la capital, en San Cosme. Cuando se fundó la provincia de San Diego y se separó de las Filipinas, se trasladaron a Tlalpan, al sur de la Ciudad de México.

Como toda construcción de la época virreinal, los edificios del Centro Histórico guardan historias asombrosas, en ocasiones poco conocidas, que conforme las vamos descubriendo se nos abren sorpresas de la historia. Es el caso de la casona de Guatemala 84, atrás del Museo del Templo Mayor, si caminamos de poniente a oriente.

Aunque ahora fraccionada, la construcción original, dividida en tres secciones, fue edificada durante el virreinato a finales del siglo xvii. La casona de Guatemala 84 constituía una sola dependencia y perteneció a la Orden de los Agustinos Recoletos, congregación poco abordada en la historiografía mexicana, en parte por la escasez de archivos. Se destaca la obra Los agustinos descalzos de Arturo Guevara.1

La orden reformada de los agustinos, conocida también como La Recolección, fue fundada a principios del siglo xvii en España. Formaron una rama paralela pero muy cercana a los agustinos calzados. Los recoletos se desprendieron de la Orden de San Agustín, conocida también como calzada, por no haber sido reformada. Aun cuando se dieron tensiones y protestas por esa división, que de alguna forma criticaba la vida menos austera de los calzados, la Orden fue fundada. La finalidad de los recoletos consistía en llevar una vida más auténtica y con vigilancia estricta de los votos de pobreza, castidad y obediencia. Roma otorgó su bendición y la nueva provincia se formó con cinco conventos dedicados a San Agustín. En la Península Ibérica se abrieron los conventos en Aragón, Castilla, Cataluña, Extremadura, Valencia, La Mancha y Andalucía.

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El primer convento en América se estableció en 1604 en Santa Fe de Bogotá, en el famoso barrio de la Candelaria, con los primeros recoletos americanos. Se afianzó abriendo conventos en otras ciudades. Hasta el día de hoy la orden recoleta continúa con sus trabajos apostólicos y espirituales en Colombia.

En 1621 la Santa Sede elevó la provincia de los recoletos a rango de congregación religiosa, recomendando su gobierno a su vicario general elegido por sus miembros. En ese mismo año se celebró el primer capítulo general y en él se dividió la congregación en cuatro provincias en razón de la apertura de muchos de sus conventos.

Nuevas tierras hacia el occidente de América fueron la mira de la Corona de España y con ello una nueva etapa evangélica y así, junto a los aventureros de conquista, aparecieron los ideales misioneros.2 El ánimo que había cubierto a los misioneros en el siglo xvi se vio refrescado con la ruta hacia las Filipinas, tierras de misión a partir de finales del siglo.

En el siglo xvii se descubrieron nuevas islas y territorios inmensos habitados por pueblos que no conocían el evangelio. El entusiasmo por anexar esas tierras a la monarquía española se extendió por la Península Ibérica con cantidad de aventureros deseosos de gloria. Junto a estos aventureros de conquista aparecieron los ideales misioneros tal como ocurrió en la conquista espiritual en México y el Perú. Así, éstos renovaron antiguas proezas y difundieron la cultura en las Filipinas con el lema de civilizar y cristianizar. 

La obra de evangelización en las Filipinas necesitaba de un espacio intermedio para el largo viaje que saldría de la Ciudad de México a Acapulco, donde el Galeón de Manila, mejor conocido como la nao de China, cruzaría el Océano Pacífico para llegar a Oriente. Es interesante anotar que los gastos  que se daban a los religiosos “chinos”, es decir, a los agustinos recoletos, corrían por cuenta del real erario y por ello se exigía que los religiosos, todos, pasaran a las Filipinas como también se estipulaba que todos pasaran a su destino y no se detuvieran en la Ciudad de México.3

El largo camino desde la Península Ibérica hacía necesaria una estancia cómoda en la Ciudad de México, donde se congregaría una comunidad de paso para llegar a la nueva misión en las Filipinas. Fue así que se llevó a cabo la instauración de un hospicio en dicha ciudad para preparar a los misioneros destinados a Oriente, unos eslabones preciosos de una cadena tendida desde España, que vinculó con fuerza a México con Filipinas y por su medio a todo el Oriente. Así, desfilaron por la capital de la Nueva España centenares de religiosos que entregaron su vida para crear un gigantesco puente de comunicación cultural. Su estancia durante el virreinato en ocasiones fue de largas estancias, lo que en realidad no les era permitido, y por tanto sus puertas se abrieron a la población novohispana mostrando su carisma religioso, así como la participación en la vida cotidiana del barrio donde se hospedaban.

La Provincia de los Recoletos en Filipinas se fundó años después de su arribo y se fue incrementando la presencia de misioneros con el fin de formar una amplia red de trabajo misional. Se calcula que el número de religiosos chinos, que así se les llamaba a los recoletos, que llegaron a Filipinas fue de unos dos mil en dos siglos. El desarrollo de la orden fue enorme, considerada una de las más importantes en las misiones de Oriente.

Por su parte, la fundación de conventos de monjas agustinas recoletas fue de la mano de la orden masculina. El 24 de diciembre de 1589 se abrió en Madrid el primero de ellos. Fueron religiosas de total clausura que, mediante la oración, fungieron también como misioneras, sin salir de sus monasterios, tanto en España, Lisboa e Irlanda como en Ciudad de México, Oaxaca, Guadalajara y Lima, en el virreinato del Perú.

Guatemala 84, conocida durante el virreinato como Hospicio de San Nicolás Tolentino, comprendía los actuales números del 80 al 90 y es la muestra arquitectónica de un hospicio que hoy por hoy se convierte en un monumento histórico y artístico, aunque mutilado. En la capital de la Nueva España sólo se alojaron temporalmente los recoletos para pasar a las Filipinas, situación que sabemos no se cumplió del todo.

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Recoletos en Ciudad de México

En un principio los religiosos agustinos recoletos fundaron su hospicio contiguo a la parroquia de Santa Ana. Sin embargo, con el tiempo, se trasladaron a un espacio más amplio, en la calle siguiente a la de Santa Teresa, y allí erigieron el hospicio con el título de San Nicolás Tolentino, por lo cual la calle tomó el nombre del Hospicio de San Nicolás, hoy República de Guatemala.

Los primeros religiosos recoletos descalzos llegaron a la Nueva España en 1606.4 Fueron recibidos por los dominicos que habían arribado en la primera evangelización después de la Conquista, en 1526. Éstos hospedaron a los religiosos en su espacioso convento durante un tiempo mientras los recoletos encontraban un predio para construir un hospicio, es decir, un establecimiento para albergar a peregrinos y viajeros. Al ser la novedad en Ciudad de México y por saberse que partirían al Oriente fueron conocidos como filipinos o chinos.5

El predio que obtuvieron se encontraba muy cerca de la Plaza Mayor, al oriente de la Catedral Metropolitana, siguiendo la calle del convento de San José de Carmelitas descalzas fundado en 1616 y a espaldas del convento de Santa Inés. Los agustinos recoletos anexaron a otras tres construcciones que formaron el Hospicio de San Nicolás y fueron estos religiosos quienes le dieron la imagen actual al edificio. En 1778 rentaron la construcción con opción a compra al Tribunal de Minería para alojar en él al Real Seminario de Minería.6 En cuanto a la jurisdicción eclesiástica, en 1633 el predio formaba parte de la Parroquia de San Juan Tenochtitlan.7

El Hospicio de San Nicolás fue administrado por los agustinos de la Provincia de San Nicolás Tolentino de Filipinas. Se construyó con el fin de dar alojamiento temporal a los religiosos que cruzaban la Ciudad de México con destino a las misiones de las Filipinas y tierra firme de Asia. Al visitar Guatemala 84 nos podemos percatar de la riqueza de su propiedad, misma que fue costeada desde las Filipinas. El inmueble presenta aún la portada principal del edificio bajo la advocación de san Nicolás. En la fachada se observa el grabado con caracteres estilizados de 1771. La costumbre de fechar se realizaba cuando se concluía la obra.8




De acuerdo con las excavaciones arqueológicas realizadas recientemente, el hallazgo de objetos infantiles permiten suponer que en el hospicio debieron habitar muchos niños novohispanos que ahí encontraban entretenimiento y manutención, lo que acentuó el carácter de hospicio de la institución y dedicó una parte del edificio a ello.9 O bien en el hospicio vivían personas que les auxiliaban que pudieron ser familias con niños o bien niños y jóvenes procedentes de Filipinas que venían a Nueva España a estudiar o trabajar con los recoletos.

Hoy día el edificio del Hospicio de San Nicolás alberga la Dirección General de la Coordinación de Memoria Histórica y Cultural de México, cuyo fin es el rescate de archivos para ponerlos a disposición del público en su plataforma Memórica, proyecto que hoy día está en marcha.

Quedaría para un siguiente artículo la descripción arquitectónica del edificio, así como la vida cotidiana de los religiosos, su relación con los habitantes de su entorno y el servicio de su capilla en la sociedad novohispana. 

Para leer más

Alfonso Martínez, Hospicios de Nueva España para misioneros del Oriente, México, Revista Estudios, itam, otoño de 1986.

Arturo Guevara Sánchez, Los agustinos descalzos. Breves noticias de su vida y logros en México y Filipinas, México, inah, 2006.


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