Felipe Ángeles y soldado federal a la entrada de un edificio, 1912. © (34319) Secretaría de Cultura.INAH.Sinafo.FN.México.
La lucha contra el ejército de campesinos zapatistas lo contrariaba. “Soy un general, pero también soy un indio”, le dijo una vez a la inglesa Rosa King, dueña del mejor hotel de entonces de Cuernavaca, el “Bella Vista”.
“El general Ángeles era delgado y de buena estatura, más que moreno, con la palidez que distingue al mejor tipo de mexicano, de rasgos delicados y con los ojos más nobles que haya visto en un hombre. Se describía a sí mismo, medio en broma, como un indio,
pero sin duda tenía el aspecto que los mexicanos llaman de indio triste. Otros grandes atractivos se encontraban en el encanto de su voz y sus modales. Desde que me lo presentaron percibí en él un par de cualidades que había
echado de menos de sus antecesores, las de la compasión y de la voluntad de entender. Me agradó, incluso antes de escuchar entre sus jóvenes oficiales que no toleraba crueldad ni injusticia alguna de sus soldados. Nunca supuse
que nuestras ocasionales conversaciones serían el principio de una amistad con él y su familia que me arrastraría a la corriente de la Revolución… Un día en que el general Ángeles y yo hablábamos del sufrimiento de los pobres
indios contra quienes se hallaba en campaña, me dijo con un gesto de acentuado desaliento: ‘Señora King, soy un general, pero también soy un indio’.”
Rosa King, Tempestad sobre México, México, Conaculta / Mirada Viajera, 1998, p. 83.