Anastasio Bustamante
Anastasio Bustamante
Joaquín E. Espinosa Aguirre.
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
¿Fue Anastasio Bustamante un traidor a la nación por mantener su fidelidad al emperador Agustín I hasta el último momento? Es difícil determinar eso, pues si bien es cierto que el coronel Bustamante fue uno de los que se mantuvo al lado de Iturbide hasta el final, ¿por qué esto habría de significar una traición? Antes de enjuiciarlo se deben conocer sus orígenes; ya luego, con calma, lo quemamos en plaza pública y por mano de verdugo.
Trinidad Anastasio Francisco nació en 1780, el mismo año que estalló la sublevación indígena de Túpac Amaru II en Perú; hijo del humilde matrimonio entre José Ruiz Bustamante y Francisca Oseguera. Vio sus primeras luces en la lejana población de San Francisco Jiquilpan, perteneciente al obispado y provincia de Michoacán. Y si bien su primera vocación fue el estudio de la medicina, la que cursó en el Seminario de Guadalajara, la etapa de crisis que vivió toda la Monarquía española a inicios del siglo xix lo llevaron a sumarse a las fuerzas milicianas en la intendencia de San Luis Potosí, bajo las órdenes del segundo conquistador de Nueva España, Félix María Calleja.
A su lado combatió durante varios años a la insurgencia comenzada en septiembre de 1810, para luego seguir su propio camino en las provincias de México, Puebla y Guanajuato, destacando en el último de manera importante. Ahí lo sorprendió la nueva crisis de la década de 1820, en medio de la que se destacaría por su papel en la liberación del Bajío y Valladolid, volviéndose entonces una pieza clave del séquito de comandantes que rodeaban a su paisano michoacano Agustín de Iturbide. Debido a ello, fue uno de los militares que desfiló triunfal a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, sobresaliendo como uno de los firmantes del Acta de Independencia del Imperio Mexicano al formar parte de la Junta Provisional Gubernativa.
Ya una vez establecido el Imperio, el libertador de Guanajuato recibió los mayores honores posibles. El primero fue su nombramiento como capitán general de las Provincias Internas de Oriente y Occidente, esa demarcación septentrional que tantos conflictos había traído a las autoridades españolas. Bajo su cargo quedó el comandante Felipe de la Garza, quien conspiraría en contra de Iturbide una vez que fue nombrado emperador; Bustamante (quien nunca pisó aquella demarcación) intercedió por este oficial ante Iturbide por razones desconocidas, consiguiendo que se le perdonara la vida. ¡Mala decisión! Pasado el tiempo, sería el propio De la Garza quien apresaría a Iturbide en 1824 para luego llevarlo ante el Congreso de Tamaulipas y aplicar el decreto de proscripción, el que lo condenaba a muerte.
Al frente de su división, el 3 de abril de 1822 se enfrentó en Juchi (actual Morelos) contra los militares españoles de Texcoco y Cuernavaca que planeaban un levantamiento promovido por José Dávila desde Veracruz, que tenían la intención de oponer resistencia al Imperio. Por esa victoria sería conocido como el Héroe de Juchi, recibiendo la distinción de la Gran Cruz de la Orden Imperial de Guadalupe en el mes de julio. Esta condecoración la recibieron muchos de los personajes clave que participaron activamente en la campaña trigarante, ya fueran militares, eclesiásticos o parte del aparato gubernamental. Además de esa distinción, Bustamante fue ascendido al grado de mariscal de campo en octubre.
El año de 1822 fue clave en su trayectoria, y así se confirma al observar que Bustamante fue uno de los que firmaron la representación promovida por los principales jefes y oficiales del ejército en favor de la elección de Iturbide como emperador. Hay que recordar que en febrero se supo de la resolución de las Cortes españolas sobre rechazar el acuerdo firmado en Córdoba con Juan O’Donojú, a lo cual se dio un consecuente levantamiento en la Ciudad de México para aclamar al regente bajo el nombre de Agustín I. Esto lo respaldaron oficiales como Negrete, José Antonio Echávarri, Manuel de la Sota Riva y Luis Quintanar, encargándose Bustamante y Joaquín Parres de entregar el documento ante el Congreso.
Sin embargo, como se sabe, el Imperio fue muy efímero. Los errores políticos del emperador y su pugna con el Congreso constituyente por apropiarse de la soberanía nacional hicieron que estallaran nuevos pronunciamientos militares que acabaron presionando de tal manera a Iturbide que prefirió abdicar la tarde del 18 de marzo de 1823. En ese momento sólo algunos pocos se mantuvieron a su lado: Sota Riva, Manuel Gómez Pedraza, José Joaquín de Herrera y el propio Bustamante, a quien correspondió escoltarlo y protegerlo en su residencia de Tacubaya tras la abdicación.
Se ha dicho que Bustamante fue uno de los mayores iturbidistas, y es cierto. Apenas se embarcó al destierro el fallido emperador, el Héroe de Juchi volvió a la Ciudad de México y renunció a sus empleos y comisiones. Luego se implicó junto con Luis Quintanar en una supuesta conspiración que buscaría restablecer a Iturbide en el trono desde Guadalajara, entre 1823 y 1824, pero en realidad lo que se buscaba era defender la soberanía de ese estado. Por ello terminó en prisión, y sólo obtendría su libertad una vez que el presidente Guadalupe Victoria decretó una amnistía a todos los acusados; fueron seis meses de reclusión en el Fuerte de San Diego, en Acapulco.
Su fidelidad a la figura del Libertador pervivió, pues fue él quien se empeñó durante su segunda presidencia (1837-1839) en trasladar sus restos desde Padilla, Tamaulipas, a la Catedral metropolitana, lo cual pudo realizarse en 1838. Pasados algunos años, e incluso como en una acción con gran carga poética, el vetusto militar fijó en su testamento que al morir deseaba que su corazón fuera extraído y se colocara junto a la urna que contenía los restos humanos de Iturbide. Esta decisión que podría parecernos tétrica, en realidad era muy común en la época, sobre todo cuando alguien deseaba homenajear a alguna persona a la que había admirado en vida, sellando su fidelidad más allá de la muerte.
Para saber más:
Andrews, Catherine, Entre la espada y la constitución. El general Anastasio Bustamante, 1780-1853, Ciudad Victoria, Universidad Autónoma de Tamaulipas, 2008.
Espinosa Aguirre, Joaquín E., “Lo realista no quita lo trigarante. La trayectoria de Anastasio Bustamante, de la contrainsurgencia a la consumación (1810-1821)”, en José Luis Soberanes Fernández y Serafín Ortiz Ortiz (coords.), A 200 años de la consumación de la Independencia, México, Universidad Nacional Autónoma de México / Universidad Autónoma de Tlaxcala, 2022, pp. 75-100.