Institución: Instituto de Investigaciones Bibliográficas, unam
Como casi todos los inventos que han revolucionado la historia de la humanidad, la máquina de escribir no se fabricó de la noche a la mañana, por el contrario, fue un aparato que se desarrolló a lo largo de aproximadamente siglo y medio de pruebas y de ensayos realizados por parte de múltiples personas. Hoy en día se ha llegado a la conclusión de que no se puede atribuir a un solo hombre la creación de este artefacto, que fue indispensable para el desarrollo de la sociedad durante las dos centurias previas a la llegada de las computadoras y sus modernos teclados, sin embargo, se tiene como fecha oficial el año de 1808, cuando el mecánico italiano Pellegrino Turri dio a conocer su invento, el primero del que se tiene documentación detallada y veraz. Aunque, a pesar de que ya existiera desde entonces, la falta de interés y de búsqueda de la patente dificultó su comercialización y la accesibilidad del público a este tipo de aparatos.
Fue hasta aproximadamente 1873 cuando logró venderse la patente y la Remington Firearms Company, fabricante de armas de fuego que también comercializaba máquinas de coser, comenzó con la venta de unidades, las cuales tuvieron gran acogida entre el público femenino de entonces que se encontraba justo en el momento de entrar al mundo laboral, cuando se iniciaba su “liberación” y se propagaba la idea de su posibilidad de acceder al sufragio alrededor del mundo. Fue en este contexto que Thomas Oliver, nativo de Ontario, Canadá, comenzó con los intentos de crear su propio aparato y obtener una patente, misma que consiguió en 1891, gracias a que fue una de las primeras con “impresión visible”, es decir, que quien la operaba podía ver el texto a medida que lo ingresaba. Cuatro años después instaló The Oliver Typewriter Company en Chicago, Illinois, gracias a la intervención de diversos socios que le proporcionaron el capital suficiente para desarrollar el invento. La empresa creció y cambió de sedes y de lugares de fabricación.
Pero fue a partir de 1899 cuando estableció redes de venta animando a los clientes a convertirse en distribuidores locales. Fue de esta manera que las Oliver llegaron a México, como podemos advertir en este objeto destacado, que muestra la publicidad que, en 1909, aparecía en los diarios nacionales. En este caso, se anuncia la distribuidora de Veracruz, ubicada en la calle de Vicario número 14. Se observan los precios que manejaban entonces y la posibilidad de adquirir el aparato en abonos. La ilustración que la acompaña presenta a una mujer joven, casi una niña, utilizándola, por lo que se puede suponer que este tipo de artefactos eran muy socorridos entre el público femenino de las clases media y alta de la época. Destaca también el uso de lo que ahora conocemos como eslogan, frase corta que impacta y llama la atención de los usuarios. En este caso la expresión “Fuerte, suave y duradera” hace énfasis en las características de la máquina. Este anuncio se publicó en el diario La Opinión de la Ciudad de México.
Material de apoyo:
Martínez-Salanova Peralta, Pablo et al., “De la máquina de escribir al ordenador”, en Comunicar: Revista Científica Iberoamericana de Comunicación y Educación, núm. 18, marzo de 2002, pp. 86-89.
Queirolo, Graciela, “La máquina de escribir, las relaciones de género y el trabajo”, en H-Industri@: Revista de Historia de la Industria, los Servicios y las Empresas en América Latina, núm. 27, pp. 113-124.