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Portadilla de <p>México, la dictadura de Pinochet y la diplomacia solidaria</p>

México, la dictadura de Pinochet y la diplomacia solidaria

El 11 de septiembre de 1973 se consumó uno de los sucesos más viles de la historia latinoamericana. Las metralletas y las botas militares se impusieron al discurso coherente y conciliador del mandatario chileno Salvador Allende, quien murió ese mismo día en el Palacio de La Moneda. Un periodo de oscuridad acompañaría la llegada del general Augusto Pinochet al poder. Tras el derrocamiento del presidente, el Ejecutivo mexicano rompería relaciones diplomáticas con aquel país. Allende, apenas unos meses antes, había visitado México en uno de los encuentros más memorables de la diplomacia.

Augusto Pinochet había sido designado comandante en jefe del Ejército de Chile el 23 de agosto de ese mismo año por el propio Allende, en reemplazo del general Carlos Prats, pero pocos días después encabezó el golpe de Estado que tiraría al gobierno democrático formado por la coalición de partidos políticos de izquierda denominada Unidad Popular, con lo que llegaría a su fin el periodo conocido como República Presidencial. Con el triunfo del golpe, miles de personas afines al mandatario socialista se convirtieron en el objetivo de la llamada Junta Militar, que gobernaría a través del miedo durante los siguientes 17 años. Dentro de este difícil panorama, la embajada de México en Santiago de Chile abrió sus puertas para ayudar a cientos de nacionales y extranjeros perseguidos por el régimen. El diplomático mexicano Gonzalo Martínez Corbalá recibiría a todos aquellos que llegaban al edificio sorteando los más distintos obstáculos, carabineros, retenes, vallas o las bardas de las propiedades. Con su ya tradicional cultura de solidaridad permitiría la llegada de cientos de chilenos que a través de distintos documentos y cartas hicieron su solicitud para ingresar en nuestro país. El 15 de septiembre en la madrugada, sólo cuatro días después de la fatídica noche que terminó con la democracia chilena, salió el primer vuelo de asilados hacia México, dándoles un poco de esperanza frente al caos y la destrucción que se avecinaba.