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Las mujeres en la Revolución mexicana
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Las mujeres en la Revolución mexicana

La presencia y la participación de las mujeres en el proceso revolucionario fue crucial no sólo en el aspecto beligerante sino estructural en los modos de administrar la fuerza, la inteligencia y el cuidado de los bandos militares. Su lugar en el conflicto armado se ha interpretado de muchas maneras, y una de ellas ha sido la de romantizar su actuación en la Revolución como acompañantes soldaderas o como quienes lamentan la partida de sus seres queridos definiendo estereotipos arbitrarios de su imagen.

Sin embargo, los espacios que ocupó la mujer revolucionaria son tan amplios como el mundo masculino que definió el carácter rebelde del periodo. Capitanas, coronelas y generalas son los grados que tuvieron algunas mujeres en los frentes de batalla. No sólo tomando las armas o escribiendo como periodistas encubiertas, las feministas liberales participaron de un concierto de ideas y proclamas que demandaron su implicación directa en la toma de decisiones y en el combate. La imaginación pintoresca y romántica de la mujer en el porfiriato ya había superado estas fascinaciones sobre su docilidad, sobre todo por las representaciones caricaturescas, pero también por su comportamiento subversivo. El mundo porfiriano además constató la gran apertura que le exigía la era moderna a muchas de sus actividades aún no reconocidas.


La zarzuela, algunos espacios prohibidos como las academias o las profesiones liberales llenas de varones, y sitios de perdición como las cantinas fueron lugares de disputa y de afirmación femenina de una sociedad urbano-rural. Habitualmente, muchas representaciones de la mujer revolucionaria muestran cierta fragilidad afectiva, casi naturalizan sus estados pasivos como servidumbre de leva o magdalenas que piadosamente sostienen en sus brazos a sus muertos en los residuos de la contienda. Pero la realidad es que la participación antes, durante y después de la Revolución fue diversa y profunda. La mujer diabólica, la mujer insumisa, la mujer armada y vengativa, pero también la mujer instructora, laboriosa, arrojada y valerosa determinan figuras de un pasado casi silenciado por las representaciones masculinas de la Revolución y, como en las ilustraciones del Chango Cabral, la colocan en la misma línea que un musculoso varón de los años veinte preguntándose: ¿quién tiene más fuerza? Círculos de sufragistas, enfermeras, editoras y periodistas, luchadoras por sus derechos ausentes en la antigua Constitución de 1857, su invisibilización antes del periodo armado empujó acciones como las de Carmen Serdán Alatriste, entre otras muchas que participaron en diferentes trincheras, de 1920 a 1940, para la conformación del Frente Único Pro Derechos de la Mujer. Mujeres de vanguardia que fincaron su propio destino en la veteranía revolucionaria.


Memórica invita al lector a descubrir un conjunto de objetos donde los roles de la mujer revolucionaria atravesaron todos los espacios del conflicto político, social y cultural de la época. La construcción de esta imagen significó la autodeterminación de su lucha por el reconocimiento de su labor en los campos intelectuales, laborales, familiares, militares, médicos, filantrópicos y educativos hasta la posrevolución. El legado de los clubes femeniles, de las enfermeras, de las feministas liberales, de las veteranas revolucionarias, de las propagandistas, de las combatientes y de las militantes establece en su conjunto un vínculo innegable de su intervención como agentes definitivas del cambio sociocultural de México.