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Sociedad
Portadilla de Vigencia del Plan de Ayala

Vigencia del Plan de Ayala

A partir de los últimos años del siglo XV, la Corona española autorizó a numerosos expedicionarios para viajar a América como parte de la empresa colonizadora. Cuando estos visitantes llegaban a un nuevo territorio, leían ante sus habitantes originales una proclama en la que declaraban al rey de España propietario de esas regiones e invitaban a los presentes a exponer sus inconformidades, en caso de que las tuvieran. Ante el silencio de quienes no conocían la lengua imperial, se hacía efectiva la voluntad real y los pobladores americanos se convertían en súbditos del gobierno peninsular. Ése es el origen de la propiedad de la tierra en nuestro país.

La Historia da cuenta de numerosos levantamientos populares como reacción en contra de la organización social y económica de la vida colonial. El sistema de encomiendas al que fueron sometidos los pueblos originarios, así como la expoliación de los bienes naturales, configuraron una amplia clase desposeída que, con el transcurrir de los siglos, ha aprovechado diversas oportunidades de rebelarse en la búsqueda del buen vivir: en la guerra de Independencia, al lado de los curas Hidalgo y Morelos; en las guerrillas chinacas de la época de la Reforma y la Segunda Intervención Francesa y, desde luego, en la Revolución mexicana.

Las reivindicaciones de los pueblos del sur, sintetizadas en el Plan de Ayala zapatista, conformaron un programa de lucha en defensa de la tierra que recupera las demandas históricas de los pueblos originarios, en algunos casos trocados en campesinos. Además de acusar a Francisco I. Madero de traición a los principios del Plan de San Luis —con el que las masas populares fueron convocadas a levantarse en armas—, en el Plan de Ayala el Ejército Libertador del Sur anuncia que las comunidades o ciudadanos que hubieran sido despojados de sus terrenos, montes y aguas entrarían en posesión “desde luego”, es decir, de inmediato, de las propiedades que les hubieren sido usurpadas.

La claridad respecto de que “la tierra es de quien la trabaja” ha sido bandera de organizaciones y movimientos campesinos e indígenas por más de un siglo. Ya quienes pelean por conseguir un pedazo de tierra, ya quienes buscan recuperar la que les ha sido arrebatada, ya quienes defienden lo que han obtenido, los olvidados de siempre han encontrado en el horizonte zapatista perspectiva y objetivos cuya vigencia permanece hasta nuestros días.