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Sociedad
Portadilla de Los niños de Francisco Villa

Los niños de Francisco Villa

La frontera norte de México es un ecosistema agreste: desiertos y estepas en grandes extensiones de tierra y los cuerpos de agua son escasos. Sin embargo, los pueblos nómadas que lo habitan han sabido convivir en ese medio inhóspito. Éstos fueron los dominios que cabalgó el joven José Doroteo Arango Arámbula antes de convertirse en la leyenda que fue: Francisco Villa. La niñez del héroe popular de Durango y Chihuahua fue difícil, por tanto, al formar parte de la revolución maderista en 1910, decidió proteger a los más jóvenes de la violencia que se desató, actitud que mantuvo hasta su muerte.

Francisco Villa consideraba a la niñez un factor de cambio social. Es probable que esta actitud la asumiera por su propia experiencia. Hijo de Agustín Arango y Micaela Arámbula, a muy corta edad quedó huérfano de padre. Como el mayor de los hermanos debió mantener a su familia y trabajar como arriero en la hacienda de El Gorgojito, propiedad de la familia López Negrete. Según sus biógrafos, uno de sus patrones abusó de su hermana Martina y, como hermano mayor, quiso vengar el ultraje. Esta acción no sólo lo convirtió en forajido de la ley, sino también en el personaje que es.

La Revolución mexicana desató una violencia desmedida. La vida cotidiana de la niñez, como asistir a la escuela, se interrumpió. Por este y otros motivos, una vez terminada la fase armada y cuando Villa se retiró a la Hacienda de Canutillo, en Durango, procuró construir aulas y contratar maestros que enseñaran a leer y escribir a los más jóvenes. Quería evitar así que su historia personal se replicara en un México que debía encaminarse a la paz y a la justicia social. Pero la educación no quedó limitada a los más pequeños de la hacienda; también los antiguos compañeros de armas y el mismo Villa aprovecharon las lecciones de los maestros rurales, además, se les instruyó en la dignificación del trabajo, agrícola y ganadero, con lo que se procuró inculcar un modo honesto de vivir, así como la convivencia familiar. Las fotografías que utilizamos en esta colección no corresponden a “niños villistas”, pero buscan contextualizar el periodo que vivió aquella infancia entre 1910-1920.